"Me gusta el acento vallisoletano, los uruguayos cantamos"

David Aso
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«Yo creo que los uruguayos y los argentinos partimos con ventaja para encajar porque somos descendientes de gallegos, italianos... eso se nota», cuenta Laura Cerecetto, afincada en Valladolid desde hace seis años

Laura Cerecetto, en uno de sus rincones favoritos de Valladolid, el cerro de las Contiendas. - Foto: José Carlos Castillo

Ana Laura Cerecetto Meneses (Salto, Uruguay, 1979) aterrizó en España con 22 años y de aquello hace 23: «Ya no soy ni de allí ni de aquí», piensa, o quizá debiera decir de ambos lados. Se queda con la cerveza artesana de Valladolid, pero con perdón sigue prefiriendo la carne y los asados de su tierra natal; y aunque lleva «el deporte en la sangre» e incluso se sacó el grado de técnico superior en Acondicionamiento Físico, de fútbol «poco» y de su compatriota Pezzolano menos: «Tengo amigos del Real Valladolid a tope y me hablan de las cosas raras que hizo, pero ni sé quien es», afirma. 

Le gusta correr y ha acabado haciendo carrera en la automoción. Le va la música heavy y, aparte de pesas en el gimnasio, hace vehículos pesados en Iveco.

Su salto a España fue «un poco locura». «Estaba feliz estudiando la carrera de mis sueños, Ingeniería Agronómica, y dejarla a medias es lo único de lo que me arrepiento». Pero conoció a un madrileño que le contó «que las cosas estaban muy bien por aquí y bueno, fue de esas decisiones que si no eres joven no tomas». Así que se vino «a la aventura» en el sentido más amplio de la expresión, con una hoja de ruta en blanco que escribió sobre la marcha.

Pasó tres meses en Madrid en busca de trabajo y lo encontró en una fábrica de automoción de Soria, donde estuvo 17 años. A la salteña le «encanta» la montaña y correr por la de allí fue «de lo mejor», hasta que le salió otro empleo en Valladolid en 2018; primero en Renault y, desde 2020, en Iveco de operaria, «encantada» y con una vida estable como vecina de Parque Alameda. En esta llana provincia ha hallado una digna evasión runner por los Cortados de Cabezón, «o si no por el Cerro de las Contiendas». Lo peor de la ciudad para ella: «La niebla». Lo mejor: «Mis amigos, que son pocos pero están desde el primer día». La mayoría son vallisoletanos, como su pareja. ¿Parten con ventaja uruguayos y argentinos respecto a otros extranjeros para integrarse? «Totalmente. Se nota que somos descendientes de europeos, de un gallego, de un italiano como en mi caso… Ahí puede estar la diferencia». 

Cierto también que, para cuando llegó aquí, pocas cosas podían llamarle la atención por inesperadas, pero algo hubo: «Me sorprendió el acento de los vallisoletanos, tan puro, tan limpio… Es muy bonito de oír». ¿Igual también le ayudó a encajar lo que engancha el suyo? «No sé, nosotros parece que cantemos, es distinto».

Lo que sí tiene claro es que a Uruguay sólo volverá de vacaciones, como hace ahora un mes cada tres o cuatro años para ver a su familia, lo que más echa en falta. Hoy por hoy, apunta a tener más futuro en la ciudad que Pezzolano.