Patricia García, de 45 años, lleva casi 10 en la empresa y decidió apuntarse a la lista de salidas voluntarias cuando se improvisó la apertura de un plazo de apenas 24 horas para ello entre el martes 18 y el miércoles 19 de junio. «Con el ERE externalizan el departamento en el que trabajo hace un año y medio (de apoyo a comerciales en gestión inmobiliaria) y no me gustaría volver al de recobros», justifica, en referencia al de las teleoperadoras que hablan con personas por impagos de préstamos, y en muchos casos al borde del desahucio. Sin embargo, pocos minutos después, ante la pregunta de dónde le gustaría trabajar entonces: «Primero me tienen que despedir», contesta. ¿Pero si se ha apuntado para salir será que tiene claro dejarlo y habrá pensado qué hacer en el futuro, no? «Bueno no, que decidan ellos», responde, evidenciando el enjambre de dudas que zumba en su cabeza y en la de muchos compañeros. O compañeras, que son mujeres en un 80%.
«Yo estoy igual, me apunté en la primera vuelta pero sigo pensando», reconoce ahora Charo Fernández, con 57 años y más de 15 en la empresa. La conversación con ambas fue entre las 10.30 y las 12.00 del martes 25, cuando a las 23.59 de ese día vencía un segundo plazo para que los 'voluntarios' pudieran retractarse si querían; de lo contrario, «por silencio administrativo» se daba por ratificada su petición.
Claro que, como explica Charo, cuando se abrió el primer plazo, el martes 18, no había trascendido en la negociación del ERE que los trabajadores de Intrum de Valladolid que se queden no se verán afectados por la 'modificación sustancial de condiciones de trabajo' que planteó la empresa para «armonizar» a toda su plantilla en España. Fundamentalmente, porque son los demás trabajadores del grupo los que perderán derechos para equipararse a Valladolid.
Por otro lado, Intrum acordó que «al menos el 50%» de las salidas (el 100% son 134 en Valladolid) puedan ser voluntarias, lo cual por tanto le da opción a su vez de elegir hasta el 50% de los despidos. Es decir, que para sacudir aún más las dudas, resulta que la mayoría no conoce todavía a ciencia cierta cuál será su futuro, ya se hayan apuntado a la lista o no, y el ERE no se cerrará además hasta el 31 de diciembre.
Lo que sí tienen claro ambas es su «enfado». Según Patricia: «Intrum justifica la externalización de Solvia (la sociedad del departamento en el que está ella) en que no se ha dado un servicio óptimo, cuando hemos trabajado muy duro siendo unos 50, y este servicio, antes de llevarlo nosotras, estaba subcontratado a una empresa con más de 100 empleados; y además no se nos dio ningún tipo de formación, porque en el propio departamento de formación tampoco la recibieron para poder darla». En esa área trabaja precisamente Charo, que da fe de lo que cuenta Patricia; y añade como «enfado» extra que su área tiene peores condiciones de jornada que el resto. «Me gusta mi trabajo y si me quedo me gustaría que al menos se mejorara en esto, pero ten por seguro que en pocos años tendremos otro ERE, porque la tecnología se está comiendo el telemarketing en esta empresa y en todas».
«Pero es que hasta ahora Intrum nos hacía entender que el futuro estaba en la gestión inmobiliaria, y ahora hace al revés, esa parte la externaliza», apostilla Patricia.
Horas después de la conversación, antes de las 23.59, Charo notificó que se retractaba de su petición de salida. Patricia sí dejó pasar el plazo y sigue inscrita. Lo que pase con ellas al final, como con el resto de la plantilla, está por verse.