En las gélidas aguas que limitan con el Círculo Polar Ártico, habita un viajero incansable. Se trata del skrei, un bacalao salvaje dispuesto a recorrer grandes distancias a contracorriente por un acto de amor. Como quien vuelve a casa por Navidad, este cotizado pez inicia cada invierno una épica travesía de más de 1.000 kilómetros desde el mar de Barents hacia aguas más cálidas para terminar en el lugar que lo vio nacer, la costa norte de Noruega, con el fin de encontrar pareja, fecundar las huevas y desovar.
Es allí donde los barcos aguardan a este nómada -es precisamente ese el significado de su nombre en noruego antiguo- que se ha convertido en el principal motor de la economía de poblaciones como la de Husøy, donde casi la totalidad de sus cerca de 300 habitantes se dedican en cuerpo y alma al que se ha convertido en un auténtico manjar para los paladares más exquisitos de todo el mundo.
Todo lo que envuelve al también llamado atleta de los mares es un auténtico espectáculo: desde su origen hasta su forma de conseguirlo (solamente de enero a abril), procesarlo e, incluso, comerlo. Y más, cuando la aventura incluye paisajes de ensueño, montañas afiladas, estrechos fiordos y pequeños islotes cubiertos de blanco. Llegar hasta allí no es sencillo, pero la oportunidad de conocer una tierra de alces, renos, aludes y auroras boreales merece la pena.
A la caza del atleta de los mares Son casi las tres de la madruga y los primeros pesqueros comienzan a zarpar hacia alta mar. En uno de ellos, el capitán Gaute, al timón del Segla, inicia una travesía de largas horas en la que ni el vaivén de las olas ni los enormes copos de nieve que caen sin descanso sobre la cubierta impiden que la embarcación avance hacia su objetivo.
Pese a las condiciones y una sensación térmica de 10 grados bajo cero, el marinero reconoce que el día se presenta calmado, todo lo contrario a la jornada anterior. Pero lo cierto es que él está acostumbrado a cualquier adversidad meteorológica y sabe que no hay tiempo para el descanso.
Cuatro horas después, el cielo está despejado y el sol comienza a otearse en el horizonte. Es entonces cuando el sónar divisa el primer banco de peces y la enorme red verde del Segla inicia su descenso hacia el fondo del Ártico.
A la caza del atleta de los mares El resto de la tripulación, que permanecía invisible en su camarote hasta ese momento, hace acto de presencia casi tres cuartos de hora más tarde para recoger la gran malla con las dos toneladas de piezas obtenidas en esta primera tanda. No será su única labor, ya que, bajo cubierta, limpian y desangran el skrei, con el objetivo de que su carne quede completamente blanca.
Pal es uno de ellos. Sabe que es un trabajo duro, pero se siente afortunado porque, según asegura, las ventajas son infinitas. Para este joven, que también hace de cocinero, lo mejor es la oportunidad de disfrutar de un paisaje inigualable, aunque reconoce que también influye mucho el tema económico. Y es que no es extraño que su salario anual alcance el millón y medio de coronas noruegas (más de 130.000 euros), una cifra que aumenta considerablemente en el caso del capitán.
Menos entusiasmado que él, el veterano Steve echa de menos estar en casa. Lleva 45 años en alta mar y aún le cuesta acostumbrarse a estar un mes sí y al otro no junto a su familia, aunque sabe que el dinero compensa.
A la caza del atleta de los mares Llegada a las factorías
El Segla continúa su travesía y deja 100 kilómetros atrás la tierra: todo por conseguir capturar una cantidad suficiente del rey del bacalao. Después de 14 horas, cuatro paradas para echar la red y unas 25 toneladas pescadas, el periplo a bordo de la nave llega a su fin. No es ni de lejos su mayor captura -están acostumbrados a unos 40.000 kilos por día-, pero los marineros se dan por satisfechos. Eso sí, la jornada para ellos todavía no ha terminado, porque a su llegada al puerto aún les quedará descargar el producto y vendérselo a las diferentes factorías.
Una de ellas es Br. Karlsen, una corporación familiar de mercancía del mar ubicada en la isla de Senja y establecida en 1932 por los hermanos Hilbert y Aksel Karlsen. Allí trabajan cerca de 240 empleados que inspeccionan, limpian y empaquetan los artículos que les llegan.
No descartan nada, porque cada parte cuenta con sus propiedades nutricionales y es tratada de distinta forma para satisfacer a cada público objetivo. Por ejemplo, en el pescado salado el principal mercado es Portugal, mientras que el fresco se queda en Noruega, aunque también viaja hacia otras partes de Europa. De hecho, España se ha convertido en el principal importador mundial del skrei.
A la caza del atleta de los mares En una de las líneas de producción, Jaime separa las tripas de las cabezas. Tiene 31 años y es un español más del grupo reducido que se encuentra en la fábrica.
Es el segundo año que acude a Husøy por trabajo. Reconoce que vivir allí es un poco complicado, por eso él lo hace de noviembre a mayo, la temporada alta en la factoría. Y, aunque tuvo que pensárselo mucho, «varios factores se juntaron». «Uno, el amor. El otro, el dinero. Y por último, que es una experiencia positiva que se puede ganar aquí, porque aprendes mucho y sales de tu zona de confort», asegura.
Afirma que «no hay descanso» y «da igual que sea lunes o domingo». Su jornada comienza a las siete y media de la mañana y no tiene hora de salida: el día que más pronto acaba es a las nueve de la noche, aunque su horario puede alargarse hasta las 12. No es una labor fácil, pero el dinero, de nuevo, manda. Él regenta un gimnasio en Murcia, pero señala que el salario en Noruega es mucho superior al de España. «Un mes fuerte se pueden sacar 5.000 euros», señala Jaime, quien añade: «como no haces otra cosa que sea trabajar, ahorras mucho».
A la caza del atleta de los mares Tiene la suerte de que allí también está uno de sus amigos y su novia, María, quien llegó a Husøy hace seis años, aunque echa mucho de menos a su madre, y no ve el momento para volver a abrazarla.
Un poco más lejos, en una estancia próxima, sorprende ver a un grupo de menores trabajando. Son los niños cortadores de lenguas, una tradición muy peculiar en la que los pequeños se inician en la actividad pesquera y consiguen ganar algo de dinero al salir de clase: unos 100 euros al día. Eduard, de 11 años, quiere ahorrar la cantidad que consiga para costearse la universidad y convertirse en preparador de fútbol, una ambición que hace que su padre esté «muy orgulloso».
Una vez tratadas todas las partes, es el turno de la patrulla del skrei, una unidad de control de calidad que garantiza que conserva todas sus cualidades: debe verse fresco, limpio y brillante, estar bien conservado y contar con su sello skrei.
A la caza del atleta de los mares ¡A la mesa!
La jornada maratoniana no podría terminar de mejor manera que degustando al rey del bacalao en un showcooking a manos de la cocinera española Pepa Muñoz y el chef noruego Kristian Ronnestad, quienes preparan con esmero y cariño hasta un total de siete platos distintos.
Mientras, en lo alto de los cielos, un espectáculo de luces de colores marca el final del día. A lo lejos, el atleta de los mares vuelve a preparar su raudo nado.