Clima cordial ante las cámaras, pero disciplina de hierro en el interior. La Conferencia de Presidentes que se celebró hoy en el Palacio de la Magdalena de Santander será recordada como la 'cumbre del cronómetro'. Y es que el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, se hizo ayudar por un cronómetro en la sala de reuniones para medir los tiempos de intervención de los presidentes autonómicos. Cada delegación tenía diez minutos para exponer sus temas y, cuando se cumplía el último segundo, sonaba un aviso como en el baloncesto para que se concluyera ya el parlamento. Y Sánchez fue inmisericorde con los tiempos.
La escenografía de la reunión estaba diseñada para resaltar el papel presidencial y moderador de Pedro Sánchez. Una mesa en forma de U recibió a los mandatarios autonómicos en solitario ya que, por primera vez se dispuso al consejero que le acompañaba en otra sala para seguirlo a través del plasma. El jefe del Ejecutivo ocupó la base en solitario y detrás de él dispuestos en jerarquía dos vicepresidentas y, después, cinco ministros. Desde esta zona de mando, el presidente fue dando y, sorprendentemente, quitando palabras cuando el cronómetro hacía su trabajo.
Sánchez fue generoso en las intervenciones del lehendakari Imanol Pradales y del president de la Generalitat, Salvador Illa y puntillista con los demás hasta el punto de que al jefe del Ejecutivo valenciano, Carlos Mazón, que había pedido un poco más de tiempo para explicar la situación tras la Dana, le negó una prórroga y le cortó la intervención. Otros, como el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, fueron más disciplinados y apenas se pasó unos segundos del tiempo concedido aunque le hizo ver a Sánchez que el dichoso cronómetro "metía presión". "No te veo muy presionado Alfonso", le vino a decir el presidente del Gobierno.
Más duro fue con el representante de Melilla - su presidente, Javier Imbroda no pudo asistir y acudió el presidente accidental – a quien apenas dejó saludar con el argumento de que no era presidente. El control de tiempos motivó también un enfrentamiento con el castellano manchego, Page, a quien cortó Sánchez encontrando la réplica en el toledano con la cuenta de la vieja: llevamos 33 meses sin vernos, vino a reprocharle en referencia a la ausencia de convocatoria de este foro en los últimos años; si prorrateamos el tiempo que no hemos hablado creo que todavía tengo unos minutos más, le espetó.
El Gobierno no ha estado cómodo con esta convocatoria y parecía tener prisa por acabarla, tanto como que no hubo ni receso para comer. Mientras intervenían los últimos presidentes, se sirvió un menú a base de ensalada de langostinos, albóndigas de centollo y secreto ibérico en el mismo lugar de la reunión, unos platos que degustaron más cómodamente los que ya habían hecho su discurso y con menos ganas los que aún estaban por hacerlo. Todos listos para deglutir con tenedor porque no es cosa que mientras los presidentes debaten el caldo de la cuchara pueda derramarse. Sánchez y la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, tan distantes en todo lo demás, coincidieron en una cosa: se quedaron sin postre por intolerancia de ambos al queso.
Aunque dentro de la sala de reuniones reinó un clima de trabajo e, incluso, algunos expresaron cabreo, fuera – de cara a los medios- las cosas fueron amables y se dio tiempo a las conversaciones informarles. Alfonso Fernández Mañueco pareció encontrar complicidad en la presidenta balear Marta Prohens, que como el castellano y leonés sufre ahora una oposición feroz de quien gasta hace pocos meses eran sus socios, es decir de Vox. También se le vio en conversación animada con el president Salvador Illa y a tenor de sus rostros es poco probable que hablasen de financiación o de quita de la deuda. Después de la reunión y mientras esperaba su turno para las ruedas de prensa (Castilla y León es de las últimas por orden de aprobación del Estatuto de Autonomía) también tuvo tiempo de saludar a García Page e intercambiar unas palabras con el gallego Alfonso Rueda.
Un encuentro más institucional que efectivo que llevó al Palacio de la Magdalena a más de doscientos de periodistas de toda España, pero que en definitiva se compone de una sucesión de monólogos de los que, en esta ocasión, no ha salido acuerdo alguno.