Hablar de cabinas telefónicas es hacerlo de pasado. Es hablar de recuerdos en forma de fotografías con las más famosas del mundo, las rojas de Londres. Es hacerlo del séptimo arte, de un clásico como José Luis López Vázquez encerrado en una; de refugio de Los pájaros de Hitchcock; de imaginarse ser Superman para cambiarse de ropa; de Matrix y el salvoconducto a la salvación; de Harry Potter y la entrada para invitados al Ministerio de Magia; o de charla con un psicópata en Última llamada (Phone Booth, cabina telefónica, en su título original). Y, curiosamente, de lo que menos se habla es de lo que fueron su uso habitual: el de llamar por teléfono. Con unas fichas en los primeros años o monedas en los siguientes, las cabinas fueron durante décadas el lugar para comunicarse con los seres queridos.
Pero su utilización fue decayendo al mismo ritmo que los teléfonos móviles entraban en nuestras vidas. Hasta hacer de las cabinas un armatoste –como bien explica la RAE: «Objeto grande y de poca utilidad»– del mobiliario urbano de las ciudades y pueblos de España.
Telefónica, tras varias prórrogas gubernamentales para su mantenimiento por ser consideradas como un servicio obligatorio, retiró el pasado 2023 las que quedaban en España. En Valladolid lo hizo entre junio y finales de julio de hace un año. Eran 134, según los datos que manejaba por entonces la compañía, las que aún quedaban en la capital y la provincia. Y de todas ellas, solamente dos se mantienen hoy en día. Ambas en sendas localidades. Y en los dos casos con un proyecto para convertirse en 'bibliocabinas', como puntos de lectura en momentos de espera o de recogida y devolución de libros.
Una vecina pasa hablando con el móvil al lado de la cabina de Matapozuelos. - Foto: Jonathan TajesVillanueva de Duero y Matapozuelos son los dos pueblos que tienen aún su cabina telefónica. Las dos sin uso (desde 2022 no hay línea). Los Ayuntamientos de ambas localidades solicitaron a Circet, la empresa encargada de su retirada, mantenerlas, pasando a su propiedad.
«Hemos valorado diferentes proyectos, uno de ellos que sea una zona de intercambio de libros, que es nuestra idea», señala el alcalde de Matapozuelos, Conrado Íscar. En su localidad, la cabina se encuentra en la calle Ventosa, casi a la altura de General Navarro.
Por ahora se usa como un punto de información más y, aunque no cuenta con cajetín ni con puerta, desde el consistorio se cuida, con algún cambio de cristales incluido, y se limpia: «Hemos pensado en dotarla también de luz».
Para los vecinos de Matapozuelos es una parte más del pueblo. «Me gusta que siga ahí, como referencia, recordando que en su tiempo fue útil», señala Conchi, que reconoce, con su móvil en la mano, que desde la eclosión de los smartphones no la volvió a usar: «Antes sí, para llamar al médico, a los compañeros, a los familiares...». De hecho recuerda que con 'un duro' ya se podía hablar. Francisco Javier también la usó, pero poco: «Algunas veces, mi tía seguro que más». Mientras Poli, que pasa con su bici todos los días delante de ella, asegura que ni lleva móvil ni recuerda haberla usado en su día mucho: «A lo mejor de joven». El caso es que ahí sigue, esperando a ser un lugar plagado de libros.
Lo mismo que la de Villanueva de Duero, a la que cambiaron de ubicación hace algo más de un año, pasando de la zona de taxis de la carretera principal, la avenida Valladolid, a la parada de autobuses, casi enfrente. «Tenemos el proyecto para que sea una bibliocabina, incluso con algún boceto. Y se hará, esperamos que antes de acabar el año», afirma su alcalde, Saúl Ortega.
Él mismo reconoce que en su día usaba la cabina para llamar a una novia que tenía en el barrio de Las Delicias de la capital. Y como él, la mayoría del pueblo, ahora de unos 1.200 habitantes. Como María, Paula, Amelia y Silvia. «La utilicé cuando no había móviles, para llamar a un taxi o a mi marido. Luego, ya con el móvil y el fijo en casa, nada», se arranca a comentar María. «Mi madre la usaba para llamar al veterinario.Se la oía desde fuera pedir que vinieran a inseminar las vacas», reconoce con humor Paula. La última pregonera de Villanueva de Duero, Amelia, asegura que no recuerda haberla utilizado, ya que ella tenía fijo en casa; mientras que a Silvia la llamaba su novio desde ella. A las cuatro, que aceptan posar para una fotografía incluso con los móviles en la mano, les gusta verla en su pueblo y añaden que no recuerdan que nadie se quedase encerrado en ella, «salvo José Luis López Vázquez», bromean.
Aunque no tiene puerta, mantiene el cajetín y el auricular, recuerdos de hace décadas. En Villanueva, sus últimos 'clientes' fueron muchos de los inmigrantes que llegan al pueblo a trabajar en el campo.
Ahora, en las dos localidades tienen el mismo proyecto, apostando por la cultura y la lectura, por sendas bibliocabinas, donde poder acceder a un libro (los dos Ayuntamientos ya cuentan con material para empezar) de forma sencilla o hacer más amena la espera del bus (en el caso de Villanueva).
No serán los primeros casos a nivel nacional. En Castilla y León hay varios ejemplos, como en Astorga (León), donde cuentan con cuatro bibliocabinas y en 2023 pusieron 1.864 libros infantiles y de adultos, más algunas revistas, a disposición de sus vecinos: «Las normas de uso dicen que se puede llevar a casa algún libro para leerlo y devolverlo o cambiarlo por otro, no que se los queden para siempre porque no damos abasto a reponer». También en Candelario (Salamanca) se convirtieron sus cabinas de madera en puntos de recogida y devolución de libros. O en San Cristóbal de Entreviñas (Zamora).
Todas con el mismo funcionamiento, un servicio en la calle de préstamo de libros (coge uno y deja otro), y un objetivo en común, hacer una 'llamada' a la lectura.
134 cabinas en 2023
Valladolid contaba hace poco más de un año con 134 cabinas telefónicas. Fue en el momento en el que Telefónica decidió retirarlas, encargando dicho trabajo a Circet, empresa especializada en la infraestructura y servicios de telecomunicaciones. Dos ayuntamientos de la provincia decidieron mantenerlas. De esas 134, la gran mayoría (unas 90) estaban en la capital. La zona centro era el lugar más concurrido; la plaza España contaba con 4, Zorrilla con 2, Portugalete, con otras 2; o Santa Ana, con dos más. En la provincia, 37 municipios contaban con alguna.
La primera cabina se instaló en España en 1928
La primera cabina en España fue ubicada en el Parque del Retiro en Madrid en 1928. No hay datos cien por cien seguros, pero las primeras llegaron a Valladolid probablemente en la década de los 60, sobre 1967, como ocurrió en Zaragoza.
La primera en Madrid funcionaba con fichas; y a partir de la década de los sesenta empezaron a usarse con monedas, que es cuando comenzó su auge con su instalación en todas las provincias españolas.
Su uso fue decayendo con la llegada de los móviles. Así, vandalizadas, abandonadas y ya sin apenas uso, se convirtieron en parte del mobiliario urbano y en varias ciudades se experimentó con nuevos usos. Fueron puntos de wifi pública, como en Valencia durante las Fallas, puntos de carga para móviles y vehículos eléctricos, botones de emergencias o pantallas táctiles con información ciudadana. En A Coruña y algunos barrios de Madrid colectivos vecinales y culturales las convirtieron en bibliocabinas, en una variante del crossbooking, donde dejar y coger libros. Como ocurrirá en Valladolid. Mientras que en Burgos se rescataron cinco en el barrio de Gamonal con un fin artístico y cultural. En la capital vallisoletana no consta que se haya mantenido ni una.