Salió de un encierro voluntario para preparar su oposición a catedrático de Inmunología, y tan solo pudo disfrutar de unos días antes de encontrarse con el confinamiento derivado de la pandemia. Alfredo Corell recuerda con nostalgia su último acto social: la celebración familiar tras aprobar su examen el 6 de marzo. Un momento de plenitud profesional, que se acompañó de la reconexión con una realidad, que cambiaba por minutos por un virus que ha motivado que estos hayan sido los doce meses más intensos de su vida. «Entre el 8 y el 12 de marzo cogí conciencia de lo que se nos venía encima. Ha sido como un emparedado perfecto entre dos situaciones», reconoce.
En ese momento, hace doce meses, era el director del centro de estudios online de la UVa, que pasó de ocuparse de una parte residual de la actividad académica a capitanear el paso, sin transición, a la docencia virtual. «Me encontré con la responsabilidad de ser el responsable de pasar a online a toda la UVa. Creo que desde entonces estoy trabajando como al 400% y en una situación de agotamiento permanente». Todo este trabajo, que se ha reconocido como pionero por el resto de universidades, no le eximió de encontrarse con las críticas y resistencias de un grupo al cambio pero, sobre todo, se ha valorado por la comunidad universitaria y le ha valido su nombramiento como vicerrector de Innovación Docente y Transformación Digital.
En este reto le ayudó mucho su bagaje previo de innovación docente. «Siempre he sido un poco pionero en temas docentes, en ponerme retos y hacer cosas nuevas. Y mi proyecto immunomedia ganó el premio al mejor proyecto de divulgación de la medicina en español en 2018». Pero la pandemia también ha cambiado su método porque hasta el año pasado la divulgación la basaba en hacer protagonistas a los estudiantes, mientras que ahora se ha convertido en un divulgador científico de referencia para los medios de comunicación nacionales.
Esta popularidad vino propiciada por su vocalía en la Junta Directiva de la Sociedad Española de Inmunología. «La inmunología es una especialidad muy olvidada y al principio de la pandemia no nos llamaban los medios para contrastar la información», apunta. Y por eso la Sociedad decidió hacer oír su voz cuando se empezó a hablar de anticuerpos e inmunidad. «No se estaban dando informaciones correctas y decidimos hacer una nota de prensa. Y fue un impacto y nos empezaron a llamar», recuerda. Corell recuerda que le llamaron de una televisión para hablar de los anticuerpos neutralizantes. «Tenía conciencia de que algunas de mis intervenciones previas habían estado muy bien, pero eran para inmunólogos no para la población». Y se fijó como reto explicar algo complejo de una forma asequible para todos, todo esto condicionado por el confinamiento y la limitación de recursos de estar encerrado en su casa. «Tenía unos minions chiquitines. Decidí que si se colaba uno en una botella podían ser el virus y la célula perfecta. Y como bloqueo utilicé una pinza de la ropa. Y ese fue el inicio de todo lo que ha visto la gente en estos meses», detalla. Poco a poco lo fue sofisticando y se muestra satisfecho de que haya conseguido su objetivo: hacer que se entienda.
Estos meses de divulgación científica, muchos desde el despacho de su casa, le han convertido en una estrella mediática, a la que muchos espectadores asocian con su escudo de Marvel. Aunque este accesorio está vinculado a su vida personal. «Es el regalo de mi marido por la cátedra». Está en su casa desde el 6 de marzo, y lo colocó en la habitación donde trabaja, que estaba en ese momento a medio montar, y lo pusieron encima de unas cajas. «Ya no se ha colgado nunca porque salía de fondo de mis intervenciones y se ha popularizado su uso. Y se ha quedado ahí. No tiene nada que ver con la inmulogía aunque podría ser una metáfora del sistema inmunitario». Aunque no ha usado la saga de Marvel para sus explicaciones. «Para explicar esto, cualquier cosa que te permita llegar a un universo de población amplio vale». Y ese es parte de su éxito:hacer accesible la ciencia y sus conceptos. «Me he encontrado con mensajes maravillosos de la gente, que me decían que he conseguido que la abuela y la niña se sienten a verme», celebra. También le encanta que otra gente haya imitado sus coronavirus y les ha puesto el nombre de coronavaders porque utilizan el Dark Vader. «Han ido al chino para comprar la bola, las chinchetas y han hecho la careta para luego colgarlos en las redes». Un impacto que confiesa que jamás había imaginado.