"Tengo más miedo ahora que antes"

Javier M. Faya
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Los vecinos de la calle Juan de Valladolid no ocultan su enorme malestar tras la explosión ocurrida durante la madrugada en el número 23

El conserje de la urbanización afectada retira los cristales arrojados por la onda expansiva mientras un vecino de la vivienda siniestrada accede al portal. - Foto: J. Tajes

Son las nueve de la mañana en la calle Juan de Valladolid y en torno al número 23 las cintas de la Policía Local recuerdan al que no lo sepa de la explosión de gas que ocurrió tres horas antes en el 3ºI. La calle está cortada cuando la cuesta se hace más empinada, justo en el momento en el que unos edificios tan señoriales como vetustos y grises dan paso a unas casas rojas y alegres de ladrillo marrón rojizo. Los agentes municipales -también hay de la Policía Nacional- se esfuerzan en que no pase nadie, ni siquiera los periodistas. "Cuando los bomberos lo autoricen, podrán acceder", señala enérgico uno.

"Yo ya estaba despierto cuando pasó y tuve claro lo que era", señala José, un jubilado y nos confiesa que está enfermo y que por eso no salió a la calle. Es de la misma acera (vive en el 17) de donde sucedió todo, por lo que solo pudo ver a la gente asomada y el baile de ambulancias, Policía, Bomberos, sirenas… Tras asegurar que tiene controlado el mantenimiento del gas y contar que su edificio es más viejo (30 años) que el siniestrado, da las gracias al destino, al Altísimo o a quien sea porque la deflagración ocurrió, según él, en un segundo y él precisamente vive en esa planta: "¡Me hubiera tocado!".

A su lado hay un chico con pendientes y un 'collar' en forma de cascos. Observa junto al anciano, con muy mala perspectiva, al estar pegado a la fachada, a unos 20 metros de la 'zona cero', lo cual resulta algo chocante pues, como nos cuenta luego, divisó todo en 'tribuna' al residir justo enfrente. Tiene 18 años, se llama Ignacio y su testimonio es digno de un titular: "No me he enterado de nada". Y es que parece que lo tuvieron que despertar sus padres. ¿No sería que te quedaste dormido con los cascos? "No, para nada (sonríe)". Como casi todas las personas consultadas en una mañana en la que van dejándose caer curiosos y 'mirones de obra' por la zona, desde el principio tuvo claro que el gas estaba detrás de todo. "Afortunadamente, en mi casa no tenemos gas, la reformamos. Yo creo que la gente pasa de hacer reformas y de hacer controles regulares del gas, sobre todo los mayores".

En ese casi, el de los residentes de la zona que no creían que la causa de la detonación era el 'asesino invisible', está Nieves, que vive en las coquetas casitas de arriba. Pensó que era el trueno de una de esas tormentas de verano. Pero no. "Me cago en la…", maldice al tiempo que relata que estuvo muy preocupada al principio pues tiene una amiga justo en esa zona: "Menos mal que es en la otra acera". De todos modos, piensa en todas aquellas personas que conoce de vista, viven en ese portal y pueden haber resultado heridas.

Aprovecha Nieves este medio para hacer un llamamiento a quien corresponda: "Yo creo que la gente se toma muy en serio renovar las calderas, hacer las revisiones, pero ¿qué hay del control de las instalaciones? Son muy viejas. Ahí no podemos hacer absolutamente nada".

A su lado pasan a toda prisa dos jóvenes que se dejan llevar por la emoción. Es posible que vivan cerca, pero seguro que no demasiado, pues en sus rostros se aprecia todo menos preocupación. Parece como si estuviesen dentro de una atracción de las ferias. "Joder, chaval, ¿has visto eso? ¡Le habrá metido una hostia del quince!", le dice uno al otro.

Y en medio de esa 'hostia del quince', de ese pequeño infierno en el que hay 12 heridos leves y uno grave, estaban los bomberos, los héroes de esta triste 'función'. Son las 10,20 y les pillamos en pleno descanso, el primero desde que empezaron a trabajar. Leche normal en termos, Leche condensada, café, sobres de colacao, de azúcar… Hay que reponer fuerzas y rápidamente porque esto no ha acabado. "Menos mal que este edificio es mucho más nuevo que el de la calle Goya", confiesa un bombero, que revela que acaba de hacerse el primer relevo, que lleva desde las 6 y poco y que fue una suerte que llegara también la dotación de Canterac. Sudoroso y con la cara ennegrecida se une a sus compañeros tras ese 'tentempié express'.

Mientras, ajeno al bullicio, ya en el interior de la urbanización, José, el conserje del bloque de edificios afectado, va limpiando de el patio interior. Parece como escarcha, pedacitos. También han llegado a la pista de tenis, a la piscina… "Ya ve, la onda expansiva". Lleva un mes y medio trabajando allí, haciendo una sustitución. Y le ha tocado.

A quien le ha afectado y mucho es a un vecino de mediana de edad de este residencial que viene de hacer la compra: "Estoy más asustado ahora que antes, esa es la verdad, porque ahora veo lo que ha pasado y me doy cuenta de lo que podía haber pasado. Si llega a producirse la explosión hacia dentro, hubieran reventado los cristales de las ventanas interiores de casi todas las viviendas". Se considera afortunado porque su vivienda no se ha visto afectada, pero el susto no se lo quita nadie, y todo indica que lo va a tener para varios días.

El que lo va a tener más difícil aún es un vecino del bloque que, con la cara visiblemente demacrada, accede al portal interior con su perrito en brazos como una exhalación para no hablar mientras conseguimos 'arrancarle' que no conocía a la persona que vivía en el 3ºI. Los dos policías que están quitando la cinta le esperan y nos echan.