Una sidrería con sabor a carne

M.B.
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Venancio Peña nos abre las puertas de El Lagar de Venancio, una de las primeras sidrerías que abrió en Valladolid

Venancio Peña, cortando carne en El Fogón de Venancio. - Foto: Jonathan Tajes

El Lagar de Venancio es una de las pocas sidrerías que aún se mantiene en Valladolid. De hecho puede ser de las primeras que abrió. Lo hizo hace 16 años, el 1 de junio de 2008. Lo hizo de la mano de Venancio Peña Rubio, del mundo de la hostelería casi desde que tiene uso de razón: «Comencé a trabajar en el sector al acabar en el colegio (Sagrada Familia). Tras probar primero como repartidor en una farmacia, entré en este mundo y aquí sigo». 

Pronto empezó a tener negocios propios con otros socios, como el Pub Tango o el restaurante La Barraca. Y tras varios años y otros establecimientos vinculados al sector, hace 16 años, aprovechando el cierre de uno de ellos en el centro comercial Vallsur, se lanzó al mundo de las sidrerías: «Por entonces, la monté al estilo de las que hay en el País Vasco». De hecho, tuvo durante mucho tiempo sidra de origen vasco, aunque ahora la suya es la asturiana. 

Abrió esta sidrería en el local donde se ubicaba la marisquería el Ceño de Catón, en la calle Traductores, 18: «De hecho, mantuve el nombre unos años, pero luego la gente me empezó a decir de cambiarlo y de ponerle el mío... así que pensando, decidí lo de El lagar».

También tuvo a diario el famoso menú sidrería, que se compone por tortilla de bacalao, bacalao frito con pimientos, chuleta, queso Idiazábal con membrillo y nueces: «Ahora ya solo lo tenemos por encargo –por 38 euros por persona–». 

 En su local huele a carne, a chuletones y pinchos de lechazo; a pulpo a la brasa, a almejas y, por supuesto, a sidra. «Buscamos tener buena calidad en los productos. Si tenemos dos pescados, como rodaballo o lubina salvajes o bacalao, que sean de elite. Igual que pasa con las carnes: la mínima maduración es de 70 días y de ahí para arriba», señala el propio Venancio apuntando que esa misma jornada llegaban unos clientes que iban a degustar una de 98 días de maduración.

Aunque ahora cerrará unos días por descanso, del 5 al 20 de agosto, en El Lagar de Venancio, además de esas carnes maduradas, no falta el pulpo braseado, «uno de los mejores de Valladolid»; el carpaccio de vaca con pistachos y aceite virgen extra; las almejas fritas a la sartén; los gambones flambeados al ajillo; o los pinchos de lechazo al estilo Traspinedo, para los cuales trae la carne del mismo sitio que surte a los establecimientos de la localidad vallisoletana.

Trabaja sin menú del día, solo con carta, y con un horario que va todos los días de 13.30 a 17.00 horas; y de jueves a domingo, de 20.30 a 00.00 horas. Con una capacidad para 240 comensales entre sus tres comedores, el que más usa es el principal, muy cerca del fuego que arranca a las doce de la mañana, donde entran entre 160 y 170 clientes. «No tenemos un menú diario pero sí cerramos menús, ya sea de grupos, de empresa o incluso de celebraciones, dependiendo de lo que se quieran gastar», deja claro.

El propio Venancio se encarga de las brasas que arranca con leña de encina y mantiene con carbón del mismo árbol a lo largo de la jornada. Y junto a él, como ayudante, está su hijo, David. Tiene otro local, La Espuma y La Sepia, en la calle Felipe II, al frente del que está su hija, más especializado en el menú diario.

Mientras, en El Lagar de Venancio, como buena sidrería, el jugo de la manzana es uno de sus 'fuertes'. En septiembre llenará de nuevo dos de las cupelas que tiene en el comedor para que sus comensales puedan servirse, sin límite y por 5 euros/cabeza, la bebida directamente en sus vasos.