Santiago González

CARTA DEL DIRECTOR

Santiago González

Director de El Día de Valladolid


El paro sénior se enquista en una sociedad cada vez más envejecida

04/02/2024

«Con mi edad, ¿quién me va a contratar?» Esta reflexión, que resuena con fuerza entre las personas de mediana edad cuando buscan o se plantean cambiar de empleo, no es infundada. Preocupados por su futuro laboral, los datos no son esperanzadores. Seis de cada diez desempleados de Valladolid tienen actualmente 45 años o más. Aunque la provincia ha cerrado el año 2023 con la menor cifra de parados desde 2006, aquel año apenas 8.000 pertenecían al colectivo sénior, una cifra que ahora se eleva a casi 14.000 porcentaje. La situación en el territorio español y en el conjunto de países de la Unión Europea es similar, con una sociedad cada vez más envejecida y un paro endémico entre los mayores de 50 años.

La situación da lugar a una paradoja. Cuando la generación del baby boom, la más numerosa que ha tenido España (niños nacidos entre 1958 y 1977), se encuentra en esa franja de edad que ronda los 50 años y se acerca a la jubilación, las empresas no ven las posibilidades del talento sénior y lo que su experiencia puede aportar. Algunos expertos defienden los beneficios de impulsar un cambio cultural en el tejido económico que anime a la contratación de estos trabajadores porque "si no se hace por gusto se hará por necesidad" y mientras tanto el desempleo en esta franja de edad está generando graves consecuencias económicas, sociales y emocionales.

El concepto y la denuncia del edadismo figura desde hace años en el discurso de numerosos analistas económicos y sociales. Los estereotipos y prejuicios a los que deben hacer frente los mayores por cuestiones de edad se han trasladado, como consecuencia, a un mercado laboral con crecientes dificultades para muchos trabajadores mayores de 45 años para mantener o lograr un empleo. Este problema tiene repercusiones negativas de todo tipo ya mencionadas y los expertos proponen soluciones a partir de un reajuste que abarque aspectos normativos y culturales que impliquen a administraciones públicas, empresas y sindicatos.

Un reciente informe sobre el talento sénior desmonta algunas 'falacias' que se repiten sin que sean ciertas. El economista vasco Iñaki Ortega, uno de los autores, rechaza que a partir de los 45 años el trabajador se quede obsoleto, "cuando en realidad posee muchos valores que crecen con los años, como la experiencia, la resiliencia y un gran capital relacional"; así como que el retiro de este colectivo contribuye a crear más empleo juvenil. Y la última, que a los sénior "les toca descansar", un paradigma que han fomentado "con la mejor intención" gobiernos, empresas y sindicatos, pero que no es real porque la esperanza de vida dicta que los 55 años de hoy son los 40 de antes.

Este problema, que no ha dejado de agravarse en las dos últimas décadas, deja atrapados a miles de desempleados entre la salida anticipada del mercado laboral o la precariedad de los empleos eventuales que la reforma laboral apenas ha logrado reducir en su caso. Y esto implica, además de las consecuencias citadas anteriormente, un serio problema para las arcas públicas porque no solo copan la mayoría de las prestaciones y subsidios, sino que muchos lo hacen directamente hasta el momento de la jubilación anticipada. Esta fórmula ha sido históricamente utilizada por muchas empresas que pactan con los sindicatos programas de 'prejubilaciones' que fomentan la salida de los trabajadores de mayor edad (y salarios más altos). La excusa era dar entrada a los menores de 25 años en el mercado laboral, si bien la evolución de los datos muestra que ese relevo no solo no se ha producido, sino que ha dado lugar a un 'sandwich' de precariedad en el que los trabajadores acceden cada vez más tarde al empleo y son expulsados de él a edades más tempranas.

Esta 'pinza' supone un problema doble para el mercado laboral, ya que obliga al diseño de nuevas políticas activas para atender a colectivos con mayor riesgo de permanecer en una situación de paro de larga duración o desactivarse -por no hablar del coste en prestaciones y jubilaciones- y reduce la franja de población activa, con problemas de entrada de los jóvenes y de salida a partir de los 50 años. Desde luego, este incremento del desempleo entre los mayores de 45 años tiene consecuencias graves para todos, sin embargo también hay que buscar y plantear soluciones por parte de todos los agentes que intervienen en el mercado laboral: administración, empresarios y sindicatos. No será fácil, pero desde luego se necesita impulsar incentivos para las empresas con el fin de facilitar la permanencia de los trabajadores séniors y su recualificación permanente, así como programas de relevo que permitan la transferencia de conocimiento de los trabajadores de más edad a los más jóvenes, así como incentivos a los empleados para que construyan carreras «de mayor duración y favorecer su permanencia en el mercado laboral.

Indudablemente, no somos chavales -me incluyo-, pero aún estamos en edad de trabajar y de aportar mucha experiencia y talento adquirido durante nuestro recorrido profesional. Desperdiciar todo ello es una pérdida para el tejido productivo de este país y no debemos permitirlo. Hay que promover la contratación de personas con cierto bagaje en una determinada profesión e incluso fomentar la formación continua para unir nuevas técnicas o tecnologías a esa mochila llenada por los años de trabajo. Estoy seguro de que todos conocemos personas en esta situación de paro, en muchos casos de larga duración, que podrían aportar mucho. Hay que buscar cómo pueden hacerlo.