Puede resultar bucólico encontrar en diferentes rincones de Valladolid un manto de hojas secas que cubre todo el suelo, quedando así sepultado el gris de la acera, el verde de la hierba o el negro de la tierra. Viene a la memoria de los que tienen determinada edad cierto anuncio de colonia masculina en el que un señor con gafas engominado, enchaquetado y encorbatado le daba patadas eufórico a montañas de hojas en un parque celebrando no sabemos qué y luego bailaba con una silla. Lo cierto es que detrás de estas imágenes aptas para poetas y perfumistas hay un riesgo y es que existe el peligro real de caídas y otros inconvenientes.
Así lo entiende un hombre de mediana edad que saca a su perro a pasear esta tarde por el Paseo del Renacimiento: "Las amarillas, que acaban de caer, son peligrosas, muy resbaladizas. Fíjate (y hace una pequeña demostración con la palma de la mano)".
Las hojas le cubren los pies "desde hace dos semanas", aunque subraya que esto es algo común en todos los ayuntamientos: "No se escapa nadie". "El barrendero viene todos los días por el barrio, pero por esta zona en concreto no, yo creo que como mucho echa para un lado las hojas. Hace años venían los de Parques y Jardines, llegaba un camioncito, pero ya no".
A todo esto añade un dato que para muchos pasa desapercibido hasta que 'toca': "Tengo que estar muy atento para recoger las cacas, de la misma manera que hay mucho guarrete que aprovecha para dejar el 'recado' y escaquearse. ¡Es muy fácil pisar mierdas con tantas hojas!". Avisados quedan ante semejante camuflaje.
Lejos de allí, en el Paseo del Cid, dos chicos que van en sendos patinetes tientan la suerte en un carril bici que ha quedado cortado en dos: limpio los primeros 100 metros, pero los siguientes no, al estar sepultado por decenas de tonalidades de marrones y amarillos, de poesía y miedo. Por eso mismo han reducido la velocidad drásticamente. De 20 kilómetros por hora a cinco quizás, pero aun así van demasiado rápido. ¡Juventud! Eso parece pensar un hombre avanzado en edad y con auriculares que circula precisamente, cual espíritu libre, por esa misma vía, jugándose doblemente el tipo. Y es que no debería hacerlo nunca. Entre las líneas imaginarias, la pareja embutida en cascos no frena, observa al 'valiente' peatón que les daba la espalda mientras surca el mar de hojas y ahí queda todo. Por fortuna.
Frente a la Facultad de Medicina no hay apenas rastro de los rigores del otoño. Es posible que el aire ayudara o el servicio de limpieza, si bien hay zonas del carril bici con pequeños montones de hojas que pueden causar no pocos disgustos -una chica de un servicio de mensajería se juega el tipo con un patinete-, algo totalmente descartable en la plaza de la Trinidad, donde unos padres disfrutan viendo a sus hijos jugar al tiempo que aseguran que los barrenderos limpian metódicamente la zona con sacas a diario. No obstante, hay alguna curva que haría las delicias del señor de ese anuncio de televisión de los años 90.
Cinco contenedores y 12 máquinas estropeadas.
Desde el Consistorio, el concejal de Limpieza, Alberto Cuadrado, señala, tras asegurar que este año ha habido mucha hoja, que se han instalado cinco contendedores para recogerlas: "El personal está trabajando a destajo, tanto que la semana pasada había 20 máquinas y este lunes solo ocho porque se han estropeado".
Otros años se había utilizado un dispositivo de ocho barredoras grandes y tres pequeñas, además de máquinas sopladoras. En un mes se pueden recoger aproximadamente 1.200 toneladas de hojas.