En la familia Pérez hay una tradición que nada tiene que ver con recetas de cocina o con juntarse los domingos para comer. Ellos tienen 'la tradición' de ser donantes de sangre. Luis y Raquel son padre e hija y donantes. Ya el padre de Luis comenzó a donar en los años 70. Cree que la primera vez que realizó este gesto fue porque le dieron unos días libres en la 'mili' y nunca dejó de donar desde ese momento. Para ellos es algo «normal, cotidiano». Cada tres meses van a donar y forma parte de su calendario esta actividad, como ir a la compra cada semana. Tanto Luis como Raquel donaron por primera vez al cumplir los 18 años. Están siempre animando a otros amigos y conocidos de Santovenia, su pueblo, a que acudan al centro de salud y se animen a donar sangre.
Luis explica que ha cambiado mucho la forma de donar. Recuerda a su padre fumando en la sala de espera junto al médico y la recomendación de tomar un vino para después. Ahora no duele ni el pinchazo de la aguja, asegura. Y para aquellos que dicen temer a este objeto pequeño les asegura que es más doloroso un tatuaje o incluso ponerse un pendiente o piercing.
Cuando era niño, Luis acompañaba muchas veces a su padre a donar sangre y es que había ocasiones en las que le llamaban porque había un accidente o tenían varias operaciones programada en los hospitales. Por fortuna, en su familia no han precisado nunca de una trasfusión. De hecho, no se dio cuenta la importancia que tenía donar sangre hasta mucho más adelante. Un día le llamaron y le pidieron el favor de acercarse a donar. Precisaban llevar bolsas de sangre para una persona a Madrid y, si no lograban la cantidad suficiente, iba a perder la vida. Fue en ese momento en el que se dio cuenta de que su gesto iba a salvar una vida.
Luis, además de donante, es delegado de la Hermandad de Donantes de Sangre en Santovenia. Es un trabajo voluntario y su misión es hacer sentir como en casa tanto a los sanitarios que acuden para recoger las donaciones, como a los donantes. A muchos los conoce de toda la vida. Charlan un rato de cómo está la familia y echa una mano con la documentación.
Y recuerda bien el primer día de donación de Raquel, su hija. Ella se presentó de sorpresa en el centro de salud. No había hablado con su padre de este tema y él no había querido influenciarla en nada. Pero esta joven de 23 años tenía claro que quería ser donante como su padre. Cumplió los años en agosto y en octubre, en la primera colecta que se hizo en Santovenia, hizo su primera donación de sangre. Cada tres meses acude a esta cita. Una a inicio de año, otra para el verano y la última a final de año. Al ser mujer solo hace tres donaciones al año.
Luis asegura que su hija ha convencido a mucha gente joven de ir a donar. Pero Raquel asevera que es su padre el auténtico «influencer». Entre los dos hacen buen equipo animando a todos en el pueblo a acercarse a donar sangre. El novio y varios amigos de diferentes grupos de Raquel ya son de la familia de donantes. Ella es 0+, donante universal, pero remarca que todas las sangres son necesarias. Por fortuna nadie cercano a ella ha precisado de una transfusión. Pero es consciente de la importancia que tiene esta acción. Conoce a personas que se han hecho donantes después de que su pareja tuviera un parto complicado o porque su hijo tiene anemia y precisa de transfusiones periódicas.
Raquel también recuerda que al hacerte donante te hacen una revisión y tiene un amigo que aprovecha para estar al día de su salud. Afirma que no se nota la aguja. «No es nada y es mucho más sencillo que hacerse una analítica», remarca esta joven que anima a la gente a acercarse a los centros de donación. Resalta que los miembros de la Hermandad los acogerán con los abrazos abiertos y les arroparán.