La automoción aspira a ganar empleo pese a la automatización

David Aso
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El clúster del sector cree que los nuevos perfiles que se demandan compensarán los que se pierdan por la revolución tecnológica y Sernauto ve a Valladolid entre las provincias con más proyección de crecimiento

Departamento de pintura de la fábrica vallisoletana de Renault en Valladolid. - Foto: Christel Sasso (Renault)

Cuesta creer que de esta revolución tecnológica que sacude como nunca la industria del automóvil pueda salir Valladolid más fuerte y con más empleo, pero así lo sostiene el Cluster de Automoción y Movilidad de Castilla y León (Facyl), que representa a toda la cadena de valor del sector en la Comunidad; o la Asociación Española de Proveedores de Automoción (Sernauto), que incluso vislumbra esta provincia entre los territorios con más proyección de crecimiento por una profunda transformación que ya viene acelerada desde la pandemia. Aunque también hay amenazas de presente y sobre todo de futuro que comprometen cualquier vaticinio.

En la ecuación hay muchas variables y todavía demasiadas incógnitas como para lanzar previsiones concluyentes. Aún hoy pesa el impacto comercial de la incierta transición hacia el vehículo eléctrico, que contrae ventas, necesidades de producción y por tanto mano de obra; así seguirá siendo, al menos, hasta que se aclare el horizonte y pueda recuperarse un mercado al que muchos clientes han respondido comprando coches de segunda mano. Y si el eléctrico se afianza realmente de aquí a 2035 (la UE fija para entonces la prohibición de vender coches de combustión), teniendo en cuenta que estos llevan un 30% menos de componentes, de inicio también lleva a temer que requiera menos trabajadores, aunque está por verse qué ocurre.

Por de pronto, Valladolid tiene relativamente asegurado el corto plazo, en buena medida, por haber centrado Renault en España su apuesta por el híbrido, y en paralelo avanza la transformación de fábricas y plantillas a una velocidad de vértigo por la incorporación de la digitalización y la inteligencia artificial, con profesiones tradicionales renovadas, más funciones básicas a cargo de máquinas y otras nuevas que deben manejar los trabajadores. «De aquí tenemos que salir con más empleo», piensa la directora de Facyl, Ana Núñez Nava, «porque es cierto que con esta transición hay algunos puestos que tienden a desaparecer, pero se generarán otros vinculados al software y las nuevas tecnologías, que es donde realmente podemos tener un valor añadido».

Cifras

Según Facyl, la automoción genera unos 32.000 empleos en Castilla y León y 18.000 en esta provincia. «Pero si queremos mantener este nivel de actividad y captar nuevos proyectos vamos a tener que reconvertir unos perfiles y captar otros nuevos», añade Núñez. Y Valladolid no es precisamente ajena al problema de la cantidad de puestos que no se cubren en toda Europa por el desajuste entre lo que demandan las empresas, lo que ofrece el mercado y la deficitaria remesa de candidatos que salen cada año de los centros de FP y las carreras universitarias técnicas, insuficientes para las vacantes que hay y que habrá.

Entretanto, los datos facilitados a este periódico por el Instituto Nacional de Estadística revelan los fuertes vaivenes que viene sufriendo el sector, con variaciones al alza o a la baja de hasta más de 3.000 empleos de un trimestre a otro en Valladolid. En el cuarto de 2019 reseña que había unos 18.300 trabajadores afiliados a la Seguridad Social a través de las actividades ligadas de forma directa a la automoción, cifra que se quedaba en menos de 14.000 al final de 2023 e incluso en apenas 11.000 durante el segundo trimestre de 2024, coincidiendo con un bajón de producción y empleo de Renault que pudo arrastrar a la industria auxiliar, aunque ya repuntó. De hecho, en los últimos meses la firma gala suma un millar de contrataciones, primero para completar el segundo turno y después para recuperar el tercero.

Oportunidades y amenazas

Cecilia Medina, gerente de Innovación y Talento de Sernauto, también cree que Valladolid puede salir de la transición tecnológica con más empleo en automoción. «Cuando tienes una fábrica como la de Renault, con todo un parque de proveedores detrás para alimentarla, y esa fábrica hace una apuesta brutal por las nuevas tecnologías, sólo se puede ganar», destaca, «pero hay que resolver el problema de la demanda de empleos que no se cubren».

En su opinión, con la paulatina incorporación de nueva tecnología, y sobre todo de inteligencia artificial, «claro que se verán más puestos cubiertos por una máquina, pero se van a necesitar personas que apliquen la inteligencia y tomen decisiones desde puestos más tecnológicos en función de los nuevos datos que se obtienen», prosigue. «Deja de haber meros operarios» y «desaparecen perfiles muy básicos y monótonos, de los del nivel de encender una máquina y estar pendiente del mantenimiento», mientras «surgen nuevos perfiles, por ejemplo, por una interacción entre la máquina que cubre esas funciones y quien la maneja, lo cual viene a negar que con la automatización deje de haber personas en las fábricas».

Respecto al coche eléctrico, «requiere un 30% menos de piezas, pero también habrá otro tipo de tecnología que desarrollar», como la de las baterías, o por el avance del coche conectado. Y aparte emerge una transición ecológica, ligada a la tecnológica, con unos objetivos de descarbonización que suponen una amenaza y a la vez una oportunidad. «Para reducir huella de carbono necesitamos una cadena de valor de proximidad que nos puede llevar a relocalizar componentes más cerca de las fábricas», y esa es una de las razones fundamentales por las que Sernauto ve a Valladolid con más proyección de crecimiento que otros territorios, al disponer ya de mucho tejido implantado. «Pero el recorrido de la huella de carbono puede ser de 500 kilómetros o también de 1.000, y de igual modo puede haber deslocalizaciones como ya está habiendo con componentes metálicos de Galicia a Portugal, o del resto de España a Marruecos», advierte. Y lo que suceda finalmente, según reafirma, dependerá en buena medida de «la capacidad del sector y de la estrategia del país» para adaptarse a la transformación y asegurar un ecosistema sólido con empleados formados para los nuevos perfiles.