«Los ancianos me decían que ha sido peor que la guerra»

R.G.R
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La auxiliar de enfermería en la residencia El Mirador del Duero, Ángeles Martín relata su experiencia durante el primer año de covid

Ángeles Martín en la puerta de la residencia El Mirador del Duero. - Foto: Jonathan Tajes

Momentos duros. Lágrimas y sinsabores, y dolor?, mucho dolor al tener que enfrentarse al hecho de ver cómo algunos de los ancianos de la residencia donde trabaja eran trasladados a centros hospitalarios, prácticamente muertos para permanecer ingresados los últimos días de vida. «Ha sido muy duro». Le encanta su trabajo, ayudar a los demás y, por eso, se podría decir que vivió los primeros días de confinamiento con ilusión. Su trabajo era «una vía de escape» ante el confinamiento.    

Aficionada a caminar o andar en bicicleta por los pinares de Tudela de Duero (donde vive), el hecho de tener que permanecer en casa le ocasionaba miedo. Podía contraer la enfermedad y contagiar a su hija de 17 años, con la que convive. «Lo llegué a echar mucho de menos». En la residencia El Mirador del Duero la situación tampoco era fácil. «Teníamos el doble de trabajo para separar a los residentes por plantas. Quería dar lo mejor de mí, pero ves que no es suficiente». Los primeros días fueron caóticos. «Todo era desconocido. Necesitabas más rapidez. Esas primeras jornadas fueron muy duras por estresantes. Los residentes no entendían nada, nos hacían preguntas y les teníamos que explicar con la impotencia de que íbamos aprendiendo sobre la marcha». 

Los más de cien residentes de El Mirador del Duero han pasado por momentos muy complicados, sin poder ver a la familia. «Los que están bien nos han dicho que esto ha sido peor que la guerra y es algo que se me ha quedado grabado. Ellos se han visto encerrados y sin poder ver a la familia. Para mí, el dolor que han podido pasar ellos... Y tú con tu mejor sonrisa intentando hacerles ver la situación».

Pero todo se normalizó. Solo uno o dos residentes enfermos hasta que en el mes de septiembre del año pasado llegó «un auténtico jarro de agua fría». La mayor parte de la residencia estaba contagiada. Lo descubrieron en un cribado, unas 70 personas entre residentes y trabajadores. «Me llamaron del centro de salud y me dijeron que era positiva. No tenía ningún síntoma, ni me encontraba mal, ni nada, fue una sorpresa». En un primer momento, fueron 50 personas y después otras 20. «Fue el caos en la residencia. Fui muy duro para mis compañeras». Ella estuvo aislada en casa durante 19 días. «Fue muy duro desde el punto de vista de que no paraba de pensar en mis compañeras. Yo estoy bien y no puedo hacer nada, pensaba». Ángeles quería reincorporarse al trabajo, pero no podía. «Durante unos días me hundí psicológicamente. No pensaba que iba a durar tanto, estuve 19 días en casa». «Una de las veces que me llamó el médico para decirme que había vuelto a dar positivo me desmoroné. No veía la luz y estuve un par de días muy mal».

Explica que no ha pasado miedo por el hecho de ir a trabajar. Pero sí por su familia. Su padre tiene problemas de pulmón y convive con su hija. «Me he excedido con el hecho de no hablar con nadie, no quedar con nadie. Pero a la gente que quiero siempre la protejo. El miedo no ha sido por mi trabajo, sino por el hecho de haberlo podido traer a casa».

Asegura que los momentos más duros llegaron cuando veía marchar a un residente trasladado al hospital por covid. «Se lo he dicho a mi hija muchas veces. A día de hoy se lo sigo diciendo. Todas las precauciones que tengamos son pocas. La gente que está allí es muy delicada». 

Las trabajadoras de la residencia han sido «todo» para los mayores. «No han podido ver a sus familias. Eso ha sido terrible para ellos. Todo gira en torno a sus familiares y nosotras hemos tenido que suplir. Hemos tenido que cargar con nuestra mochila de nuestro desgaste, pero también teníamos la de los mayores. Hemos cargado con nuestros sentimientos y con los suyos. Lo peor de este virus ha sido cargar con este sufrimiento».

«Estamos encerrados como perros. Eso es lo que nos decían», relata Ángeles mientras expresa que «algo se ha roto» por dentro como consecuencia de la pandemia. «Han sido muchas horas, con las emociones muy concentradas». 

Ve la vacuna que han recibido como «un alivio». «Hemos visto la luz para los mayores. Han podido ver a la familia y eso les ha cambiado la vida». Finaliza con optimismo, mirando al futuro con esperanza y con la satisfacción de haber hecho bien las cosas, de haberse cuidado para cuidar a los demás.