Castronuevo de Esgueva cuenta con 387 habitantes, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Tiene un bar y un restaurante, la Bodega Valle Esgueva. Este último ya ha conseguido ser reconocido con un Solete, la calificación mas joven de Guía Repsol. «Bodega tradicional con menús y raciones acorde con el estilo y el ambiente: parrilladas, conejo a la brasa, bacalao, lomo de la olla, chuletillas o pincho de lechazo...», rezaba la publicación del premio en 2021. Desde entonces ha habido algún cambio, pero pocos.
Porque la Bodega Valle Esgueva abrió, o mejor dicho reabrió, sus puertas hace 20 años. Por la ilusión de tres hermanos, Mariano, Ana y Alberto García. Los tres del pueblo.
El establecimiento se ubica en la calle de las Viñas de la localidad vallisoletana, en una zona plagada de bodegas. Todas de uso privado. Pero en la que se encuentra se conocía como la pública, por aquello de ser un local de hostelería desde los años 70 del pasado siglo. «No sabemos de cuándo data exactamente. Lo que sí es que desde 1973 o 74 era la 'Bodega Castronuevo'», recuerdan Mariano y Begoña Franco, cocinera y encargada desde los primeros años –encargada cuando abrió y cocinera desde hace 6-7 años–.
Imagen de los garbanzos y sus sacramentos de la Bodega Valle Esgueva. - Foto: Jonathan TajesAsí que los hermanos García, tras un par de años de trámites y obras, reabrieron la bodega el 24 de julio de 2004, con un nombre que hace referencia a la zona donde están y con inauguración por todo lo alto, con la presencia del que era presidente de la Diputación, Ramiro Ruiz Medrano. «Por entonces, la bodega llevaba unos 15 años cerrada».
En sus inicios, abrían todos los días, pero la crisis del ladrillo les hizo cambiar de táctica, y desde entonces solo levantan la persiana viernes, sábados y domingos: «Aunque si hay algún grupo o celebración, abrimos por encargo».
La cocina es la tradicional de toda la vida. De sus fogones se encarga Begoña, pamplonesa de nacimiento pero vallisoletana de adopción: «Siempre he cocinado pero no de manera profesional. Me puse a ello de prueba hace 6-7 años y aquí sigo». Ella reconoce que en la bodega no se hacen elaboraciones complicadas: «Aquí somos más de cocidos, de carnes a la brasa... y por encargo de lechazo, paellas...».
Cuentan con seis menús, aunque se pueden personalizar. El Río Esgueva, el Valle Esgueva, el Infantil, el Pareja, Parrillada Bodega o el Típico son sus nombres, que van desde los 39 a los 84 euros, en función de si son para dos o cuatro comensales. En ellos aparecen productos típicos de las bodegas, como chorizo o morcilla a la brasa; chuletillas; croquetas, revueltos, chuletón, ensaladas... tampoco falta el pincho de lechazo o las costillas. «El lechazo siempre es por encargo», aclara.
Aunque el rey de la casa es el cocido, que Begoña comienza a preparar el día de antes. Solo lo ofertan los dos últimos viernes de cada mes, por 18 euros con postre, pan, vino o agua (y se puede encargar por 20).
El establecimiento, que abre de viernes a domingo para comidas y cenas, cuenta con cuatro comedores, tres de ellos en forma de sisas, con 16, 12 y 12 comensales de capacidad; y uno más grande, para medio centenar. Todos con el azulejo antiguo y la piedra de Campaspero. Y en el pasillo, un homenaje a los pueblos del Valle de Esgueva. En el verano cuenta con terraza. Y junto a Begoña, ayudando en la barra y el comedor, están Olivia y Silvia, esta última del pueblo. Ellas se encargan de la clientela que llega hasta la Bodega, compuesta por familias y grupos de amigos; por aficionados al rugby, debido a la cercanía con Pepe Rojo; y por vecinos de los pueblos de la zona y de la capital, «gracias sobre todo al boca a boca».