El día 23 de abril es una jornada especial para todos los castellanos y leoneses desde que en 1983 se aprobase en su Estatuto de Autonomía que ese día fuera la fiesta oficial de la Comunidad. Desde entonces esta conmemoración festiva ha revalorizado la rebelión comunera en clave regionalista y el municipio de Villalar de los Comuneros se convirtió en el epicentro de la celebración, aunque después de pasar por varias fases no ha conseguido consolidarse como el núcleo principal de una jornada de carácter reivindicativo. Cuatro décadas después, las instituciones y los diversos partidos políticos siguen debatiendo cómo y dónde festejar la identidad de dos territorios históricos que ahora caminan unidos, como ya hicieran siglos atrás.
Villalar es considerado 'el sepulcro de las libertades de Castilla y León', un lugar simbólico donde el 23 de abril de 1521 tuvo lugar la batalla en la que fueron derrotados los Comuneros de Castilla. Llama la atención a algunos que esta Comunidad tenga como su fiesta oficial el día en que se conmemora una derrota. Las Comunidades de Castilla fue, sin duda, la primera gran movilización social contra el poder del antiguo régimen y sirvió de inspiración para las posteriores, marcando el inicio de la Edad Moderna. Tal vez por ello, cada 23 de abril ciudadanos de toda la autonomía se reúnen en un ambiente cívico y festivo en torno al monumento erigido en honor de los comuneros, demostrando que una derrota también puede ser motivo de celebración, de honor y de gloria. Pues desde tiempos inmemoriales se sabe que los derrotados merecen un respeto ya que para ello han tenido que haber luchado antes.
Todo ello está marcado en la Historia de esta tierra y Villalar es el lugar donde se produjo el primer alzamiento popular moderno donde se reivindicaron las libertades, según consideran numerosos historiadores a lo largo del tiempo. Por ello, este enclave vallisoletano no puede seguir los vaivenes políticos sobre su participación en los actos centrales del 23 de abril. Apellidado de los Comuneros, este municipio es y debe seguir siendo el epicentro de la fiesta oficial de la Comunidad, a pesar de que en los últimos años se considera ninguneado por los responsables políticos de la Junta y de las Cortes. Las quejas municipales se producen con razón, ya que en aras de una celebración más amplia y extendida por el territorio se le deja al ayuntamiento local que organice las actividades festivas casi en solitario, con la aportación de alguna ayuda autonómica.
En los más de 40 años de historia autonómica no se ha dado con la tecla que consiga generar una identidad propia, en la que se sientan a gusto burgaleses, salmantinos, vallisoletanos o zamoranos. Este problema de fondo es lo que, creo, que está provocando unas medidas que no creo que fortalezcan este sentimiento común, sino que diluyen aún más una jornada festiva que la mayoría de los habitantes de la Comunidad aprovechan para una escapada a otras zonas costeras o del interior de España. Comparto el hecho de que las actividades festivas lleguen a todas las capitales de provincia y grandes municipios de Castilla y León, pero ello en ningún caso debe ir en contra de impulsar y potenciar los actos centrales en el lugar histórico de la fecha elegida para reivindicar unos valores, unas actitudes y unos principios que aún siguen siendo muy necesarios en la sociedad actual.
Sin duda, la guerra de las Comunidades fue la primera en levantar a un pueblo contra la tiranía de sus regentes. Y hoy sigue habiendo motivos para protestar y reivindicar ante nuestros gobernantes, ante las autoridades europeas e incluso ante las desigualdades de todo tipo que persisten en una Comunidad con una gran extensión territorial, pero con graves problemas de despoblación y envejecimiento. Es el día para levantar la bandera de las libertades, individuales y colectivas, de la igualdad ciudadana y de los territorios e incluso de un desarrollo equilibrado que sea solidario con las zonas que más necesidades tengan. Para todo ello es Villalar. Y si nuestros dirigentes autonómicos no quieren ver que el epicentro de la fiesta no puede quedarse diluido entre doce o trece puntos de actos lúdicos, deportivos y gastronómicos es precisamente el primer síntoma de una falta de sentimiento común y de una ausencia de la identidad desde el lugar en que debe recomenzar su conquista.
Villalar necesita un empujón, el respaldo institucional que hasta ahora no ha tenido. Aunque los presidentes de la Junta y otras autoridades acuden a la localidad cada 23 de abril, a una hora muy temprana para evitar incidentes, nadie ha querido reivindicar con fuerza el derecho de todos los partidos políticos, de todas las organizaciones sindicales y sociales y de todos los ciudadanos a participar en esta jornada sin condicionamiento ni presión de ningún tipo. La fiesta no es de nadie, aunque durante muchos años se lo hayan querido apropiar algunas formaciones y organizaciones de izquierda. Por ello, es necesario que la Junta y la Fundación Castilla y León apuesten decididamente por convertir el municipio comunero en el epicentro de una gran fiesta identitaria y reivindicativa. Por supuesto, sin que ello suponga la exclusividad y pueda ser perfectamente compatible con otro tipo de actos en el resto de las provincias de la Comunidad.