"Si me tengo que operar de algo, mejor aquí que en Alemania"

David Aso
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La profesora universitaria Sabine Geck, ya jubilada, se mudó a Valladolid en 1985: «Entonces recuerdo que sólo había una persona que fuera en bici por la ciudad, y resulta que era una mujer alemana»

Sabine Geck, junto al Auditorio Miguel Delibes. - Foto: Jonathan Tajes

Años en Valladolid: 39
Profesión: Profesora de Filología Alemana en la UVa (jubilada)
Comida y bebida favorita: Tortilla de patata y verdejo de Rueda
Rincón favorito: Auditorio Miguel Delibes

Sabine Geck Scheld (Giessen, 1956) dejó Alemania por Valladolid hace casi 40 años, en 1985. Había estudiado para ser profesora de instituto en su país, pero cambió de planes. «Me tiraba mucho España y tenía ganas de venir, aprender el idioma e integrarme», cuenta. Vio la oportunidad en «una especie de oposición» del Servicio Alemán de Intercambio Académico para trabajar como lectora universitaria (profesora que da clase en su lengua materna en una universidad extranjera), aprobó y empezó a soñar con mudarse a Salamanca, ciudad que ya conocía de una estancia temporal anterior. Sin embargo, al no haber ninguna vacante allí agarró «la alternativa más cercana posible», que resultó ser la UVa, en el campus vallisoletano; y la realidad superó al sueño: «Con el tiempo me di cuenta de que esto era mucho mejor», y así no sólo ha sido profesora de Filología Alemana durante décadas, además de esposa de un salmantino y madre de dos vallisoletanos, sino que aquí sigue, en Covaresa, tras jubilarse el año pasado, si bien alterna con visitas a su ciudad natal.

«Apenas conocía Valladolid» cuando llegó y le sorprendió, aunque no todo para bien. «Había muchas casas en ruinas y me llamó la atención ver edificios tan altos», relata. «Me impresionó muchísimo Parquesol, que ya se había construido y parecía una fortaleza», y recuerda que fue entonces cuando la calle Santiago se convertía en peatonal. Mucho ha cambiado todo en 39 años, claro, y lo aprecia especialmente en la movilidad, «mejor que la de antes». «Cuando llegué sólo había una persona que fuera en bici por la ciudad y era alemana», afirma. ¿Pero igual habría más y no las conocía, no? «Juro que era la única», insiste. «España siempre tuvo buenos ciclistas, pero en el deporte». Es una de las grandes diferencias que percibe con Alemania, donde «siempre hubo más cultura de bici», añade. Pero «en Valladolid se vive muy bien y tiene un tamaño perfecto para no ser tan agobiante como Madrid ni provinciana como otras ciudades más pequeñas». Valora su oferta cultural, encarnada sobre todo en uno de sus rincones favoritos, el Auditorio Miguel Delibes, y también su sanidad: «Si me tengo que operar, mejor aquí que en Alemania», afirma; y eso que «allí se pagan más impuestos».

Aún hoy Sabine vive entre «los dos mundos», el pucelano y el alemán, ya que sigue teniendo casa en Giessen. «Hay muchas diferencias por horarios, por ruido, por la manera de vestir, la manera de ser de la gente, que allí queda más en las casas que en los bares…», pero cuenta con seguir alternando, «encantada» de haber despertado de su sueño salmantino en Valladolid.