Ariane Labed debuta tras la cámara con 'Septiembre dice'

D.V.
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La actriz adapta en clave de novela gótica a la gran pantalla 'Hermanas', el segundo libro de la joven británica Daisy Johnson

La griega Ariane Labed presenta ‘Septiembre dice’, su debut tras la cámara. - Foto: Miriam Chacón ICAL

A medio camino entre el género gótico y la fábula mitológica, la actriz Ariane Labed, musa del polémico Yorgos Lanthimos en sus primeras películas, pone en 'Septiembre dice', su debut tras la cámara, rostro y fisicidad a 'Hermanas', la segunda novela de la joven británica Daisy Johnson. La película, que tuvo hoy en Seminci su estreno en España, se adentra en las tinieblas de la adolescencia de la mano de dos hermanas totalmente opuestas, Julio y Septiembre, que viven en su propio mundo, aisladas incluso de la solitaria madre que intenta sacarlas adelante contra viento y marea. 

Labed intenta con su cámara plasmar los lazos invisibles que atan a las dos jóvenes, que son uña y carne pese a sus antagónicas personalidades. Septiembre es dominante y temeraria, en ocasiones, cruel, mientras que Julio es mansa y temerosa, introvertida, ingenua y complaciente. La forma en que se completan impide en realidad saber dónde empieza una y termina otra, y un dramático suceso en el instituto las obligará a dejar atrás su vida e instalarse en una remota casa al lado de la playa, donde partir de cero.

"Cuando descubrí el libro me enamoré enseguida de los personajes. Ese ha sido el principal motor que me llevó a querer personificarlos en carne y hueso. Me fascinaba la complejidad de la relación entre esas dos hermanas. Lo vi como una oportunidad para explorar tipologías de familias diferentes, en este caso sin un padre, y quería investigar sobre cómo plasmar la juventud de las mujeres y traducir el espíritu poético de Daisy Johnson en algo cinematográfico. Me daba mucho miedo, pero decidí hacerlo en aras del cine. No sé de dónde he sacado la valentía, pero espero encontrarla de nuevo. En el futuro", explicó.

Labed señaló que, al encontrarse cerca de la cuarentena, sintió que "era un buen momento de empezar a explorar y no seguir el camino fácil". "Quería averiguar qué pueden ser para mí las películas de género, y no tratar de cumplir expectativas ajenas sino las mías propias", señaló. 

La forma que encontró la cineasta de acercarse a esos personajes, según desgranó en un encuentro con los medios recogido por Ical, fue a través de los juegos infantiles, algo que considera "clave y liberador, que perdemos al alcanzar la edad adulta". "Son una herramienta que te permite acceder a lo psicológico y que está muy presente en todo el debate sobre la salud mental que hay en nuestros días", aseguró.

Cuerpos en movimiento

Además, Labed cuidó especialmente cada movimiento de las cámaras para contar esta historia, algo que relacionó con sus inicios como coreógrafa. "Necesito ver los cuerpos en relación con un espacio, con el paisaje, y una vez allí, permitir a los personajes que se puedan mover libremente y acceder a su propio espectro físico", desveló.

Sobre su trabajo con las jóvenes protagonistas, Mia Tharia (Julio) y Pascale Kann (Septiembre), además de Rakhee Thakrarq que encarna a la madre de ambas, recalcó que invitó a sus "maravillosas actrices" a deshacerse de los "manierismos sociales" para intentar aproximarse a "algo más animal". "Eso lo busco por medio de juegos, de hacer el tonto, de divertirnos. Esa es la clave. Mi método al actuar es divertirme, ni más ni menos, y conozco las dinámicas del plató muy bien. Para mí es muy importante que todo el mundo se sienta involucrado en el proceso y esté comprometido. El cine es un arte colectivo, y soy muy consciente de que yo no soy nada sin ellos. Es muy importante acabar con la idea del autor y limitar el poder que les damos. Yo he escrito el guion, la película plasma mi visión, pero no tengo un poder extraordinario, yo las necesito a ellas tanto como ellas a mí", aseguró sobre algo que ha aprendido tras su extensa experiencia como actriz (ya en 2010, en su película de debut, conquistó la Copa Volpi a la mejor actriz en el Festival de Venecia por 'Attenberg'). 

Cuestionada sobre el peso de las localizaciones en la historia, apuntó que para ella era fundamental rodar en entornos rurales de Irlanda y Escocia, en paisajes que están relacionados tradicionalmente con "el imaginario de la novela gótica". "Todos estos paisajes nos transportan a otros lugares y tiempos, y en este conecta a los personajes femeninos con la brujería. También se trataba de homenajear la novela gótica y de reflejar el poder de la naturaleza, con paisajes más fuertes que nosotros mismos ", añadió.

Asimismo, se refirió a decisiones "políticas" que ella ha aportado a la adaptación, en la creación de imágenes que esquivan las habituales representaciones de la adolescencia y el universo femenino, como el vello en las axilas de las protagonistas, que las convierten en víctimas de acoso escolar, o la posibilidad de entrar en los pensamientos de una mujer que mantiene sexo casual, sin penetración, con una imagen alejada de lo glamuroso.