La escena es habitual. Llega la hora de cenar y los padres piden una y otra vez, sin mucho éxito, que los hijos dejen la tableta y se sienten a la mesa. O la de los parques llenos de adolescentes con la mirada fija en las pantallas, sin moverse del banco en el que están sentados y sin hablar entre ellos. Las nuevas tecnologías han colonizado el tiempo libre de los jóvenes, y no tan jóvenes, hasta convertirse en una gran preocupación para muchas familias. Así lo confirman las asociaciones vallisoletanas que trabajan para corregir los casos de uso abusivo. «Cada vez nos llaman más padres y madres que tienen dificultades para establecer unas pautas de consumo entre sus hijos», explica David Álvarez, psicólogo del Programa Gaming de Proyecto Hombre, donde tienen a doce personas en tratamiento por este problema. No se trata solo de que el uso se haya disparado en los últimos años, sino de que las familias cada vez toman más conciencia de que se trata de un problema, y por eso piden más ayuda que antes.
El informe de Unicef Impacto de la tecnología en los adolescentes preguntó a casi 3.000 jóvenes de la Comunidad de entre once y 18 años, 580 de ellos de Valladolid, qué actividades solían realizar en su tiempo libre. El 96% de ellos citaron el móvil, la tableta y el ordenador, un porcentaje que está por encima del 93,7% de la música, el 90,3% de los amigos y el 76% del deporte. Mucho más lejos queda la lectura (55,3%), el cine (46,3%) o bailar (37,8%).Un informe publicado en 2021, pero «plenamente vigente», destacan desde Unicef.
No se trata de demonizar el uso de estos dispositivos, muy útiles en muchos ámbitos de la vida, pero los expertos sí que quieren llamar la atención sobre determinados comportamientos compulsivos que, además, son aceptados socialmente. Reconocer estar 'engachado' al móvil es habitual. Incluso hacerlo entre risas. Pero estar 'enganchado' a cualquier cosa, también al teléfono, no tiene nada de gracioso
¿Cuándo se puede considerar que el uso de estas herramientas es abusivo? Hay varios síntomas, pero el principal es dejar de lado otras actividades o responsabilidades de la vida. Reducir las horas de sueño, el contacto con la familia o los amigos, las horas de estudio o las dedicadas al deporte u otras aficiones. La Asociación de Jugadores Patológicos Rehabilitados de Valladolid (Ajupareva), tiene un programa específico para tratar estos casos al que actualmente asisten 15 personas, tres de ellas menores. Desde un adicto a la pornografía a una adolescente que todos los días estaba chateando con sus amigos hasta las tres de la madrugada, con lo que eso implicaba en la reducción de su rendimiento en el instituto. «Después de un año de tratamiento, ya hemos logrado que deje el móvil a las 22.00 horas, que cene con su familia y se vaya a la cama», explica Ángel Aranzana, presidente de esta entidad. Un año. Porque estas terapias no pueden dar resultados a corto plazo. En un trabajo lento y constante.
Aranzana apunta otros motivos de alarma para detectar estos abusos. Por ejemplo, los cambios de humor de los menores cuando se les intenta imponer unos límites de uso. Algo que no es fácil, sobre todo cuando no los han tenido durante años. La respuesta, en ocasiones, puede llegar a ser violenta. Como la del joven que asiste a terapia en el Centro específico para el Tratamiento y la Rehabilitación de Adicciones Sociales (Cetras) que acabó tirando el ordenador por la ventana tras una discusión con sus padres por este tema.
El informe de Unicef también revela que dos de cada tres jóvenes utilizan estos dispositivos sin control parental, pese a que el uso de la red comienza a los once años. Con todo lo que eso implica porque lo único que necesita un menor para 'ser' mayor de edad en Internet es simplemente decir que lo es, tal y como recuerda Álvarez desde Proyecto Hombre.
Contenidos muy medidos
Otro factor que ha influido en este uso desmedido de las pantallas son unos contenidos que están pensandos al milímietro para que los consumidores no suelten el teléfono. Por ejemplo, los videojuegos donde se han generalizado sistemas de recompensa y subida de niveles que hacen que el usuario cada vez quiera hacerse más fuerte y mejorar su posición respecto a los demás. O los contenidos sugeridos, ya sea en vídeos, publicidad u otras publicaciones, que siempre están adaptados a nuestros gustos, basándose en el rastro que ha dejado nuestra actividad previa en la red. Un bombardeo constante de notificaciones, estímulos y sugerencias que busca captar la atención constante del usuario. Sin dejar tiempo para pensar.
«Estamos haciendo que estos jóvenes estén menos expuestos a su mundo interior y que sean menos capaces de gestionar su propio aburrimiento, un concepto que se percibe como algo negativo, pero que es muy necesario para los procesos mentales y la creatividad», añaden desde Proyecto Hombre.
Es decir, casi nadie está ya en la consulta del médico reflexionando sobre sus cosas mientras mira al techo. El móvil absorbe cualquier tiempo muerto. Es el protagonista en los conciertos. La resolución de cualquier duda a los diez segundos de que se plantee. Es la tarjeta de crédito. El bar en el que se liga. El casino en el que se apuesta. El mapa que guía en la carretera. Un dispositivo que utilizan más de cinco horas al día los jóvenes durante el fin de semana, mientras la vida pasa al otro lado de la pantalla.