El impacto de las lluvias sobre los cultivos no sólo depende de la cantidad de agua caída en cada lugar, sino también del tipo de suelo. Como explica Luis Sánchez, ganadero y agricultor con explotación en Valladolid capital, en su zona, la de Torozos, que incluye pueblos como Villanubla, Peñaflor o La Mudarra, cuentan con terrenos que absorben agua con relativa rapidez, y «tres o cuatro días después de llover puedes entrar a trabajar».
En Tierra de Campos, en torno a Medina de Rioseco, sin embargo, el suelo es «más problemático» por arcilloso, «difícil de labrar cuando llueve». Y por Tordesillas o Medina del Campo, mientras, «enseguida se forman balsas de agua, pero es una zona que también puedes entrar más pronto que en Tierra de Campos porque ser arenosa», y por tanto «más permeable». De ahí que mientras unos prevean entrar a trabajar en pocos días, otros asumen que no tardarán menos de dos o tres semanas; o más si volviera a llover en ese intervalo, claro.
Pero hay algo que también preocupa con independencia del tipo de terreno, y es el valor de las futuras cosechas. Como advierte Borja Vara desde Ataquines, si ahora les toca correr a todos para recuperar el tiempo perdido, «luego vamos a ofrecer el producto también todos a la vez, sin entregas escalonadas que sí suelen darse normalmente». Así que «la merma en el precio puede ser importante», aunque ahora lo que preocupa más es lo urgente: entrar cuanto antes, pero midiendo bien cuándo, sin precipitarse para no estropear más de lo que se pueda recuperar.
Luis Sánchez, ganadero y agricultor en Valladolid: «El agua ha caído sin causar daño en nuestra zona y casi nos asegura ya los pastos»
Luis Sánchez Gallego, ganadero de extensivo con 55 años de edad y más de media vida en el campo (desde que acabó la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola), tiene un centenar de vacas limusinas (para carne) y también en torno a un centenar de hectáreas que trabaja para la provisión de forrajes: avena, raigrás, veza, alfalfa... Él solo se guisa todo, sin empleados, y ellas comerán este año especialmente bien.
«Por aquí el agua ha caído sin causar problemas, nos retrasa pero no mucho porque nuestro suelo se seca rápido, y ya casi nos ha asegurado los pastos», aprecia desde su explotación, en la carretera que lleva a Villalba de los Alcores, pero dentro del término de Valladolid. «Una vaca suele comer casi dos euros por día», estima, y si no hay lluvia, ese coste «se puede ir a más de dos»; pero, cuando la hay, «se queda en un euro». Así que la diferencia entre unos y otros escenarios es abismal:«Hace dos y tres años no llovió nada, hubo escasez de forrajes y además tuvimos que comprarlos a precios altísimos», relata. La rentabilidad se quedó muy tocada y por eso advierte que muchos ganaderos redujeron sus cabañas de forma notable, incluido él. Este año, sin embargo, puede ser diferente.
Borja Vara, agricultor en Ataquines: «También preocupa lo que ya sembramos, al final no sabes si es mejor anticiparse»
Borja Vara es de lo que ya acumulaban «20 o 25 días» de retraso en siembras de remolacha, patata y zanahoria cuando empezó a cesar el temporal de lluvias el pasado lunes, a los que sumará «10 o 15 días» hasta que sus terrenos se sequen lo suficiente para entrar a hacer tareas pendientes, desde mediados de la próxima semana si es que no hay más lluvia de relevancia antes.
Su explotación está en Ataquines, pero tiene 570 hectáreas (entre las propias y las de alquiler) repartidas por otros pueblos e incluso por Zamora. Cuenta con dos empleados pero, al tener tanta superficie, si el tiempo lo permite, suele anticiparse a las fechas idóneas de siembra, y así hizo con parte de los terrenos donde trabaja la patata, aunque no por ello se libra ahí de inquietud: «También estoy un poco preocupado por la lluvia que ha caído después de esa siembra, por si podemos tener un problema a la hora de que nazca la patata», explica. «Yo creo que, ante la duda, mejor anticiparse, pero no sabemos realmente qué es peor». El campo no tardará en responderle pero, con tantas variables que valorar a lo largo del ciclo de cada cultivo, probablemente las dudas que despeje ahora vuelvan de nuevo en otra campaña.
Diego Llorente, agricultor en Villarmentero de Esgueva: «Fastidia que no hayamos podido sembrar remolacha aún, pero estamos a tiempo»
Diego Llorente está «fastidiado» por no haber podido sembrar la remolacha en marzo, pero confía en que no se le haga «excesivamente tarde» y no piensa quejarse por la lluvia. «Un año que llovió mucho lo hice y pasaron muchos meses sin que cayera una gota, y eso es peor», recuerda. «Además, también le va bien a otros cultivos», y Llorente toca «todos los palos»; incluida la colza, «que va a estar preciosa».
Él es tercera generación y su familia ha sido socia de Acor desde que se fundó la cooperativa. Cuenta con unas 700 hectáreas en torno a Villarmentero, de las que llegó a tener 50 con remolacha, aunque ya las redujo a menos de la mitad «por las restricciones de la CHD», que no le deja regar una parcela de alquiler con un pozo legal pese a trabajarla en rotación con otra en propiedad para la que sí dispone de permiso. «La remolacha sigue siendo rentable, aunque haya bajado un poco el precio esta campaña, que para eso llevamos años invirtiendo en placas solares y otras cosas con las que ganas eficiencia y competitividad». Y lo que depare la meteorología ya lo irá sobrellevando con el negocio diversificado:«Por mucho que llueva siempre escampa, la sequía sí que no tiene arreglo».