Si uno vive en Las Delicias seguro que no le sorprende. Pero abrir las puertas de madera del bar Varna significa entrar en un oasis en un zona de la ciudad donde el asfalto ha ganado metros y metros. Hace 14 años que Zlatina Todorova y Atanas Kasimirov se decidieron a abrir un restaurante donde antiguamente se ubicaba el bar Agustín, famoso entre los militares de la zona por sus calamares y rabas. Aunque Atanas quería lanzarse al mundo de los kebab –incluso llegaron a ver un local para ello–, finalmente optaron por un establecimiento más convencional, apostando por la comida de su país, Bulgaria, en sus inicios; ampliando poco a poco su oferta hasta hacer de las brasas hoy su pasión.
Zlatina había aprendido los secretos de la cocina durante más de un lustro en el bar Manantial, aunque ya antes con su familia había regentado una hamburguesería en su país de origen. Así que el sector le era de sobra conocido: «Y además nos gusta».
El nombre fue lo siguiente: «Somos de Varna –ciudad portuaria y costera situada en el mar Negro de Bulgaria– y al pensarlo, nos decidimos por él».
Lo primero que hicieron fue una remodelación para arrancar con platos balcánicos (búlgaros, griegos, turcos...), aunque poco a poco fueron girando hacia la gastronomía local por la propia clientela que tenían y porque muchos de sus compatriotas han ido abandonando la ciudad. Aun así, en la carta no faltan los guiños a esa cocina natal, como el kebapche, plato de carne picada, tipo salchichas, a la parrilla con especias; el kofta, preparación tipo hamburguesa hecha con carne picada; el hígado en cebolla; el queso rebozado o las ensaladas, como la shopska (con tomate, pepino, cebolla y queso feta) o la ovcharka (con tomate, pepino, cebolla, champiñón, huevo, jamón york, queso feta, pimiento y aceitunas).
Durante los primeros cuatro años, mientras tenían el bar abierto, siguieron reformando el local, ampliándolo en su interior con una terraza que explica lo del oasis en mitad del barrio. Con una capacidad para unas 40 personas, es la joya de la corona de este restaurante, para salir de la rutina diaria y de los estragos del calor cuando entra el verano.
El Varna, con Tina y Atanas en la cocina, más una ayudante, ofrece un menú diario, con cuatro primeros, cuatro segundos, postre más bebida por 12,50 euros: «Entre la oferta siempre hay algo de brasa». Y por las noches y los fines de semana todo se basa en una carta donde destacan los platos a la plancha o... la brasa.
Entre sus destacados no pueden faltar el calamar, por 14,50 euros, presentado con alioli y que en el verano tiene mucho predicamento; y la tabla parrillada, con chorizo, morcilla, panceta, alitas de pollo, brochetas de pollo y de cerdo, y costillas, más ensalada y patatas, por 32,50. De las brasas se encarga Atanas, que arranca el fuego con carbón vegetal de marabú sobre la una de la tarde. Pulpo, entrecots, chuletones o pinchos de lechazo por encargo... incluso fabada, hacen a la brasa.
El establecimiento, ubicado en la calle San José de Calasanz, 67, abre a las nueve de la mañana y cierre tras las cenas: «Intentamos que a las doce ya no haya gente en la terraza». A los 40 comensales de su exterior, se suman 30 en el comedor y otros 20 en la zona de la barra. «Tenemos muchos clientes del barrio, pero también de fuera... gente joven, mayor, grupos... un poco de todo», aseguran ambos. Todos buscando ese oasis en forma de terraza.