La raíz del refrán que dice que nunca llueve a gusto de todos es tan profunda que se pierde en el subsuelo de la sabiduría popular de hace ya unos cuantos siglos, aunque nadie duda de su origen agrario; ni tampoco de su certeza. Tan indiscutible el dicho como el propio hecho de que una lluvia a tiempo salva una cosecha igual que una inoportuna la puede arruinar; y marzo ha venido con agua como pocos años o, según la zona, como ninguno, tras haberse encadenado hasta cuatro borrascas.
Sólo las precipitaciones acumuladas en Valladolid durante las tres primeras semanas del mes (sin ser esta provincia de las más afectadas del país, ni mucho menos) han quintuplicado la media de todo marzo de las tres últimas décadas analizadas por la Agencia Estatal de Meteorología (1991-2020). Lo habitual es quedarse por debajo de 15 litros por metro cuadrado, pero esta vez se han superado los 75.
Han sido tres semanas de lluvias casi continuas que han dejado los suelos completamente empapados, hasta no admitir más agua y derivar excedentes a los cauces. Y durante esta última semana, tras un lunes que trajo incluso granizadas en la capital y diversos pueblos de la provincia, las lluvias han sido más débiles y dispersas, pero el jaque al campo persiste. No un jaque mate a la campaña, desde luego, pero ha puesto en alerta a los agricultores, que se han pasado el mes sin poder entrar a sus tierras y ahora están deseando verlas secas para poder pisar y recuperar el tiempo perdido, aunque sea a costa de asumir que tendrán que dedicar jornadas intensivas incluso de más de 20 horas, día y noche, para acabar cuanto antes con las labores pendientes por si viene otra borrasca que ya sería fatal. Los ganaderos, en cambio, aprecian que estas lluvias les aportarán más alimento natural para sus animales, lo cual conllevará un importante ahorro.
«A la ganadería extensiva les viene bien porque habrá una buena primavera con pastos naturales que evitan gasto en forrajes y piensos», explica el presidente de Asaja Valladolid, Juan Ramón Alonso. En el sector se suele estimar una proporción de más de dos euros de gasto por vaca y día en alimentación, por ejemplo, en épocas con escasez de pastos naturales, pero si estos abundan, los costes pueden quedarse en la mitad.
Respecto a la agricultura, preocupan 'cultivos de verano' o de regadío como la patata o la zanahoria, cuya siembra ya se debería haber hecho en marzo; o la remolacha, aunque en ese caso puede haber cierto margen extra. «Si tenemos ahora una tregua de dos o tres semanas se puede avanzar mucho en el campo», confía Alonso, «optimista por naturaleza». El escenario pesimista, que conllevaría más lluvia en las dos o tres próximas semanas, prefiere no mentarlo demasiado porque «eso sí sería preocupante». Y además, quienes se adelantaran con la siembra de patata o zanahoria tampoco se libran de cierta inquietud si sus terrenos se han encharcado, «porque se puede haber perdido lo avanzado y toca volver a empezar», si aún se hacen cuentas y resulta viable reinvertir en lugar de asumir la pérdida.
En cuanto a los 'cultivos de invierno', cereales como trigo, cebada, avena o centeno, los agricultores también están esperando a poder entrar a las tierras para aplicar tratamientos que ya deberían haberse llevado a cabo a principios de marzo. Desde la aplicación de fertilizantes nitrogenados, para garantizar el crecimiento de las plantas, hasta herbicidas o fungicidas, «que los trigos ya están dando síntomas de que van a ser necesarios», continúa Alonso.Porque los cereales ya están criando malas hierbas, y en cuanto suban las temperaturas, aunque sólo sea ligeramente, si no se tratan surgirán los hongos, en cuyo caso no darán cosecha. «Todo esto son prácticas agronómicas que tenemos que hacer y que a veces, por exceso de lluvias como las de este mes, te dificultan o te paralizan». Por tanto, «bienvenida sea el agua que ha caído, pero mejor que nos deje y que vuelva a caer hacia mediados o finales de abril». Sobre todo porque, aunque esta semana ya no haya llovido como en las anteriores, hay suelos arcillosos, como los de Tierra de Campos, que «requieren más tiempo para orearse» y secarse; al menos ocho o diez días libres de precipitaciones para después acceder.
El presidente de UCCL Valladolid, Valentín García, coincide en buena medida con el balance de situación de su colega de Asaja: «Necesitamos que ahora haga bueno, que caliente un poco, pero no demasiado, y que ya dentro de 20 o 25 días vuelva a llover», apunta, al tiempo que incide en advertir que «puede que haya algún problema de hongos insectos en el cereal». Y tira de refranero popular al recordar que «abril y mayo son las llaves de todo el año», aunque marzo ya ha traído más lluvia que muchos abriles otros años, a la espera de ver cómo resulta el que viene.
Entretanto, a García le preocupan además los precios, al apuntar que los del trigo o la cebada han caído en torno a un 10% en apenas mes y medio, «porque se está permitiendo que entre a espuertas del exterior», mientras los de los nitratos han subido más de un 30%.
En cuanto a la remolacha, Óscar Olivar, responsable del servicio agronómico de Acor, parafrasea el refranero al desear «que abril no sea de aguas mil». «Es cierto que se está retrasando la siembra y los trabajos en el campo, pero podemos estar a tiempo, y el mensaje a los agricultores debe ser de tranquilidad».Y también de prudencia: «Que no se precipiten a la hora de sembrar, porque hacerlo en un terreno con exceso de humedad puede pasar factura al cultivo a lo largo del ciclo». La remolacha requiere entre 180 y 220 días, «y abril también puede ser buen mes para sembrar». Si es que no llueve más en próximas semanas, claro.
«Hay que esperar a ver cómo viene el tiempo. Tenemos todo el mes de abril por delante, que no tiene por qué venir mal, pero insisto en que cada agricultor debe hacer una valoración de cómo es su tipo de terreno y la fecha de arranque. Se trata de jugar un poco con eso y adaptar la fecha de arranque, que los técnicos de la cooperativa tienen muy en cuenta la fecha de siembra para intentar alargar el ciclo siempre que se pueda».