La visita al Café Bar Papiro es obligatoria si uno tiene que ir a los Juzgados o a renovar el carné de identidad a la cercana comisaría de la Policía Nacional. Allí llevan más de 30 años Carlos Serrano y Lola Paunero haciendo de este local un lugar de peregrinaje en busca de un torrezno, un taco de bonito o un bocadillo de huevo con bacon. Su cocina es sencilla, de tapeo, raciones, de parada a repostar... castellana y de tradición. Y, aunque no son un restaurante, más de uno decide hacer su 'kit kat' para comer entre sus paredes. Y más tras alzarse el pasado domingo con el accésit al más votado por el público en el XXV concurso provincial de pinchos.
Carlos abrió, junto a un socio, el Papiro en mayo de 1991. Venía de trabajar en Continente y cambió su vida metiéndose en el mundo de la hostelería. En su ubicación, en la calle Torrecilla, 7, había por entonces una papelería con ese nombre. Y ambos decidieron mantenerlo. La idea inicial del establecimiento estaba más enfocada a la tarde y la noche.
Tres años más tarde, en 1994, con la partida de su socio, Carlos dudó entre seguir o dejar este sector. Lola le empujó a continuar y le apoyó dejando su trabajo en El Corte Inglés para entrar a trabajar mano a mano con él. Los dos apostaron por cambiar, desde la cocina, el bar. «Con comida tradicional sobre todo», señalan. Bromea Lola con que la primera tortilla de patatas la tuvo que tirar.
Torreznos en el Café Bar Papiro. - Foto: Jonathan TajesSu apuesta salió bien y hoy, treinta años después, son una referencia en la zona de Torrecilla. Comenzaron con raciones de pulpo y boquerones, y con canapés, y poco a poco fueron añadiendo otras ofertas. Ahora, además de los desayunos, «uno de nuestros fuertes», cuentan con una apetitosa barra, donde se dejan ver parte de las creaciones que salen de sus fogones: patatas bravas o alioli; bocadillos, canapés, tacos de bonito, callos, oreja...
Sus tres principales referencias son el bocadillo de huevo (a la plancha) con bacon, servido en pan cristal, por 1,9 euros; el taco de bonito, presentado con un langostino y una salsa vinagreta, «con algún secreto», por 3,5; y el torrezno de Soria, presentado con pimentón dulce y piparras, «por cambiar el habitual», por 4 euros. Pero no hay que desdeñar su oreja guisada con salsa de callos: «Salió tras presentarnos al concurso de pinchos por barrios con un fínger de oreja»; los boquerones, la ensaladilla rusa... y, por encargo, también cuentan con guisos, como callos con garbanzos, fabada asturiana y alubias con androllas.
«La gente viene a comer, pero sobre todo de raciones», reconocen Carlos y Lola, que abren desde las siete de la mañana y hasta las once de la noche, de lunes a viernes; y sábados, solo hasta las cuatro de la tarde.
Su clientela es, sobre todo, gente del barrio entre semana y de paso por su ubicación, al lado de los Juzgados y de la Policía, y muy cerca del centro: «Ahora se ha notado el bajón por la huelga de los funcionarios».
Con una capacidad para unas 40 personas en su interior y 16 más en la terraza, han apostado en las últimas semanas por pinchos elaborados... y han vuelto a acertar. Primero con el de barrio, que les abrió los ojos para presentarse al Provincial con un 'Papiro azteca': «Pensamos primero en uno más sofisticado pero al final, viendo que estamos al lado de la Casa Zorrilla y que él paso una larga etapa en México, nos lanzamos a este, aprovechando nuestro propio nombre. Se trata de un pollo guisado con mole y un chocolate con toque picante en la lacra». Ganaron el accésit al pincho más votado: «Lo hemos valorado casi mejor que si hubiera sido el del jurado».