Cuando Araceli Tejedor terminó el colegio ya sentía una cierta pulsión por ayudar a los demás. "Me llamaban las personas", recuerda. Así que, cuando una compañera suya se planteó estudiar Enfermería, pensó que era un barco al que ella también se podía subir. Una profesión perfecta para canalizar esas inquietudes. Y así lo hizo. Se matriculó en la Facultad de Medicina, donde por entonces, a principio de los 70, se impartían los estudios para ser ATS (Ayudante Técnico Sanitario), ya que en esa época no existía la carrera de Enfermería como tal.
Fue una decisión que marcaría su vida, para bien. Una vida entregada en cuerpo y alma a una profesión que considera "vocacional". Más de 45 años de experiencia, 31 de ellos dedicados a la gestión, que han hecho que Tejedor sea una de las candidatas este año a ganar la segunda edición de los Premios Nacionales de Enfermería en la categoría de Trayectoria Profesional. Dentro de su extenso currículum destaca, por ejemplo, haber formado parte del equipo que puso en marcha el Hospital Universitario Río Hortega, donde ha desarrollado casi toda su carrera profesional. Primero, como enfermera de la Unidad de Hospitalización del Área Médica y Quirúrgica; después, como supervisora en diferentes departamentos y, finalmente, como subdirectora de Enfermería de Atención Especializada hasta su jubilación a finales de 2019.
Un jubilación que no fue tal, porque cuando se desató la pandemia fue requerida por la Consejería de Sanidad para poner en marcha, junto a otras personas, el hospital de campaña que se instaló en la Feria de Valladolid para dar asistencia a los contagiados por covid. "Me llamaron un día a las nueve de la mañana para preguntarme si podía estar allí a las diez y no lo dudé", recuerda. La empresa no era nada fácil, sobre todo por la urgencia. "Cuando llegué nos explicaron que íbamos a estar en el pabellón cinco, con 22.000 metros cuadrados con casetas de obras que estaban perfectamente montadas, equipadas con oxígeno central, con un equipo de bioseguridad muy competente que logró que no hubiera ninguna persona contaminada", explica.
La puesta en marcha fue muy compleja. Ella, junto a otras dos personas, conformaron la plantilla con sanitarios voluntarios que en ese momento no estaban trabajando. Llamando uno a uno. "Lo hicimos entre un viernes por la tarde y un domingo y conseguimos conformar una plantilla entre personas que venían de distintos entornos, por ejemplo, enfermeras y auxiliares que habían estado en mutuas de trabajo, pero que en ese momento no estaban trabajando, y lo mismo con personal de clínicas dentales, entre otros", asegura. El lunes ya estaban todos listos en el pabellón. "Fueron personas extraordinariamente comprometidas, motivadas y trabajadoras, todo el personal sanitario se convirtió en referencia para la sociedad", dice.
Ahora, a sus 70 años, y ya jubilada 'de verdad', echa la mirada atrás y ve una vida laboral plagada de satisfacciones. "He sido muy feliz en el trabajo", reconoce. Y lo ha sido con sus compañeros, con el contacto directo con los pacientes y con los profesionales a los que ha formado, ya que entre 1989 y 2003 fue profesora asociada de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Valladolid, en el área médico-quirúrgica. Para Tejedor, el reciclaje es una parte muy importante de su trabajo. "Siempre he procurado formarme en aquellas áreas en las que estaba trabajando, sin perder la vista sobre qué es lo que quería hacer", añade.
Con 45 años de experiencia a sus espaldas, Tejedor ha podido comprobar cómo ha cambiado la profesión en este casi medio siglo. "Nosotros éramos una profesión técnica y ahora somos universitarios con la capacidad de ser licenciados y obtener el doctorado", explica. Aunque en esencia, su misión es la misma: "cuidar a la sociedad en todas las etapas de la vida, desde el nacimiento a la muerte".
Lo que tampoco ha cambiado son los elementos que son necesarios para ser una buena enfermera: "motivación para estudiar y trabajar, ilusión y ganas". Para ella, es una profesión vocacional, pese a los recelos que a veces despierta este término. "Cuando alguien me dice que su hija quiere ser enfermera, yo siempre les digo lo mismo, que es una profesión preciosa que te da muchas satisfacciones en la vida, pero, si no está dispuesta a plantearse la vida de cierta manera, que incluya trabajar noches, festivos y vacaciones, cubriendo necesidades que son sobrevenidas y trabajar con el dolor, el sufrimiento y la muerte, que no lo haga".
A pesar de su jubilación, Tejedor, palentina de nacimiento, pero vallisoletana de adopción, sigue ayudando a los demás. Ahora lo hace como voluntaria para Cáritas.
Una vida de entrega que puede valer un premio nacional de enfermería. Tejedor compite con tres compañeras de Cuenca, Cantabria y Madrid, y un compañero de Badajoz. El galardón se determinará con las votaciones de un jurado y la popular, que está abierta hasta el 15 de octubre.