Como era previsible, Feijóo no sacó adelante el proceso de investidura al no conseguir la confianza de la Cámara plurilingüe (le faltaron cuatro votos). Con la utilización de las lenguas cooficiales, algunos se han venido arriba y trasladan cierta euforia afirmando que ahora el Congreso de los Diputados es más español. Yo eché en falta el lliones y el bable y me gustaría que todos mejorasen el castellano. La hablamos más de 493 millones de personas.
El fracaso del líder del PP en la investidura es idéntico a los que tuvo Sánchez en dos ocasiones recientes (2016 y 2019). El actual presidente en funciones tiene el récord de ser el candidato para ser investido que ha fracasado por partida doble, conoce bien el tiempo amargo de una investidura fallida. En la primera ocasión le faltaron 46 votos y en la segunda, 52. Sorprende que, aunque los problemas mnésicos de Sánchez ya no sorprenden a casi nadie, antes y después de la investidura de Feijóo haya sido tan crítico, llegando a calificarla de «paripé» y «pérdida de tiempo». ¿Cómo calificaría a sus dos sonoros fracasos? Vaya usted a saber, en su afán de destacar en todo, cualquier cosa cabe en sus cambiantes neuronas.
El debate lo ganó Feijóo con solvencia, solidez, soltura y buena esgrima en la dialéctica parlamentaria. Sánchez, como casi siempre, fue de sobrado y se escondió en el silencio, contribuyendo más al desprestigio de las instituciones. Para no dar la cara sacó a un banderillero de tercera, a un defensa central suplente con aires de matón de barra de bar. Yolanda Díaz se ocultó entre sus mechones rubios.
Sabemos que la fecha para el proceso de investidura de Sánchez será antes de dos meses. Las negociaciones para recabar-mendigar apoyos comenzaron en el minuto uno de perder las elecciones del 23-J, al parecer ha habido mucho besuqueo veraniego. El PSOE, durante este tiempo, ha intentado negar y ocultar las negociaciones, han buscado, según ellos, la discreción y el respeto -no se rían, no es una broma- al momento Feijóo. A partir de ahora, finaliza el debate de investidura y comienza 'el debate de concesiones' de Sánchez. Las negociaciones se centrarán en cuánto ceder y otorgar para conseguir continuar en la Moncloa. El camino del chantaje y la humillación ha comenzado, será breve pero indecente. Es el momento del frente común independentista, comienza la carrera por el protagonismo y colgarse medallas. Quieren decidir dónde empieza y termina España.
Sumar, que engloba quince formaciones de perdedores históricos y que ha obtenido un incuestionable fracaso electoral, no solamente no ha ocultado las negociaciones, si no que su líder, entre aspavientos, ha teatralizado y sobreactuado con ellas, al tiempo que se ha dedicado a dar lecciones a Feijóo, quien en sucesivas elecciones gallegas la situó fuera del parlamento. A estas alturas, los socios de gobierno en funciones nos tienen acostumbrados a estos sainetes, en donde unos van de discretos y respetuosos y otros se ponen el mundo por montera, importándoles 'tres narices' el qué dirán, y lo que es peor, también España.
Como el ambiente político pre-investidura era pacífico, sereno, agradable y sosegado, rápidamente algunos de nuestros políticos decidieron calentarle para evitar caer en el tedio. Así, Xavier Trias (Junts), seguramente uno de los mejores consejeros de Sanidad que ha tenido el Sistema Nacional de Salud en los primeros años, perdió la sensatez al afirmar que el PSOE «tramó» el golpe de Estado del 23-F para frenar el desarrollo autonómico. Afortunadamente, nadie le siguió o hicieron como que no le habían escuchado. El mismo día, casi a la misma hora, en la Comisión de Estudios del Parlamento Catalán, Junts cifró en 450.900 millones la «deuda histórica» de los últimos 33 años del Estado con Cataluña. Para que se hagan una idea, queridos lectores, es el equivalente a los Presupuestos Generales del Estado de 2022 y supone un tercio de todo el PIB español. Resulta difícil compartir o comprar este asunto, da vértigo y pánico pensarlo. Me comenta una amiga, inspectora de hacienda -hay que tener amigos hasta en el infierno- que la secuencia es clara: enriquecer Cataluña, empobrecer España e independizarse con la saca llena.
El presidente de ERC, Oriol Junqueras, no quiere ser menos que el resto y ha informado que la amnistía ya estaba acordada y pactada desde agosto. El líder republicano necesita ganar protagonismo y peso en la negociación de la investidura de Sánchez. En el horizonte están las elecciones catalanas, es la preocupación de ellos y de Junts. El PNV, cada día más difuminado, también busca que se le visualice y, como siempre, solo le preocupan sus intereses nacionalistas. La novedad, en esta ocasión, son sus temores motivados en que Bildu, en las elecciones autonómicas vascas de la próxima primavera, se haga con la Lehendakaritza, para evitarlo necesitará los votos socialistas. No me fiaría, no sería extrañó que Sánchez apoye a Bildu. En esta ocasión, la derecha peneuvista se ha comportado como un auténtico 'pagafantas'.
Sánchez, desde EEUU, ha indicado que «será coherente con su política de normalización y estabilización de Cataluña». Pónganse en lo peor, él y su doctrina, que tiene más virajes, giros, cambios y recorridos diferentes que la llamada 'bala mágica' de la Comisión Warren sobre el asesinato del presidente JFK, puede salir por cualquier sitio.
El PP saca músculo y unidad por las calles de Madrid, un buen chute de autoestima. Me comentan que en el mitin-concentración se sentía que el clan gallego que se trajo Feijóo a la capital «de ninguna manera» es muy querido.
El Clan de la Tortilla, la quintaesencia del socialismo español, se reunió para la presentación por colleras, entre Felipe y Guerra, de un libro de este último. Criticaron con contundencia y rotundidad la política catalana de Sánchez, enseguida Puigdemont, haciendo uso de sus dotes diagnósticas, etiquetó que «España está podrida en sus cimientos». El PSOE se atrevió con Redondo Terreros, pero no se atreve a matar al padre. Deberían leer más a Freud.
Estos son los compañeros de viaje de Sánchez para mantenerse en el gobierno. Ha cambiado a los socialdemócratas del Clan de la Tortilla por las derechas supremacistas e independentistas de la 'Tribu de la butifarra y la txistorra'. Con estos socios no se puede ir ni a heredar, con él tampoco. Sánchez dice querer dar una salida al conflicto catalán, mientras lo que persigue es no salir él de la Moncloa.
La negociación de Sánchez con 'la Tribu' se centra exclusivamente en cuánto cede y les otorga para conseguir sus votos. Estos son sus aliados (Junts y ERC), ambos solo quieren amnistía, dinero e independencia. Todo lo que hasta ahora parecía imposible para los independentistas, se ha ido haciendo realidad.
Las cicatrices que dejará buscar votos debajo de las piedras (Sánchez dixit) y traspasar tantas líneas rojas, no se cerrarán ni con Betadine ni Paracetamol. Tampoco se olvidarán con una ley de memoria sobre el sanchismo, ni se borrarán con el mejor cirujano de estética. Nunca me han gustado quienes se alegran de lo que hacen sin avergonzarse de sus consecuencias. Como en otras ocasiones históricas, afortunadamente hay una tercera España que lleva tiempo cansada y avergonzada de este ambiente tenso y polarizado donde lo único que prima es el comercio de votos y donde el fango reboza la política. Estoy y estaré siempre con ellos. La txistorra y la butifarra siempre me han resultado indigestas.