"A veces las familias no se saben hacer cargo de sus hijos"

S. González
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Entrevista a Alejandro Villena, director clínico y de investigación en la asociación Dale Una Vuelta, sobre los retos y consecuencias que arrastra la pornografía en los adolescentes

Alejandro Villena, experto en sexología, es director clínico y de investigación en la asociación Dale Una Vuelta.

La pornografía ha entrado de lleno en nuestras vidas a través de internet y preocupa las consecuencias que tiene en adolescentes que comienzan a consumir con 9 o 10 años. Alejandro Villena, experto en sexología, es director clínico y de investigación en la asociación Dale Una Vuelta, y el pasado viernes ofrecía una charla, organizada por Trechel en el Ayuntamiento de Simancas, sobre los retos y consecuencias que arrastra la pornografía en los adolescentes.

¿La adolescencia no es un poco temprano para comenzar con la pornografía? ¿Ya existe una relación entre ambos?
Bueno, yo creo que uno de los grandes problemas es que todos tienen un armario de Narnia en su bolsillo que es el teléfono móvil. Es una especie de mundo fantástico al que accede pensando que es algo inocente para entretenerle o porque a veces las propias familias no se saben hacer cargo de de la educación de sus hijos y eso pues les pone en riesgo. 

Y ese acceso tan temprano a la tecnología hace que la industria de la pornografía sepa y tenga perfilado a los diferentes usuarios y se encarga pues de ir poniendo semillitas y pequeños anzuelos en videojuegos, publicidad o redes sociales. Un adolescente que no busca realmente la pornografía, porque los primeros contactos son a los 9, 10, 11 años, son accidentales, no hay un deseo consciente y deliberado de encontrarse con ese material, sino que les aparece por accidente y bueno, pues eso ya les va a generando curiosidad, a la vez excitación, a la vez culpa, a la vez es algo oculto y todo eso pues va generando un caldo de cultivo para convertirse luego en una actividad ya más frecuente y repetida conforme se van desarrollando. 

¿Existen encuestas o estudios que visualicen cuál es la realidad de este problema en España?

Sí, tenemos investigaciones que se han hecho en varias comunidades autónomas que nos indican que el primer contacto está entre los 9 y los 11 años y que uno de cada diez lo hace antes de los 8 años. A día de hoy el 97% de chicos y casi el 80 por ciento de chicas, menores de edad, admiten haber visto pornografía, según algunos estudios.

Esto ha cambiado de forma radical en comparación con 2009, cuando estaba revolucionándose el teléfono móvil. En el caso de los varones se ha duplicado y en el caso de las chicas se ha multiplicado por 10 prácticamente. 

¿Quiere esto decir que ya casi no hay diferencias entre chicos y chicas en el consumo de pornografía?

Todavía hay diferencias, aunque está cambiando, quizá por cuestiones culturales y por los mensajes que está mandando la industria de la pornografía a las mujeres para intentar que ellas también consuman, porque culturalmente ahora la mujer tiene más libertad sexual que hace 20 años. A pesar de ello, tradicionalmente ha sido el varón el que más consumía, el contenido estaba muy enfocado a que el varón siempre ganara, a que la pornografía y su sexualidad fuera muy vigorosa, potente y la mujer debía ser un vehículo de placer. Lo que vemos es que en el varón genera más adicción, de hecho por cada cuatro adicciones de un chico hay una solo en una chica, así que la prevalencia es bastante clara.

Los índices de tolerancia, es decir, la necesidad de ir a géneros más extremos o pasar más tiempo viendo vídeos, ocurre más en los chicos que en las chicas. Aunque parece que en éstas puede producir un efecto diferente con respecto a la socialización de género, en el que la chica normaliza permitir la violencia y el varón lo que normaliza es ejecutar esa violencia. La chica adquiere un manual de instrucciones donde considera que permitir la violencia es algo deseable, esperable y normal y por tanto le cuesta distinguirlo en la vida real.

¿Esta puede ser la causa de que las jóvenes admitan ahora mayor control de sus parejas o consideren normales ciertos comportamientos agresivos o violentos?

Bueno, no sé si hay un único origen. Probablemente no tenga que ver solo con ello, pero la pornografía sí que legitima y normaliza este modelo, lo alimenta, como gasolina que aumenta el fuego. Tampoco ayuda el propio acceso a la tecnología o la posibilidad de tener control sobre el otro. Quizá también hay estereotipos sociales, donde se considera aún que a nivel de pareja es esperable esa dependencia, esa relación tóxica. Modelos como el de 'La isla de las tentaciones', ahora que se ha hecho viral, tampoco hace mucho bien. 

De alguna manera, los inputs que reciben continuamente desde redes sociales o televisión les va confirmando ese modelo, y aunque los adultos les expliquemos o hagamos algún taller de forma esporádica, pues claro, si tú todos los días recibes violencia y de vez en cuando un poco de paz, pues al final te acostumbras y crees que la vida es violencia. Si todos los días te hablan en chino, y solo un rato en español, pues aprendes chino y no español.

¿Y de todo esto quién tiene la mayor responsabilidad:los padres, la educación, la sociedad?

Para mí es un responsabilidad con tres patas. La familia es clave para la prevención, el control del acceso temprano a la tecnología y una educación sexual desde la naturalidad, con un enfoque saludable y positivo sin prejuicios, a la vez que desarrollando el pensamiento crítico de que no todo es bueno o todo vale. 

Luego tendríamos el ámbito educativo, escolar, donde se puede hacer un trabajo transversal de educación afectivo sexual, pero eso solo podría existir si las familias están alineadas. La otra pata es la institucional, que debería dar soporte para ofrecer investigaciones y formaciones y sobre todo para sancionar a la industria, porque si no se ataca a la industria, que se está lucrando a través de ese consumo ilimitado de pornografía o de tiempo en internet, pues estamos viendo que es difícil frenarlo. Por tanto creo que también el papel de regular la industria, ayudarles a que sigan creciendo tecnológicamente, que eso es estupendo, pero no a costa de la salud mental de nuestros jóvenes y encontrar un equilibrio en todo ello, va a ser muy interesante.

Pornografía y sexo están claramente unidos, pero ¿cómo afecta eso al entorno, a las relaciones, a la emociones o a los comportamientos?

Lo que hemos visto en las investigaciones recientes es que aumentan los niveles de ansiedad y tristeza. El joven se va aislando, se va deteriorando la gestión de las emociones y se acaba regulando de manera como más compulsiva, se va alejando de las cosas saludables de la vida, pierde interés en otras actividades e incluso puede deteriorar su rendimiento académico. 

Cuando son más mayores, puede llegar a tener impacto en su relación sexual, deteriorar su deseo, tener dificultades para la excitación, porque han normalizado tanto ese sexo tan rápido, tan compulsivo, que al cuerpo le cuesta cuando vuelve a las relaciones y el sexo de la vida real que requiere de otro ritmo y otro compás. De alguna manera, se pierde el control porque el cuerpo se ha acostumbrado a la cocaína del sexo, algo intenso, rápido, muy potente, pero que en realidad nuestro cerebro no está preparado para digerir eso. 

¿Qué consecuencias puede tener este contacto temprano con la pornografía en la vida joven o adulta?

Bueno, son personas que se vuelven más irritables, que dependen mucho de las pantallas y que cada vez necesitan consumir más pornografía, por tanto ésta toma mucho protagonismo en su vida. Esto puede afectar a su descanso y al propio rendimiento académico, por lo que tiene un impacto en su vida en general, además de ese aislamiento, pérdida de red de amigos y de apoyo.

¿Se puede establecer alguna relación entre este consumo de pornografía y la violencia machista?

La pornografía, en su gran mayoría representa a la mujer como un objeto, no como a un sujeto. Lo que nos indican las investigaciones es que el consumo de pornografía favorece el sexismo hostil, la probabilidad de perpetrar violencia o de ser coercitivo a nivel sexual, aumentan los mitos de la violación y los estereotipos de género. De alguna manera, es parte de la ecuación de las agresiones grupales o de la violencia porque normaliza este tipo de sexualidad donde puedo acceder al cuerpo del otro sin su deseo y sin consentimiento, ya que la mujer siempre está disponible para mí y además lo va a disfrutar porque yo, el varón, me encargaré de darle el placer que se merece. 

¿Cómo se puede prevenir que un adolescente llegue a esta situación?

Se pueden hacer muchas cosas, principalmente educación digital desde la familia, pero también en el aula para proteger a los adolescentes, que sepan manejar la tecnología y conozcan sus riesgos, que entiendan que en internet hay peces muy bonitos de colores y también tiburones, como en un océano y que sepan pedir ayuda. 

Y la educación sexual, sobre todo emocional, enseñar que la sexualidad tiene que ver con el respeto al otro ser humano, con el cariño, la ternura, la necesidad de hacerme cargo de su mundo interno, de sus emociones y necesidades afectivas.

Si ponemos el foco ahí, la asociación entre pornografía y violencia disminuye. Si hay mayor apoyo y cohesión familiar y conversaciones con naturalidad vamos a conseguir prevenir todas estas consecuencias y aunque el adolescente, lo más probable es que encuentre pornografía en internet, incluso que la consuma de forma esporádica o regular, no sufrirá efectos tan negativos pues tendrá una especie de capa protectora que le protege del impacto, y que lo amortigua un poquito mejor.

¿Podría ayudar la prohibición de móviles en las aulas o tener una edad mínima para tener uno?

No me gusta hablar de prohibición, sino de protección, porque determinadas restricciones a algunas edades son protecciones. Prohibirle a un niño de 9 años ir a un club de striptease es protegerle de algo que puede ser negativo. Pero sí que creo que al final pues debemos educar en esa responsabilidad y ese pensamiento crítico para, por ejemplo, evitar los dispositivos de uso personal en el colegio, cosa que es bastante de sentido común porque no lo necesitan para nada. 

Otra cosa es que haya una clase de informática donde se les enseñe a hacer Excel, a manejar inteligencia artificial o lo que quieran, siempre y cuando sea de forma controlada y supervisada. Debemos ser cautos y proteger y limitar al principio el uso de smatphones e ir acompañando poquito a poco.