Las convicciones no siempre valen en el ejercicio de la política. Si no se sustentan en pruebas inequívocas, testimonios irrebatibles, y decisiones de los tribunales, tomar decisiones expeditivas son de una imprudencia tal que pueden destrozar poderosas biografías y a relevantes personajes. Incluidos los que no han esperado a las decisiones judiciales.
Ábalos promovió a un hombre oscuro, atrabiliario, propio de un personaje de Torrente más que de un asesor político y consejero de una empresa pública. En cualquier país se miraría del derecho y del revés la biografía de Koldo García Izaguirre antes de darle protagonismo político o empresarial.
Dicho esto, y dicho que la Justicia debe llegar hasta el fondo del asunto para ver qué es exactamente lo que ha ocurrido con la llamada trama de las mascarillas, Pedro Sánchez, llevado una vez más por su soberbia infinita, ha tomado decisiones de alto riesgo. A él nadie le dice qué debe hacer y qué no. Se obedece, y punto. Y en esta ocasión ha conseguido que su actual persona de confianza Santos Cerdán haya cumplido sus instrucciones. Pero se ha encontrado con un José Luis Ábalos que ha puesto pie en pared plantando cara al presidente de gobierno y secretario general del PSOE.
Ábalos está considerado un hombre polémico, probablemente con trastienda oculta. Pero en el caso Koldo no hay nada que le implique directamente, excepto que promovió a Koldo a ser lo que hoy es. Sin embargo Sánchez se encuentra en una situación muy débil, con su imagen dañada, el PSOE destrozado y unos resultados electorales tan desastrosos que cualquier dirigente político habría dimitido para que su partido eligiera a alguien más eficaz y con mejor cartel. Pero ha optado por envolverse en la bandera de la integridad moral. Y, al mismo tiempo que ataca de forma inmisericorde al PP por corrupción sin recordar que su partido es el que cuenta con historia más corrupta, presenta en bandeja a la opinión pública la cabeza de Ábalos como si fuera el jefe de la trama. Que a lo mejor lo es, pero no lo era judicialmente cuando ordenó descabezarlo.
José Luis Ábalos se ha plantado. No renuncia al escaño porque, explica, quiere defender su honorabilidad. Le ha dicho a Carlos Alsina que no tiene manta de la que tirar, ni tampoco es una bomba de relojería. Se le vio emocionado y también dolido. Le han llamado compañeros, pero le ha fallado aquel que más le debe, el hombre al que ayudó de forma muy inteligente para que regresara triunfante a la secretaría general del PSOE después de ser expulsado, y se hiciera con el gobierno a través de una moción de censura.
Abalos es un hombre cercano, abierto, que trata a los militantes como uno más de ellos. Se le quiere. O se le quería, precisamente porque es todo lo contrario que Sánchez. Va de frente y defiende a los suyos.
Sánchez puede salir muy "tocado" de esta historia.