Patrick Ebert está de moda. En Valladolid, en la Liga española y en su Alemania natal. El extremo blanquivioleta ha marcado en los dos últimos partidos ligueros, ante la Real Sociedad y Osasuna. Dos auténticos golazos que han hecho que el nombre de Ebert resuene con fuerza en todas las direcciones deportivos de los clubes españoles y germanos; y de paso, han recordado la historia de uno de los fichajes sorpresa de este verano.
Este extremo de 25 años y 1,72 metros está viviendo su primera experiencia fuera de su país. Era una incógnita antes de llegar a Valladolid a pesar de haber formado parte de la Alemania de Khedira, Ozil o Neuer, campeona de Europa sub 21 en 2009. Sus 8 goles en 121 encuentros con el Hertha de Berlín, algún incidente nocturno y un acto de auténtico héroe precedían al extremo antes de que fuese presentado por Miroslav Djukic en la sala de prensa de Zorrilla.
Fue el 28 de julio, un día después de que el club anunciase su fichaje. Una semana para cerrar el contrato por dos temporadas de un futbolista que tenía que hacer olvidar a Sisi o Nauzet. Tres meses después, el alemán es un fijo para Djukic y uno de los ídolos de la afición blanquivioleta, por su lucha constante dentro del campo, por su fuerte personalidad y por su calidad, con esas dos obras de arte consecutivas: chut desde 30 metros y vaselina culminando una contra.
Pero antes de esto, hubo dudas. Muchas. Aunque llegó con dos semanas de entrenamientos, la primera impresión que dio es que estaba pasado de peso. Tras la primera sesión física, algunas voces llamaron la atención sobre su estado. El alemán lucía muchos tatuajes, una apariencia física similar a Beckham, por el cambio de peinados, y dificultades de adaptación por el idioma. Rukavina fue su primer ‘ayudante’, gracias al paso del serbio por la Bundesliga.
Además, algunos recordaron que en Berlín fue bautizado con el sobrenombre de bad boy (chico malo en inglés), por algunos problemas nocturnos (en 2007 perdió el carné de conducir por ir ebrio; y en 2009 rompió varios espejos de coches, por lo que recibió una multa, que algunos cifran en 50.000 euros).
Ebert había pasado toda su vida deportiva en el Hertha, donde estuvo a punto de ganar una Bundesliga en la campaña 2008/09 y donde vivió dos descensos y un ascenso. Antes de llegar a Valladolid, era uno de los últimos héroes de aquella campaña en la que hasta la última jornada, los berlineses optaron al título. Allí también había vivido aquellos incidentes y varios lesiones. Otro hándicap previo a desembarcar en España. El Everton inglés y el Hoffenheim se habían interesado por él -se habla de una oferta entre los 2 y los 3 millones de euros-, pero él se mantuvo fiel al Hertha, que le había permitido jugar en las categorías inferiores de la selección alemana, hasta esa sub 21 campeona de Europa (se midió a la España de Sisi o Asenjo en ese torneo).
Precisamente Khedira y Ozil fueron dos de los que le aconsejaron que fichase por el Valladolid y jugase en España. Y así lo hizo. Con ambos mantiene relación y es algo habitual ver a Ebert en Madrid o en el Bernabéu en cuanto tiene tiempo libre.
Así que con un currículo aún por hacer y mucho por demostrar, Ebert se presentó en Valladolid con traductor y Djukic de maestro de ceremonias.
Desde el primer día mostró su carácter dentro del campo y se ganó su sitio en el once. A principios de agosto, en El Norte de Castilla recordó el episodio que hizo olvidar el sobrenombre de bad boy. En junio de 2011 evitó que un hombre se arrojase al metro en un acto que tuvo repercusión en varios periódicos de la zona. Ebert escuchó los gritos de una mujer pidiendo ayuda desde dentro de una estación de metro de Berlín. La mujer trataba de evitar que su pareja, de unos 120 kilogramos, se tirase a las vías. El ahora futbolista blanquivioleta la ayudó y logró, tras tres minutos de agonía, que algunas personas más evitasen el fatal desenlace.
Ahora, ya empieza a estar asentado en Valladolid. Dentro del campo habla en español, aunque fuera sigue concediendo entrevistas en inglés. Su primer gol fue para su madre, que había venido a verle. El del domingo lo celebró con rabia. En la zona mixta es uno de los más bromistas y no duda en buscar la sonrisa de los entrevistados. Dentro del campo se transforma. Presiona, corre, atosiga, habla, pide el apoyo de la grada. Es un auténtico bulldog. En las últimas semanas, el futbolista está de moda. Esta misma semana ya se le vincula al Valencia, equipo al que se enfrenta el domingo. ¿Casualidad? No. Su cláusula, alrededor de los 9 millones.