Son más de 60 años dedicado al mundo de la cultura y ha logrado el reconocimiento por su trabajo en numerosas ocasiones. Pero Enrique Cornejo, productor teatral y gestor del Teatro Zorrilla, asegura que ser nombrado como Hijo Predilecto de Valladolid es el más importante de todos. Ya tenía decidido mudarse a su ciudad, pero ahora también traerá su empresa cuando encuentre un espacio «céntrico y bonito». Y en su cabeza ya está a quién o qué entidad donar su biblioteca que guarda la historia de todas sus producciones. Cornejo solo tiene alabanzas para su Valladolid, de la que destaca a su gente, «personas con valores y entendidas de teatro». Y asegura que si una producción es bien acogida en la ciudad, logrará el triunfo también fuera de ella.
¿Qué supone para usted el reconocimiento como Hijo Predilecto de Valladolid?
Es un orgullo. Este reconocimiento de mis paisanos, de mi ciudad, a toda una carrera de más de 60 años. Cuento con muchos, por fortuna, pero éste es el más importante sin lugar a dudas.
Este para mí tiene mucha importancia. Es una doble importancia, primero por el reconocimiento en sí, que lo agradezco enormemente y que desde luego pongo como el más destacado de mi vida. Pero también porque ha habido unanimidad en la concesión.
Les doy las gracias a los componentes de la Corporación, que no tengo el gusto y el honor de conocer, pero, si valorado que por mi trabajo y por mi amor a Valladolid, me merezco este reconocimiento, pues yo también se lo valoro a ellos en la gratitud.
¿Esto asegura que su carrera seguirá vinculada a Valladolid?
Totalmente. No solo voy a estar vinculado a Valladolid como hasta ahora, sino que voy a trasladarme a la ciudad. Ya había tomado esa decisión, pero trasladaré a Valladolid toda la empresa.
¿Este traslado supone la creación de puestos de trabajo?
No se puede trasladar a todas las personas que están trabajando en Madrid y tenemos que pensar en contratar a gente de Valladolid. Tengo mucha relación con la ciudad y sé de la valía de mucha gente. Para mí, todo lo que huela a Valladolid es calidad.
¿Se ubicará en el teatro Zorrilla?
No porque no tengo la garantía de que vaya a gestionar el teatro Zorrilla siempre. Este teatro sale a concurso y yo participo en él, pero si un año no gano este concurso, tendría que marcharme. Por ello, estamos buscando oficinas en Valladolid, pero tienen que ser tan bonitas como las de Madrid. Y deben estar en el centro porque yo soy muy de estar en el centro.
¿Tiene en mente algún espacio en concreto?
No. Pero tiene que ser algo céntrico, que tenga luz y que sea amplio. Busco espacios amplios porque mis oficinas de Velázquez están rodeadas de afiches, de recuerdos, de premios y muchas cosas. Y en cuanto a mi biblioteca, la voy a donar a Valladolid.
Es una noticia importante. ¿Cuántos volúmenes tiene?
Hay bibliotecas más amplias, pero tendré unos 2.000. Pero la donación se hará en una fase más adelante. Cuando ya esté en Valladolid, veré su ubicación. Tengo que mirar cómo hacerlo porque la idea es que alguien siga con ella. Hoy las bibliotecas, lamentablemente, no tienen interés porque internet a devorado el papel, pero siempre es importante esta documentación. Yo tengo de cada obra que he hecho, que se acerca a las 500, tengo toda la documentación, como un notario que tiene archivadores libro con los lomos rojos. Y dentro de esos libros archivo tengo la historia de cada obra y, claro, eso es de un gran valor profesional y sentimental. Al fin y a la postre, es cultura. Y todo esto también lo quiero trasladar.
Es como cuando uno sale de su casa una temporada y vuelve con las maletas llenas, ¿no? Yo las tengo llenas de trastos. Vuelvo con una gran ilusión y para estar allí en Valladolid.
¿De qué se siente más orgulloso?
Primero de haber llegado hasta aquí haciendo lo que más me ha apasionado siempre que es el teatro. Y luego me siento muy muy orgulloso de mi retorno a Valladolid. Estoy muy contento. Uno cuando sale y se aposenta, no voy a decir triunfa, pero cuando se instala y destaca en una ciudad tan grande, como Madrid, París o Londres... Pero siempre habla de su origen que es Valladolid. El recorrido ha sido largo, fructífero y hermoso, pero lo romántico es que vuelvo de donde partí. Vuelvo con los míos, aunque ya lamentablemente los tengo enterrados en Valladolid. Pero voy a estar cerca y viviendo día a día lo que para mí significó la ciudad, que es lo que me ha empujado a hacer lo que soy, y que es la cultura.
Valladolid es una de las ciudades más importantes del mundo. Lo tienen que saber, no ya en toda España, sino en el mundo. Tenemos su historia, grandes museos, una gastronomía extraordinaria y tan bien valorada a nivel internacional. Pero tenemos, sobre todo, sus gentes, porque Valladolid es una ciudad de valores. Lo ha sido siempre y yo, desde luego, todo cuanto he hecho en mi vida, ha sido bajo el prisma de los valores que adquirí de mis mayores.
¿Qué queda de ese joven boxeador que peleaba y programaba espectáculos?
Nada (risas). Arrugas, lesiones...Yo al boxeo le tengo mucho cariño. Todos los días cuando me acuesto, que lo hago muy tarde y me levanto pronto, veo programas de televisión del extranjero de boxeo. Soy un devoto del boxeo. Este deporte me transmitió la disciplina. Y eso es muy importante. Me transmitió también la preparación física. Pero mi intención nunca fue ser campeón, ni tenía aptitudes. Pero boxeaba porque amaba la preparación boxística y, sobre todo, la nobleza de mis compañeros de la época.
¿Y cómo casa eso con la poesía? Ya que auspició el Premio Internacional de Poesía José Zorrilla.
Bueno, la poesía casa con la cultura que es lo que he perseguido siempre. Y en mi trayectoria de la que no me he apartado nunca, hay una bifurcación corta en la que me dedico al boxeo. Y casa en la nobleza. En la poesía se vierte la nobleza del espíritu, la sensibilidad de la de la educación, de la cultura y en el boxeo está la disciplina, la preparación, el respeto. En el boxeo peleas sobre un ring, pero el último asalto termina y te abrazas al adversario. No hay tensión. Hay técnicas de uno contra otro. Casa si se tiene la riqueza que en Valladolid adquirí de esa sensibilidad, de esa nobleza y de esos valores, que es lo que lo que realmente habría que transmitir a la sociedad y por lo que yo lucho.
Que los políticos estén de acuerdo en concederme ese título, pues me enorgullece y les animaría a que estén de acuerdo en más cosas porque finalmente redunda en el beneficio de la ciudad y del trabajo que todos hacemos. En Valladolid cuando yo me marché había 137.000 habitantes y era la época de postguerra. Fue una época muy dura que nada tiene que ver con la actualidad. Y el otro día hablaba con un político que me contaba cosas y le decía que él lo habría leído en un libro o se lo habrían contado sus mayores, pero yo lo he vivido. Esa es la diferencia. Gente de mi generación ya queda poca.
¿Y es el público de Valladolid exigente?
Más que exigente, lo que el público ha sido siempre es entendido. El saber de teatro parece que le ponemos una etiqueta de exigente y no lo es. Pero es verdad esto de que cuando se estrenaba o pasábamos por Valladolid un espectáculo que no habían dado en Madrid, pues la reacción de Valladolid era muy importante para determinar si nos sabíamos equivocado o si estábamos acertando con esa producción.
¿Si triunfaban en Valladolid, lo hacían en el resto del España?
Teníamos más seguridad de que íbamos a triunfar en el resto de España porque Valladolid es una ciudad entendida. En Valladolid se entiende de teatro.
¿Tiene planteado seguir optando a la gestión del Teatro Zorrilla?
Depende de la Diputación y del jurado, como ha ocurrido siempre. Bueno, y de que yo sea capaz de presentar un proyecto que justifique mi posición en la convocatoria. Pero habrá otras solicitudes de profesionales que seguro que lo hacen tan bien como yo. Pero desde luego nadie imprimirá el amor de verdad que yo pongo en todo cuanto hago para Valladolid a través del Teatro Zorrilla y de tantas otras actividades paralelas como hacemos.
Yo siento Valladolid en mi corazón y eso no se le puede exigir a un señor de otro pueblo o de otra ciudad. Seguro que harán su trabajo y lo harán bien, pero habrá una pizca ahí de sensibilidad para decir si una obra no es para mi ciudad o esta sí y hay que hacer un esfuerzo. Amor. Finalmente es amor.
Le pregunta por si siente una vinculación especial con el Zorrilla o se ve gestionando, por ejemplo, otro teatro u otro espacio cultural.
Me veo gestionando todo lo que sea cultura y espacios culturales en Valladolid y Castilla y León. Ahí es donde yo quiero acabar, en mi tierra. Pero, el Teatro Zorrilla para mí tiene una connotación especial. Y es que lo he reinaugurado yo. Y luego es un teatro al que yo asistía. Iba al gallinero, a unas bancadas de madera que había y que costaban dos pesetas. Allí veía películas y programación doble. El Teatro Zorrilla nunca puede ser igual que cualquier otro porque me he dejado encantado mis últimos 15 años como profesional, así como todas mis ilusiones y mi mejor hacer, porque lo mejor para el Zorrilla me parece poco.
¿Qué retos le quedan por cumplir?
Siempre quedan retos porque van unidos a las ilusiones. La ilusión es la que nunca debe de faltar. Yo sé que hay proyectos que no podré alcanzar, quizás por el tiempo que significa la edad, pero desde luego, en la línea en que estoy, mi reto es continuar. Es estar vigente y que Dios me permita caminar con la ilusión que tengo. Yo no soy un hombre de mi edad, lo reconozco. Soy una persona atemporal en cuanto a lo que se refiere al teatro y a las ilusiones. Valoro muchísimo la incorporación de nuevos valores al teatro a nivel de productores y de programadores, que los hay jóvenes y muy buenos y que lo hacen estupendamente. Pero vuelvo a repetir, lo que hay que hacer, en todo trabajo que realices, es poner lo mejor de ti. Es poner finalmente el amor que sientas por lo que haces. Y eso hay que hacerlo en muchos aspectos de la sociedad, no solo en el teatro. Ocurre que la gente está haciendo algo o de forma autómata o hasta que le salga otra cosa mejor... Pero hay que poner la ilusión en donde se esté. Ese es el mejor trabajo en ese momento. Y para mí, el mejor teatro que hay en España es el Zorrilla.