La parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en el barrio de La Victoria, lleva varios meses con un movimiento inusitado. La iglesia ya está acostumbrada a ello porque es una de las casas que forman parte del proyecto de la Fundación La Merced Migraciones, siendo centro de acogida de emigrantes de diferentes países, pero desde el pasado mes de septiembre hay más movimiento. Y alegría. Que se ha trasladado a sus eucaristías, como reconoce el padre José Ignacio Postigo.
Todo ello de la mano de siete jóvenes africanos, que se preparan para ser curas mercedarios en sus instalaciones. Es la primera vez que la comunidad de Valladolid de la Orden de la Merced acoge el año de noviciado fuera del continente africano.
«Dentro de la formación mercedaria hay tres pasos: el postulando, que es de mínimo un año; el año de noviciado y la profesión simple, de entre 3 a 9 años, en la que se estudia Teología», explica el padre José Ignacio. Los siete futuros párrocos hicieron tres años de postulando, estudiando a la vez Filosofía en Camerún, y deberían haber continuado su noviciado en Angola, donde lo realizaban todos los futuros mercedarios de origen africano, donde la orden lleva de misiones desde finales de los 60 del pasado siglo: «Pero ya no se hace allí por cada vez es más difícil entrar en Angola y porque es muy costoso».Así que desde la provincia de Castilla, una de las dos de la Orden en España, donde está integrada la comunidad de Valladolid, se buscó una alternativa. Y se optó por la parroquia de La Victoria, donde había una planta libre, con siete habitaciones. «Además teníamos la ventaja de que el padre Apollinaire y el padre Elie –dos de los tres curas de la parroquia– son de origen africano y podían ayudar con el idioma, ya que la mayoría hablan francés y venían con pocas nociones de español», apunta José Ignacio.
Siete futuros curas de la Orden de la Merced, llegados de Camerún, República del Congo, Burundi y Ruanda, preparan, por primera vez fuera del continente africano, su año de noviciado en tierras castellanas. - Foto: Jonathan TajesAsí, el pasado 14 de septiembre, los cameruneses Yannick y Janvion, el congoleño Aristote, los burundeses Olivier, Eric y Clovis, y el ruandés Jean Claude aterrizaron en España para hacer su noviciado en Valladolid, donde desde entonces se forman para ser mercedarios: aprenden español, conocen la historia de la orden (quiénes son y qué hacen) y aprenden la realidad de la provincia de Castilla visitando sus comunidades (ya han estado en Madrid, en Galicia, en Salamanca y en Ciudad Real). Además, se forman en los Agustinos de Filipinos, en este caso estudiando la asignatura de 'Introducción a las sagradas escrituras'.
Los siete llegaron con poco bagaje de español, pero han ido aprendiendo de la mano de varios voluntarios de la orden. Un día en su vida pasa por levantarse a las siete y media de la mañana, realizar la oración de la mañana (laudes) a las ocho, desayunar y acudir a clases de español en Red Íncola, ayudar en la cocina, hacer la oración del mediodía, acudir a los Agustinos algunas tardes (4 horas a la semana), volver a tener clases de español, formación con algunos de los curas de la parroquia y deporte (normalmente fútbol por las tardes-noches en los campos de La Victoria). También han hecho visitas culturales y todos los sábado realizan ensayos de canto. Y ahí es donde más han notado su presencia los feligreses de esta iglesia, ya que se han integrado en el coro dando su toque. «Animan las eucaristías, con canciones africanas (algunas en suajili) y españolas; bailan, se nota su presencia», apostilla el padre Apollinaire.
«De pequeño ya quería ser sacerdote y mi madre me explicó qué había que hacer. Luego en la parroquia en mi país participé en grupos vocacionales y en una jornada mundial vinieron varias congregaciones. No conocía a los mercedarios, pregunté qué hacían y finalmente contacté con el padre Theogene», narra Clovis, de 25 años y natural de Gitega, la capital de Burundi.
Como él, varios de estos siete protagonistas llegaron a la orden a través de Theogene. Jean Claude, de 26 años, viene de Kigali (Ruanda), donde conoció al padre burundés: «Estuvo en mi parroquia celebrando una misa, hablé con él y fue quien me dio la idea de entrar en la vida religiosa».
Janvion es el más joven de todos (21 años). Viene de Sangmélima (Camerún), donde los mercedarios tienen dos parroquias y donde ayudan con una escuela y trabajan en la cárcel del lugar: «Fui monaguillo y colaboraba en las misas de la escuela y de la prisión. Los padres me ayudaron a tener una vida diferente de la de los jóvenes de allí. Cuando vi esta vida, quise seguir como mercedario». De aquellos primeros años guarda un vaso que le regaló un preso, que le pidió a Janvion que le ayudase a tener paz interior: «La vida allí es complicada».
De hecho, la campaña anual de la provincia de Castilla de La Merced este año irá destinada a la escuela y la cárcel de Sangmélima, donde se acinan decenas de reclusos en diminutas estancias.
El más veterano de los siete es Eric, con 33 años. Viene de Kayanza (Burundi). Allí fue a la Universidad, donde se licenció en Psiquiatría: «Ya hacía misiones en el hospital y ayudaba a personas con problemas. De ahí viene la idea de cómo podía dar mi vida para ayudar eternamente. Por internet encontré la congregación y me gustó lo que le leí. Contacté por mail con el padre Theogene y, tras acabar mis estudios, entré».
También Olivier, de 27 años y de Buyumbura (Burundi) conoció la orden a través de Teo (como se conoce a Theogene): «Me gustaría ser mercedario. El destino dependerá de mis superiores. Lo importante es estar preparado».
Para Yannik, también de 27 años y de Bamenda (Camerún), es importante la salud para acabar «donde mi presencia sea necesaria». Teo fue su delegado de vocaciones en su país.
Mientras que Aristote (27 años), de Katanga (República Democrática del Congo) recibió la llamada para la vida religiosa cuando era pequeño en la escuela: «Entré en contacto con las monjas de mi país, que son mercedarias».
Los siete reconocen que no llevan bien el frío, pero que les gusta Valladolid y sus gentes, además de lugares como la Plaza Mayor, el propio barrio de La Victoria y el Museo de Escultura, que han visitado recientemente.
Con un permiso de residencia en España de un año por estudios, los siete decidirán cuando acabe su noviciado si optan por ser mercedarios. El 6 de septiembre recibirán, si así lo hacen, el hábito blanco de La Merced, en lo que se conoce como profesión simple, que dura entre 3 y 9 años: «Durante este periodo volverían a Camerún a hacer Teología y si lo acaban se ordenarían como sacerdotes mercedarios. El mismo proceso que hicieron los padres Apollinaire y Elie».