Mientras algunos partidos políticos circulan a velocidad de crucero hacia un referéndum de autodeterminación para alcanzar la independencia de sus territorios, el Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud de España nos informa que la independencia de nuestros jóvenes tiene el motor gripado en un camino de cabras.
El pasado 22 de enero conocimos el último informe del citado Observatorio que, coincidiendo con el del mes de agosto del pasado año, nos muestra unos datos nada esperanzadores. En el de verano, la edad media de emancipación de los jóvenes españoles se situaba, por primera vez en la historia, por encima de los treinta años (30,3 años). En el actual, se mantienen estas cifras, lo que, sin duda, nos sitúa en una pésima posición frente a la media europea (26,4 años), según datos de Eurostat.
En nuestro país, solo algo más del 16% de la población joven (siete millones de personas de entre 16 y 29 años) ha conseguido emanciparse, mientras que en la Unión Europea la cifra es el doble (32%). La última edición de 'Cuadernos de Información Económica' de Funcas, publicado el pasado 24 de enero, nos muestra que el número de hogares donde el cabeza de familia tiene menos de 35 años es menos de la mitad que en Alemania y Francia. Por su parte, la Fundación BBVA y el IVIE (Instituto Valenciano de Investigación Económica) en un estudio sobre esta cuestión concluyen que los salarios de los jóvenes se sitúan un 35% por debajo de la media general y que la generación actual no logrará equiparar sus sueldos al promedio hasta que cumplan 34 años. Estos datos indican que la salida a la vida adulta- la independencia-, la autosuficiencia como meta vital lógica, cada día está más complicada para nuestros jóvenes, quienes se encuentran atrapados en el hogar familiar. En nuestra Comunidad la situación es similar o peor, ocupando la quinta posición por la cola del ranking nacional.
Entre los motivos que explican estos malos datos, destacan básicamente; las dificultades para integrarse adecuadamente en el mercado laboral y para conseguir una vivienda en alquiler o en propiedad. Haciendo números, que no haré para no aburrirles más, los jóvenes españoles no pueden vivir solos ni siquiera destinando íntegramente su salario al alquiler de una vivienda. El paro juvenil español dobla la media europea y la empleabilidad es la quinta peor a la hora de colocar a los que finalizan sus carreras.
Estas cifras nos deberían obligar a plantearnos, al menos, cuatro cuestiones: 1. El riesgo de que se produzca otra generación perdida, además de muy preparada. 2. El empeoramiento del invierno demográfico. 3. Las dudas sobre el futuro colectivo, ya que son los jóvenes quienes lo garantizan y 4. Ellos son el pilar básico de la sostenibilidad del sistema económico y de la sociedad de bienestar.
La respuesta por parte de las administraciones debería ser inmediata y, entre otras, se podrían adoptar algunas de las siguientes medidas; realizar reformas estructurales de las universidades para mejorar la conexión de los jóvenes con el mercado laboral; incrementar y mejorar las políticas sociales que faciliten el acceso a la primera vivienda, bien conteniendo los precios del mercado o bien potenciando las viviendas públicas; y, por último, sacar el debate sobre esta cuestión del regateo político facilón y corto. Se necesitan políticas serias, de Estado, pactadas por todos los grupos políticos a los que les interese el futuro de España e involucrándose todas las administraciones. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo, excepto en la excelencia de nuestros tomates, en las grandes cuestiones de Estado?
Estos informes revelan que en la actualidad no se priorizan las políticas dirigidas a los jóvenes. Da la impresión de que la sociedad española, en su conjunto, ha asumido que esta generación vivirá peor que la de sus progenitores. O reaccionamos a tiempo o se sentirán engañados y los datos que conocimos, el pasado 18 de enero, en una encuesta del Centro de Investigación Sociológica (CIS), donde uno de cada cuatro jóvenes de entre 18 y 34 años son muy escépticos sobre la democracia, irán a peor y ni los dos García (Page y Castellón) conseguirán enderezarlos. Ante esta situación, se entiende que los chavales hayan abrazado la tendencia 'delulu' ('delulu es la solulu') en las redes, especialmente en TikTok, como un refugio para autoengañarse e imaginar un futuro mejor e irreal.
Mientras algunos países de nuestro entorno elaboran planes buscando soluciones a este problema, aquí seguimos con nuestros asuntos; derrapando por las curvas del nuevo progresismo sanchista, debatiendo sobre la calvicie y las gafas de los hombres, intentando aprobar leyes de amnistía a medida para corruptos independentistas catalanes cercanos a la extrema derecha, incluyendo el concepto 'terrorismo respetuoso' para unos cuantos delincuentes secesionistas, caminando sin disimulo hacia la independencia de algunos territorios, creando mediadores hasta para dialogar, montando policías patrióticas para espiar y espiarnos, descolonizando los museos, culpando de todo a los jueces, dibujando y borrando líneas rojas a capricho, disfrutando del placer de legislar en el último minuto, jugueteando con la alta traición, minimizando las posibles injerencias rusas en el procés, abriendo un debate nacional sobre un bonito cartel de la Semana Santa de Sevilla -como dice su autor, que venga Dios y lo vea- o que Yolanda Díaz lo consulte con el Papa con quien tiene buena sintonía y creando nuevas esferas ideológicas como la 'fachosfera' (los malos) y la 'progresfera' (los buenos) . ¿Cabe mayor ejercicio de cinismo?
Sumado a todo esto y tras el fallido intento de aprobar la ley de amnistía, la cual se devolvió a los corrales para intentar recuperarla y sacarla otra vez al ruedo para que dirija la lidia, de nuevo, Puigdemont y la vuelva a condenar a banderillas negras, vimos al Gobierno, siempre de fácil sonrisa, quedar como Cagancho en Almagro. Su cara era un poema, mezcla de pavor, vergüenza y pánico. Las preguntas, cada día más difíciles de responder, son: ¿Quién es más nocivo para la sociedad española, los socialistas o sus socios parlamentarios? ¿Algunos de los ministros no se sentirán avergonzados del espectáculo diario al que se han abonado desde la toma de posesión y, en un último arranque de dignidad, dimitirán?
No sé si es adecuado ocultar el cansancio que produce la situación político actual. Da igual, está ahí y nos estamos acostumbrando a vivirla como algo natural. El problema más grave de esta chabacana situación es que los dos principales negociadores ponen encima de la mesa sus intereses personales (la amnistía de uno y la Moncloa del otro). Las necesarias políticas de Estado para facilitar la emancipación (trabajo y vivienda) a nuestros jóvenes, las dejamos para la generación siguiente.
Con este 'clima político' que nos acompaña durante el corazón del invierno, no es de extrañar que hayan brotado flores en el rosal de mi terraza y cerezas en Benissili (Alicante). Quizás son las únicas que han alcanzado su independencia, aunque sea la climática.