Fomentar el respeto por el entorno y conjugarlo con un modelo productivo que mire al futuro es, desde hace años, un punto clave en la agenda de España. Un reto que pasa por emplear menos recursos y reutilizarlos para optimizar su vida útil y que, más allá de la visión medioambiental, sea capaz de cubrir necesidades sociales.
En un país que genera casi 138 millones de toneladas de residuos al año, aproximadamente 485 kilos de basura por persona, esta es una necesidad acuciante. Como muestran los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), los hogares fueron responsables del 16% de esta basura, frente a las actividades económicas, que generaron el 84%.
Estas cifras evidencian la magnitud del reto que se presenta por delante, en el que aún falta mucho por hacer. En la actualidad, la economía sigue siendo casi enteramente lineal, pues según los informes del Pacto Verde Europeo solo el 12 por ciento de los materiales y recursos vuelve a entrar en el ciclo productivo. Muchos se rompen con facilidad, no se pueden reutilizar, reparar ni reciclar o están fabricados para un solo uso. Y, precisamente por ello, existe un enorme potencial que pueden aprovechar tanto empresas como consumidores para cambiar esta dinámica.
La UE está siendo desde hace años muy clara a este respecto. Es necesario sustituir el actual modelo económico lineal por uno circular que garantice la reducción de residuos. Crecimiento, sí. Pero inteligente, sostenible e integrador.
En esta coyuntura, cobra fuerza un sistema alternativo, un nuevo modelo de producción y consumo que mejore el anterior, basado en extraer, fabricar y desechar, a uno que garantice un crecimiento sostenible. Ahí entra el juego el concepto de economía circular, que pasa por minimizar el consumo de recursos vírgenes; optimizar los procesos productivos y recursos; incrementar la vida útil de los productos y reducir la generación de residuos con su aprovechamiento, reciclándolos o dándoles una segunda vida.
España acaba de dar un paso más en este sentido, al aprobar su primer Plan de Acción de Economía Circular, que cuenta con un presupuesto de 1.529 millones de euros y se estructura en 116 medidas que el Estado pondrá en marcha a lo largo del trienio 2021-2023 de manera progresiva.
«Cuando empezamos nosotros no se hablaba todavía de economía circular, pero sí teníamos claro que teníamos que acabar con la cultura de usar y tirar», señala Tomás Castillo, gerente de Saema, un centro especial de empleo participado por la Fundación Repsol centrado en el tratamiento y recuperación de residuos del contenedor amarillo.
«Con nuestro gesto de reciclar estamos contribuyendo a que personas con dificultades de empleabilidad o en riesgo de exclusión tengan una oportunidad laboral, y creemos que esta vinculación social es un valor añadido muy importante», explica. A través de un modelo de Formación Profesional Dual, Saema lleva más de 25 años trabajando en este empeño.
Castillo señala que el objetivo es que estas personas tengan su primera oportunidad en Saema para, después, seguir avanzando: «Intentamos que la mayor parte trabajen en otras empresas, no que se queden siempre con nosotros. Tenemos alianzas con más de 150 empresas y muchas, en cuanto tienen un puesto libre, nos llaman. Hasta 2019 ya habíamos conseguido insertar en otras compañías a más de 100 empleados».
Esta doble función, medioambiental y social, es la base de la estrategia que algunas empresas pioneras están implementando para afrontar el futuro. Así, en julio de 2020, la Fundación Repsol adquirió un 35% de Saema a través de su programa de inversión de impacto, con el que promueve el desarrollo de compañías enfocadas en la transición energética y la inclusión de colectivos vulnerables en España y Portugal. «Tener detrás a una organización con la vocación de Fundación Repsol, con la que coincidimos en gran parte del propósito, nos va a permitir desarrollar más iniciativas», apunta Castillo.
España vaciada
La economía circular es, por tanto, un compromiso impostergable cuyos beneficios no son solo ambientales. Apostar por ella haría aumentar el PIB de la UE en un 0,5% adicional de aquí a 2030 y crear 700.000 nuevos puestos de trabajo, según las estimaciones de la Comisión Europea.
Compartiendo la misma filosofía de Saema respecto a sostenibilidad e inclusión, la Fundación Repsol e Ilunion crearon Recycling4all, una compañía especializada en el reciclaje industrial a gran escala de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, y a futuro también de placas y paneles solares.
«Nuestras plantas de La Bañeza (León) y Campo Real (Madrid) están en núcleos eminentemente rurales. Si ya es todo un reto conseguir que personas con discapacidad accedan al mercado laboral, en estos entornos es, si cabe, aún más complicado», explica Pedro Antonio Martín, director gerente de Ilunion Reciclados.
Actualmente, Recycling4All genera más de 160 empleos, de los cuales más de 100 son personas con algún tipo de discapacidad. «La alianza con la Fundación Repsol es muy importante porque tenemos la misma visión en cuanto a la alta profesionalización de nuestra gestión, las formas de trabajar, nuestro propósito y valores corporativos. Tenemos claro que somos entidades que queremos generar impacto positivo social, no simplemente económico», asevera.
El pasado 2020, Recycling4all trató «14.500 toneladas de residuo, de las cuales más del 90% fueron reaprovechadas», añade Martín. «Son unas 13.000 toneladas que vuelven como nuevos recursos, que no se han extraído de yacimientos naturales. No es poca cosa pues, a pesar de la pandemia y el confinamiento, el 22 de agosto ya habíamos consumido todos los recursos que puede generar el planeta en un año completo», sentencia.
La economía circular es una apuesta de futuro por sus beneficios medioambientales y, al mismo tiempo, una oportunidad para todos, como evidencian esta clase de iniciativas.