Manuel Vicent, en el mar de Sorolla

Carla Aliño (EFE)
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El escritor y el pintor 'dialogan' sobre el Mediterráneo en una muestra que evoca las luces y sombras de unas aguas cruciales para la Historia

El autor castellonense se ‘fusiona’ con el paisajista en esta nueva exposición. - Foto: Manuel Bruque

Los dos son mediterráneos y los dos aman y han amado como nadie su tierra. Ahora, escritor y pintor, Manuel Vicent y Joaquín Sorolla, dialogan entre sí sobre las vivencias de uno y las pinturas del otro en la exposición En el mar de Sorolla con Manuel Vicent, una muestra que evoca las luces y las sombras del Mare Nostrum, un hogar que ambos artistas conocen bien.

La exposición, comisariada por Vicent y que podrá verse hasta marzo de 2025 en la Fundación Bancaja de Valencia, reúne un total de 109 lienzos del pintor, algunos de los cuales han sido poco vistos por el público.

El visitante se traslada por cuatro escenarios: el mar como lugar placentero, donde pueden verse sus icónicas pinturas de niños en la playa; el mar como escenario de trabajo, donde cobran protagonismo los pescadores; el mar como escenario de ocio, con esas imágenes de la burguesía disfrutando de la playa, y el mar como fuente de espiritualidad.

Manuel Vicent, en el mar de SorollaManuel Vicent, en el mar de Sorolla - Foto: FUNDACIÓN BANCAJAY junto a estas obras plásticas se integran los textos creados por Manuel Vicent como si fueran «un lienzo más», y en los que el escritor ha plasmado sus experiencias en torno al mismo Mediterráneo y a las imágenes que pintó Sorolla, y que evocan, a su juicio, la belleza y la luz, pero también la destrucción, miseria y dolor que han convivido y aún conviven en estas aguas.

«Ese Mediterráneo, donde ha surgido lo más glorioso de nuestra cultura, es también un sarcófago de gente que está muriendo todos los días», y desde sus orígenes ha estado rodeado de belleza pero también de violencia, afirma Vicent, quien destaca que esa «dicotomía» puede verse reflejada en los cuadros del pintor.

A este respecto, indica que «esa luz y esa felicidad que se le atribuye a Sorolla en los cuadros», con esos marineros que salen del agua sentados en los bueyes o tirando de los costados de la barca, y con esas pescadoras con cara de ser mujeres fortísimas, conviven con un mundo que en realidad «está lleno de blasfemias y de miserias».

Una infancia vivida

El escritor afirma que cuando conoció las pinturas de Sorolla tenía la sensación de que las había vivido, pues vio reflejada su infancia en aquellos niños de sus cuadros que se bañan o juegan con un barco de papel en el mar o en aquellos pescadores que llegan a la playa.

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Manuel Vicent, en el mar de Sorolla
Manuel Vicent, en el mar de Sorolla - Foto: Manuel Bruque
Manuel Vicent, en el mar de Sorolla
Manuel Vicent, en el mar de Sorolla - Foto: Manuel Bruque

Con apenas tres meses, Vicent ya estaba en el Mediterráneo, y está convencido de que todas las sensaciones asociadas a ello (el sonido del mar, la brisa cargada de sal y el olor a brea) forman parte de la estructura de su cerebro primero, y después de su pensamiento.