Chema es José María R.F., tiene 27 años y media docena de antecedentes policiales, y es el último gran traficante apresado en esta ciudad. El responsable de un alijo de 67 kilos de droga aprehendido en una operación de la Policía y la Guardia Civil, más de 700.000 euros de estupefacientes sacados de la calle de un plumazo.
Pero Chema no es el sucesor de ningún clan, ni el elegido por un gran narco para ser su hombre en Valladolid. Hasta hace unos meses, Chema era un camello más que se movía con sus perros por la zona de los institutos del paseo de Juan Carlos I, en Las Delicias, y daba los suficientes pases de droga como para vivir sin trabajar. Hace un año la cosa cambió bastante, aprovechó el nicho de mercado que generó la detención de la conocida como la ‘Reina del speed’ para crecer poco a poco en el mundillo de las drogas vallisoletano. De la marihuana y el hachís, al éxtasis, el MDMA, el LSD y el ‘speed’, de ahí a la cocaína y, de últimas, había llegado a incorporar a su ‘catálogo’ hasta cocaína rosa, una sustancia tan apreciada como difícil de conseguir por estos lares; su valor duplica el de la cocaína ‘blanca’ por sus efectos.
Cuando los investigadores de la Operación Ícaro entraron en el trastero de Chema alucinaron con su variedad de productos casi tanto como lo haría la clientela del narco. Aquello era un supermercado de la droga en toda regla, organizado en botes y diferentes formatos, y todo en un simple trastero ubicado en un garaje comunitario del 59 de la calle San José de Calasanz, a cinco minutos de su piso de la calle Celtas Cortos, donde vivía con Yasmina, la única chica detenida en la potente Operación Ícaro.
El supermercado de la droga de ChemaTodas las fuentes consultadas coinciden en que este es «uno de los mayores golpes al narcotráfico vallisoletano de los últimos años», con el sello de los agentes del EDOA de la Guardia Civil y del Grupo VIII de la Policía Nacional; igual que en la Operación Drache de la que parte este caso. Chema operaba en Valladolid exclusivamente, con una amplia cartera de clientes de la capital y el alfoz en la que cabían igual consumidores y camellos, a los que abastecía dada su cada vez más capacidad.
Él a su vez se aprovisionaba en Andalucía, en Sevilla. De allí eran Ezequiel y José Ángel, las ‘mulas’ que la organización que vendió a Chema los últimos 30 kilos de resina de hachís puso al servicio del narco vallisoletano, algo que se «suele negociar al pactar el precio de la mercancía», según las fuentes consultadas. Ellos son dos de los siete detenidos.
EL GOLPE
Los sevillanos iban al volante de un furgón de alquiler con la droga, escoltados por Chema y su mano derecha, Jesús Manuel C.M., un vecino de la calle Enrique IV de Arroyo de la Encomienda donde aparecieron otros 700 gramos de hachís. Y fue en esa misma calle donde quedaron para cerrar una primera venta con un cliente de l a banda, Francisco Javier G.L.
Fue a las ocho de la tarde del miércoles 3 de marzo. Javier llega en su coche, para junto al furgón y el otro vehículo, le dan una bolsa de gran tamaño... El plan parece perfecto, porque la droga casi no ha llegado a Valladolid y ya les está dando beneficios
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Pero lo que no saben es que la transacción se está produciendo ante los ojos de varios de equipos de agentes de la Operación Ícaro que decidieron seguir a ese cliente y, tras verificar que en aquella bolsa había seis kilos de hachís en ‘fichas’ de 100 gramos, intervenir. Caían los sevillanos, Chema y su hombre de confianza, además del cliente; después sería el turno de Yasmina I.A. y Pablo H.L., otro colaborador, muy vinculado a Jesús Manuel en tareas logísticas. En la furgoneta había otros 24 kilos, el golpe era ya un éxito a expensas de lo que se pudieran encontrar en el garaje de Las Delicias. Un supermercado con otros 37 kilos de droga.