Se denunció en 2017. Se volvió a hacer en 2020. Y se retoma este 2024. Valladolid, como bien se ilustra en las primeras páginas de este periódico, tiene un mapa de movilidad ciclista inconcluso, a pesar de los 'intentos' de los últimos equipos de Gobierno de parchearlo. Barrios enteros opacos, demasiadas calles compartidas con vehículos y carriles bici sin continuidad es lo que se encuentran a diario los cientos de ciclistas que se desplazan por la capital (bien por trabajo, bien por ocio o simplemente por llegar antes de un lugar a otro con el servicio Biki).
Hace siete años, El Día de Valladolid recorrió esa inconclusa red de la capital, destacando los, por entonces, diez principales focos de preocupación de los ciclistas, por obstáculos o por sus abruptos finales. Tres años después, en 2020, de los diez solo se habían solucionado un tercio al cien por cien –otro había encontrado un 'parche' en los ciclocarriles– y el resto continuaba con los mismos problemas.
Cuatro años más tarde se mantienen aún algunos y se han sumado otros, que hacen que la bicicleta siga siendo ese 'enemigo' que se encuentran los vehículos a motor y los peatones en muchos espacios de convivencia. A los primeros les ralentiza su marcha; a los segundos, les incomoda su presencia por su 'peligrosidad'.
Nueve puntos negros en carriles bici de Valladolid. - Foto: J. TajesDe aquellos famosos puntos negros denunciados en 2017 se mantiene el del camino Viejo de Simancas, que concluye en uno de sus tramos en una pared; el de la avenida de Soria, con unos pivotes (ahora con color llamativo) en mitad que dificultan el libre tránsito de las bicis; el del camino del Cementerio, que también mantiene sus pivotes; y el de la avenida de Madrid, inconcluso a pesar de las peticiones de que se una para alcanzar Laguna y que tampoco tiene continuación en el otro lado, el de la Ciudad de la Comunicación, acabando antes de Arco Ladrillo. Es decir un 25%.
De la última remesa, se han arreglado tres más, el que acababa en una valla en la calle Recondo, que ya se une con uno de la calle Estación; el de la avenida Burgos, que ya tiene unión con el paseo del Obregón; y el del puente Adolfo Suárez, también sin los elementos (tipo papeleras) que complicaban el paso.
Pero hay nuevos y algunos de reciente creación. Llama poderosamente la atención lo que ocurre en el paso subterráneo de Padre Claret. Realmente lo que ocurre justo encima, donde hay un carril bici de unos 150 metros sin inicio y sin final, ya que ambos tienen una valla como remate. Los ciclistas usan el ciclocarril de la calle Estación mientras se arregla el desaguisado.
En Arca Real se inauguró en verano un nuevo ciclo carril, aunque tiene un abrupto final, pasando la calle Bronce sin llegar a la calle de los Tramposos, como estaba recogido en el proyecto inicial. Además, en el cruce de la avenida de Zamora hay que zigzaguear –así está dibujado– para cruzar en condiciones.
En Hospital Militar hay un ciclocarril entre el aparcamiento y la acera desde 2022, gracias a los Presupuestos Participativos. El problema es, además de lo estrecho del carril (al borde del mínimo de 1,40 más bordillo y sin opción de adelantamiento), la cercanía de los coches y la alta probabilidad de accidente en el caso de que se abra la puerta del copiloto sin mirar. El paseo Zorrilla es, de por sí, una vía sin un carril continuo, aunque hay zonas de complicado acceso, como la del cruce de Filipinos. En Villa del Prado acaba otro carril en mitad de la tierra del parque San Millán.
Son algunos ejemplos, pero hay más. Desde la Asamblea Ciclista de Valladolid (Asciva) se recuerda el rebaje de los bordillos. Otra vez.