Sí, ya sé que este año voy muy tarde con vuestra carta -mi hija hace un mes que la escribió, la primera de su vida, y la mandó-, pero tendrán que disculparme el retraso. El despiste, así, en general. El avance de las canas y las goteras corre parejo a mi pérdida de reflejos y ya no ando fino en según qué cosas. «No son los años, cariño, es el rodaje», que diría Indiana Jones. El caso es que aquí estoy, redactando la carta a sus majestades un 5 de enero, con los camellos echándome el aliento en el cogote y abusando del espacio que me conceden los amigos de El Día de Valladolid -el periódico que me vio nacer en esta profesión y que me dio cuartel durante mis primeros diez años de ejercicio profesional- porque a estas alturas es imposible que Correos, por mucho que vuele, les entregue mi misiva a tiempo.
Para no decepcionar a todos aquellos, familiares y amigos cercanos, que me tildan de maniático, ordenado hasta la náusea o, directamente, obsesivo compulsivo, he clasificado temáticamente esta lista de deseos, que no son pocos, como sigue:
Facturas y cesta de la compra. Llenar la nevera y la despensa sin tener que pensar en empeñar los candelabros de bronce de la bisabuela o los empastes de los dientes -ups, que esos ya no son de oro y no valen…- se ha convertido en una misión imposible, pero con mucho menos glamur que las protagonizadas por Tom Cruise en la piel de Ethan Hunt. En cuanto a lo de la luz y el gas en estos meses de frío y oscuridad, a uno le entran tentaciones de recurrir al citado candelabro, si no lo empeño antes, y a la manta de lana con estampado de tartán, todo muy romántico, muy escoces de las tierras altas, pero poco práctico. Así que, por favor, majestades, congelen los precios cual cencellada de enero o, a ser posible, redúzcanlos para que las nóminas mileuristas no desaparezcan de las cuentas antes de haber llegado al día 10 de cada mes. De los que cobran menos, ni hablamos.
Polarización. Fue la palabra del año en 2023, según la RAE, y no es de extrañar atendiendo a cualquier periódico o telediario. De los consistorios más pequeños y remotos a Bruselas, pasando por los parlamentos autonómicos o la escena nacional, el tema de los dos bloques antitéticos, en demagógica batalla por casi todo y sin escrúpulos ni ética, se ha puesto más de moda que en la Guerra Fría. Lamentablemente, esto no es una novela de Graham Greene o de Frederick Forsyth sino la cruda realidad y es al ciudadano de a pie al que, como siempre, le toca pagar la cuenta. ¿Les sobra algún milagro, majestades?
Guerras. La paloma de la paz es la especie con más problemas de salud mental de todo el reino animal por culpa de los humanos y las ineficaces ramas de olivo. Siempre hay algún conflicto bélico, o muchos, pero a los europeos ombliguistas solo nos toca la fibra sensible cuando empieza a tronar cerca de casa, ahora mismo en las fronteras del Este y del Oriente Próximo. Como ocurre con la polarización, con la que están conectadas, solo un milagro nos salvaría del desastre, altezas. Y eso teniendo en cuenta que hasta el propio Terminator nos avisó del asunto cuando dijo, muy serio, aquello de: «Está en vuestra naturaleza el destruiros».
Cambio climático. El mercurio anda últimamente con más altibajos anímicos que la susodicha paloma de la paz, por mucho que algunos se empeñen, con Groenlandia y la Antártida a punto de caramelo, en seguir negándolo. Y aquí andamos, reales magos, entre sequías y lluvias torrenciales, olas de calor y de frío, con el planeta casi 'cerrado por derribo', mientras nos recreamos en nuestra magnificencia tecnológica sin reparar en que hace tiempo que, como especie, perdimos el brillo.
Inteligencia Artificial. Por favor, póngala un botón de apagado por si a los humanos se nos olvida aplicar el sentido común a la hora de decidir en qué casos la usamos y en cuáles no. Por aquello de protegernos de nosotros mismos, háganse cargo.
Hasta aquí mi carta, queridos Reyes Magos. Como ven, he preferido pasarme de largo que quedarme corto. Ya saben ustedes, el signo de los tiempos. Y si no que se lo digan a Tito Berni, por poner un ejemplo reciente en estas cuestiones del pedir -y del coger- sin rubor y que salga el sol por Antequera… O por donde tenga que salir con esto del clima. Si he sido demasiado ambicioso en mis peticiones, me conformaría con mucha salud y una razonable dosis de felicidad. Hasta el próximo año, con un poco de suerte.