En los últimos años la novela negra ha escalado posiciones en fama y lectores, sobre todo la conocida como literatura nórdica. Desde el boom que supuso la publicación de la trilogía Millennium, de Stieg Larsson, en la década de los 2000, la afición por los relatos policíacos que llegan del norte de Europa no ha dejado de crecer.
Sin embargo, a los textos de misterio nórdicos le ha salido un serio competidor, las llamadas cozy crime, es decir, aquellas historias de intriga que son más amables, al estilo de la que fuera la reina del género Agatha Christie, en lugar de los violentos, brutales y sangrientos ejemplares escandinavos.
Con un aire que recuerda a las narraciones que resuelven Miss Marple o Hércules Poirot en las ficciones de Christie, estos libros suelen ubicar la acción en pequeños pueblos y comunidades apacibles en los que parece improbable que ocurra un misterio, normalmente un asesinato, que será resuelto por un detective amateur.
«Estos ejemplares evitan tratar temas oscuros e incómodos, centrándose así en el ingenio y la deducción de la historia», explica Pol S. Roca, de la editorial Alma.
Este sello creó el año pasado la colección cozy mystery, uno de los principales pilares del negocio, que actualmente cuenta con 19 títulos entre los que se encuentran Unas galletas de muerte, de Joanne Fluke, Una espía muy real, de Rhys Bowen, o Asesinato entre libros, de Kate Carlisle.
Esta tendencia más agradable, que nació a finales del siglo XX del interés por recrear historias de la época dorada de la ficción policíaca como las de Agatha Christie, Josephine Tey o Dorothy L. Sayers, está dirigida a un público mucho más amplio porque «atrae a lectores de todas las edades y géneros», añade Roca.
Son historias que, según explica, «relajan a los lectores al ofrecer un refugio seguro y predecible en un mundo cada vez más caótico. Y cuenta con otro valor importante como es el de permiten ejercitar el ingenio y la deducción, todo ello con la garantía de un final cien por cien reconfortante».
Otro ejemplo de estos textos son los que componen la saga El club del crimen de los jueves (Espasa), del escritor, presentador, humorista y productor de televisión británico Richard Osman.
En las cuatro entregas publicadas en los últimos cuatro años, Osman recoge la historia de cuatro amigos que viven en un complejo para jubilados y que cada jueves por la tarde se reúne para revisitar y tratar de resolver crímenes antiguos hasta que tienen que enfrentarse a su primer caso real de carne y hueso.
Por su parte, el odontólogo y escritor nipón Hisashi Kashiwai es autor de la delicada saga Taberna Kamogawa (Salamandra narrativa) compuesta por dos títulos: Los misterios de la taberna Kamogawa y Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa.
Unas historias que a través de los misterios que resuelven el dúo detectivesco formado por un padre y una hija en Kioto permiten adentrarse y conocer de cerca la cultura culinaria japonesa.
Un crimen con clase (Lumen), de Julia Seales, y Playa soledad (Espasa), de Melania Sebastián, son otros títulos que se suman a este fenómeno editorial.
El primero se ubica en la campiña inglesa y combina el más puro estilo de Agatha Christie con los enredos amorosos de Jane Austen, mientras que el segundo se desarrolla en Laredo (Cantabria) después de que la protagonista haya creído ver a su padre que supuestamente había muerto hacía 10 años.
Cada vez son más quienes se lanzan a resolver estos misterios amables. Sin embargo, pese a haber alcanzado su mayor popularidad a través de los libros, el cozy crime es un fenómeno que no se limita solo a la literatura sino que también puede seguirse con series y películas.
Además de las adaptaciones de historias de Agatha Christie, un ejemplo evidente de este estilo trasladado a la televisión fue en la de década de los 80 Se ha escrito un crimen, con Angela Lansbury como investigadora sagaz.
A pesar de esta nueva tendencia dentro de ficción policíaca destinada a todos los públicos, la potente novela nórdica sigue teniendo y sumando muchos adeptos. Esta claro que la ficción criminal engancha a muchos lectores y que las características de este tipo de estilo procedente de Europa del norte sigue calando entre una población lectora que busca un relato duro y directo, con historias crudas y con un lenguaje directo más cercano al periodismo. Ahora, es el lector y sus gustos el que debe elegir entre cozy crime versus literatura escandinava.