La Gran Taberna Epi tendrá más de medio siglo de existencia en el barrio Hospital, en la calle Quebrada, 18, que a veces se confunde con La Rondilla. Ni los más 'viejos' del local aciertan con la fecha en la que abrió. Sí que tuvo varios dueños antes de que 'aterrizase' una alavesa de nacimiento, natural de Abornicano, que emigró junto a su marido a Valladolid «con una mano delante y otra detrás».Avelina había pasado por Briviesca (Burgos) y Madrid antes de llegar a la capital castellana, donde se puso al frente del Munich. «Allí se hicieron famosos sus calamares a la romana y sus gambas a la plancha», señala su nuera, Belén Pérez. Y allí estuvo cuatro décadas, hasta que en 1996 decidió cambiar de local para pasar a esta calle Quebradas y ponerse al frente de lo que por entonces era un bar de tapeo del barrio, Gran Taberna Epi.
Con Avelina en la cocina, pasó a restaurante y a especializarse en los menús del día, siendo uno de los primeros de la zona y uno de los que sigue así. Junto a Avelina se vino Nely, cuñada de Belén y José Ignacio. Las dos primeras se fueron sucediendo a los mandos de los fogones, hasta la jubilación de ambas. El matrimonio (José Ignacio-Belén) se puso ya al frente del negocio en 2012, dando continuidad a lo hecho por la familia.
«Mantuvimos el nombre y con él seguimos», señalan ambos, apuntando a que Epi (el muñeco de color naranja que se hizo famoso en el programa infantil de televisión BarrioSésamo) se ha hecho un hueco ya en la decoración, con varios muñecos y parte de los vinilos que se pueden ver en el local.
Belén se encarga del comedor; José Ignacio de la barra y desde hace un año, Oli de la cocina.
«Aquí nos basamos en el menú del día», dejan claro. De lunes a viernes, por 13 euros; y sábados y festivos (cierran los domingos), por 16. Solo disponible al mediodía, cuenta con seis primeros y seis segundos, más bebida, pan y postre. Tienen unos platos que se repiten: las lentejas, los lunes;la fabada, los martes; las patatas con costillas, los miércoles; el cocido, los jueves; arroces, los viernes; y paella, los sábados. Aunque hay otros que no pueden salir del menú: lenguado rebozado, filetes rusos, croquetas caseras y, sobre todo, las albóndigas en salsa verde.
La receta es «casera» y de Avelina, y ya se ha hecho un hueco entre sus habituales comensales: obreros y trabajadores de la zona; vecinos; jubilados; enfermeros y médicos, gracias a su cercanía.Aunque «cada vez» más gente viene a por el menú. Como este viernes, más de una veintena del CD Atletas Populares de Valladolid. La presencia de estos últimos quizá tenga la explicación en que Belén fue, durante unos 15 años, una de esas atletas que corría todo, y ganaba mucho, en Valladolid. Y así lo atestiguan sus triunfos en la Media Maratón de Campaspero, en el Circuito Cinco Leguas-Mayte Martínez o en la Trotada Popular: «Ahora he vuelto a correr con mi hija. ¡Qué tiemble el resto!», bromea Belén.
Gran Taberna Epi abre de diez de la mañana a once de la noche. Y, mientras al mediodía el menú es lo que prima, para las cenas son las raciones (oreja, morro, salchichas blancas y rojas, ensaladilla rusa, tortilla de patatas, croquetas, filetes rusos y, por supuesto, las albóndigas). Con una capacidad para unos 50 comensales sentados, el día a día también es de los lugareños, del chateo (con tapa, claro), como el taxista Rafael Duque, habitual también en las comidas. «Tienen una mala virtud, la de cobrarme», bromea. Y tras las comidas, la Gran Taberna Epi se convierte en bar de partidas (tute, mus y dominó). «Aquí cada uno tiene su hora y sus mesas asignadas», reconoce José Ignacio, que empezó como comercial y luego camionero antes de meterse al cien por cien de su tiempo en la hostelería, «donde echaba una mano desde crío».
«Muchas gracias; thank you very much; danke; eskerrik asko, de parte de José Ignacio desde la Gran Taberna Epi», repite, cambiando parte de la frase, con cada bote que dejan los clientes y después de hacer sonar un gran cencerro.