En la jornada 1, el Real Valladolid ocupaba una circunstancial cuarta posición, en puestos de Champions (¿qué pensaría Ronaldo?, leáse la ironía) tras ganar al Espanyol en el José Zorrilla. En la 2 bajó al décimo lugar, que más o menos mantuvo en la 3, siendo 12º, con cuatro puntitos y cómodamente ubicado en la clasificación. La cuarta, la de la goleada ante el Barça, lo cambió todo. El Pucela se fue al primer parón liguero en la 16ª posición, ya viendo las plazas de descenso con el rabillo del ojo. Se mantuvo en el alambre hasta la 8, cuando perdió en casa ante el Mallorca y cayó definitivamente a ellas. Desde entonces no ha salido de ahí. Once (de forma consecutiva) de las 18 jornadas celebradas las ha vivido en los puestos rojos, los que te hacen perder la categoría.
Y como colista acabará el año tras perder el viernes en Girona y el empate del Valencia. Pese al relevo de entrenador, con el estreno del argentino Diego Cocca, el Pucela no dio atisbos de cambio. Volvió a ser goleado fuera de casa –como ya ocurriese contra el Bará, el Real Madrid o el Atlético–, mostrando demasiados nervios e indecisiones en la parcela defensiva. Los 37 goles en las 18 jornadas celebradas son una losa excesiva. Además, el sistema de juego, ultradefensivo, se vino abajo con el primer tanto de los catalanes y apenas se varió con el paso de los minutos. Mucho trabajo por hacer tiene el míster.
Porque el equipo blanquivioleta ha opositado en este tramo liguero para ser uno de los candidatos al descenso, como sus otros, por ahora, acompañantes, el Valencia y el Espanyol. Los ché, que perdieron en Zorrilla hace dos semanas, llevan entre los tres últimos lugares desde la jornada 2 –con un impás en la 6, cuando se impuso al Girona–. Junto a ellos, los periquitos, que empezaron también en descenso las tres primeras fechas, salieron momentáneamente para volver en la 13. Es decir, llevan diez jornadas en ellos.
Los tres tienen muchos deberes por hacer. Aunque en clave blanquivioleta todas las miradas están puestas en la Dirección Deportiva, donde Domingo Catoira debe reforzar una plantilla a todas luces insuficiente para la permanencia. De momento, el encargado de confeccionar el equipo ha dejado claro que para que entren jugadores deben salir otros, y el temor en la grada está en la posible venta de los pocos futbolistas que han arrojado algo de luz en este tramo liguero, sobre todo en el caso de Raúl Moro.