Lleva tres años en España. Los primeros meses en la residencia de San Viator junto a una amplia colonia de extranjeros, más tarde en pisos compartidos y desde hace poco tiempo, gracias a que su marido encontró un trabajo, en una vivienda de alquiler junto a su familia. Yesika es venezolana, tiene 40 años y desde hace dos es usuaria de la nevera solidaria. No le importa explicar el porqué: «Tengo dos hijos, el mayor de 17 años y la chica de 9. Y esto es una ayuda. Esta semana he recogido yogures, pero en otras ocasiones ha sido fruta. Sobre todo es para mi niña».
Conoció el proyecto a través de un grupo común que tienen en Facebook y le pareció, y le sigue pareciendo, una brillante propuesta, que no conocía de su país. «Es buenísimo. Hay muchas personas que necesitamos y necesitan más», señala. Ella misma se encarga ahora de darle a conocer, a través del boca a boca, o de internet por cualquier servicio de mensajería: «Siempre que alguien me pregunta por ayuda los mando para acá». Ella habla de la importancia de los voluntarios, en su caso Marisol, de ‘Por un futuro CyL’, para cualquier colaboración.
Se vino a España en busca de una vida mejor, «para mis hijos», después de tener un negocio, junto a su familia, en Caracas. Después de pasar, con la ayuda de la Cruz Roja, por varias viviendas, por fin puede estar junto a su familia en un piso. «No solo vengo por la nevera, también por otros productos», añade sobre el local en el que se encuentra este frigorífico, que es también un negocio de segunda mano: «Miro a ver si hay cosas que puedo necesitar, sobre todo para mi hija».
Desde que arrancó el proyecto de la nevera es una de sus usuarias. Son muchos y cada vez más jóvenes. Inmigrantes, personas sin hogar o con cualquier necesidad...