De calles vacías y negocios sin clientes a pueblos con vida

R.G.R
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Los municipios de la provincia se trasforman durante la primera quincena del mes de agosto con la llegada de los denominados 'veraneantes'. Bares, tiendas y otros negocios confirman que las ventas «se disparan»

Los pueblos cobran vida en verano. - Foto: J.C. Castillo

Cambio radical. Los municipios de la provincia se trasforman con la llegada del verano. Las casas que se mantienen cerradas durante el invierno se abren estos días con la llegada de los denominados 'veraneantes'. Las actividades programadas por los ayuntamientos se multiplican, las piscinas reciben a cientos de usuarios, los menores de edad salen a las calles... En definitiva, los municipios, que en invierno casi no tienen gente en sus calles, ven ahora cómo cobran vida, aunque sea tan solo por unas semanas. 

La cotidianidad en la primera quincena de agosto modifica e incluso en ocasiones desborda las previsiones de los ayuntamientos. Aunque sí es cierto que el modo de vacaciones actuales ha cambiado con respecto a hace unas décadas, durante al menos tres semanas la mayor parte de las casas de los pueblo se abre. «Antes la gente venía todo el verano, mientras que ahora llegan dos semanas, pero entre la última de julio y las dos primeras de agosto está el lío», comenta la propietaria de la tienda de la calle Platería de Mucientes, Sofía González. 

Se podría decir que las noches de verano en los pueblos son mágicas. Los niños que acuden cada época estival salen a las calles y recorren cada uno los rincones y, con ellos, los padres. Los consistorios programan cine de verano, espectáculos musicales y otras actividades que benefician a los diversos establecimientos. «Los chicos salen y para los padres hemos puesto cosas variadas para picar. Se sientan en la terraza a partir de las diez de la noche y sí se nota mucho para el negocio», apunta la dueña del bar de Corcos del Valle, Albena Ilieva. 

Los pueblos cobran vida en verano. Los pueblos cobran vida en verano. - Foto: J.C. Castillotranquilidad. Pero no solo los establecimientos cambian sus rutinas, sino que el pueblo en sí se ve notablemente modificado. Son muchas las casas que se abren durante estos días después de todo un año cerradas. La tranquilidad de los pueblos, el reencuentro con amigos y familiares y la vuelta a las raíces son los principales motivos que hacen que muchos 'veraneantes' regresen cada año al hogar de sus padres y abuelos. «Las siestas aquí son de varias horas y por la noche en la terraza al final nos dan las tantas», comentan Soraya Rodríguez y Alonso Martínez, que residen todo el año en Castrourdiales, pero veranean en Trigueros del Valle. 

El peor momento llega con el ocaso de agosto. Es el momento de hacer las maletas de nuevo y regresar a sus residencias tradicionales. Las despedidas son tristes y los pueblos regresan a su estado habitual. La soledad volverá a acompañar a las calles y las tiendas se quedarán sin clientes, pero de momento toca disfrutar.  

Lucinio Mateo

Dueño del bar La Plaza en Trigueros del Valle

Es típico ver estos días a niños pequeños correr por la Plaza Mayor de Trigueros del Valle, mientras sus padres toman algo en la terraza del Bar La Plaza. Su propietario, Luciano Mateo, lleva más de tres décadas con el negocio abierto y ha conocido muchos veranos. Sabe perfectamente que será en la última quincena de agosto cuando realmente el pueblo reciba un mayor número de turistas. «Es cuando tenemos más clientes, aunque todo agosto se nota mucho más que otros meses». 

Los pueblos cobran vida en verano. Los pueblos cobran vida en verano. - Foto: J.C. CastilloEspecialmente, es en el ocaso de cada jornada cuando más vecinos visitan su establecimiento. Aunque no hay servicio de terraza, cada uno coge su consumición y sale a la calle por las noches, algo que sería impensable en invierno, tanto por el frío como por falta de clientes. «En el pueblo son todos mayores y se sale menos». 

Los vecinos acuden también a primera hora a tomar su café y sus cañas antes de comer, aunque el momento álgido llega los fines de semana.  

 

Sofía González

Propietaria del ultramarinos de la calle Platería de Mucientes

Su tienda en la calle Platería de Mucientes tiene un poco de todo. Desde pan hasta tabaco. La propietaria es Sofía González. Lleva 28 años al frente del establecimiento y ha conocido muchos veremos. Afirma que las vacaciones en los pueblos han cambiado, ya que antes los visitantes permanecían en los municipios durante más de dos meses, mientras que ahora «vienen una semana». 

No obstante, y a pesar de que esta circunstancia, reconoce que vende más durante estos días, ya que llegan muchas más personas que durante el invierno. «Encima yo tengo un buen horario con la tienda abierta hasta las nueve y media de la noche y eso hace que la gente venga más a pesar de la cercanía que tenemos con Valladolid». 

González apunta que al contar con un tienda «con un poco de todo» los vecinos se arriman a comprar aquello que necesitan. «Estos días no tienen nada que ver con los de invierno. Hay más gente y vienen a por cosas que necesitan», comenta.  

 

Soraya Rodríguez y Alonso Martínez

Veraneantes en Trigueros del Valle

Desde Castro Urdiales, donde residen todo el año. Soraya Rodríguez y Alonso Martínez son una pareja que vive en la localidad cántabra. Vienen a Trigueros a menudo. Poseen una casa familiar donde duermen cada vez que vienen al pueblo y donde son «felices».  

Trigueros es un espacio de libertad donde pueden cambiar su cotidianidad. Lo primero, las siestas. «Durán por lo menos hasta las seis y media de la tarde», bromea Martínez. 

Hablan de ver a los amigos, a la familia, de impregnarse del ambiente que se respira en el pueblo. Acuden a la terraza del bar, donde como dicen: «Empezamos bien, pero cuando llevamos un rato ya comenzamos a hablar un alemán fluido», bromean entre risas. 

Y, cómo no, hablan también de las jornadas maratonianas de disfrute y risas con los amigos que se celebran en las bodegas del municipio. «¡Menudas meriendas!», exclaman. El pueblo se convierte así en un remanso de paz y descanso.

 

Sheila Bejeraru

Propietaria de El Rincón del Traguillo en Mucientes

Sheila se crió en Mucientes y ahora regenta un establecimiento hostelero justo al lado de la Casa Consistorial. «En verano el pueblo es completamente diferente. No tiene nada que ver. Llegamos casi a los mil habitantes y los clientes son muchos más. Aquí en el bar y en todos los sitios», comenta.   

Las noches se trasforman y son decenas los jóvenes que andan de aquí para allá. «Cada día es prácticamente igual al anterior. Por la tarde, a la piscina. Después una ducha en casa y luego a la calle a disfrutar de las noches. La gente sale mucho más y eso se nota». La joven, vecina de Mucientes también en verano, reconoce que además la camaraderería existente hace que cualquier grupo de amigos se aproxime a la barra «a tomar algo». 

Destaca también la gran cantidad de actividades que se realizan en el pueblo durante estas semanas. «Cine, yincana...» Eso hace que la gente también salga. «Siempre ha habido muy bien ambiente en el pueblo en verano». 

 

Jairo José Fernández

Propietario de la tienda de comercio rural mínimo de Trigueros del Valle

Niños, mayores, mujeres, residentes en el casco urbano y aquellos que viven en los chalés más alejados pero pertenecientes al término municipal. Todos ellos acuden con frecuencia a la tienda de ultramarinos que Jairo José Fernández tiene en las antiguas escuelas de Trigueros. 

Con la llegada de más vecinos las ventas aumentan. En Trigueros existen numerosos chalés fuera del casco urbano del pueblo y la mayor parte se ocupan durante la temporada estival. Esta población estival se convierte en la nueva clientela del verano para la tienda. «Vendemos más porque toda esta gente viene a la tienda», comenta. 

La imagen del establecimiento durante estos días cambia de forma radical en comparación con el verano, ya que grupos de niños acuden con frecuencia a solicitar los pedidos que les encargan sus familiares. La tienda tiene prácticamente de todo y eso favorece la ventas. «La gente del pueblo sigue comprando algo más por todos los visitantes que llegan». 

 

Albena Ilieva

Propietaria del bar de Corcos del Valle

Atiende a Marisa. Ha venido a comprar regalices para sus nietos. «Vendrán por la tarde», comenta. Es Albena Ilieva. Lleva seis años con el establecimiento y reconoce que los inviernos «se hacen duros y largos».  

Sin embargo, la llegada del verano cambia por completo la situación. «Viene mucha más gente y no tiene nada que ver». Ilieva organiza diversas actividades durante las noches de verano para que las familias vayan a la plaza donde está el establecimiento. Cine de verano, sin ir más lejos. Esto ayuda a que las familias ocupen la terraza para disfrutar de las agradables temperaturas, mientras los pequeños ven las películas. 

Además, durante el verano ha ido un poco más lejos y ha completado su ofertas con diversos platos de comida, que atraen a muchos vecinos durante la temporada estival. «Es lo que más atrae a la gente, la comida y la verdad es que en verano trabajamos muy bien y no tiene ni punto de comparación con lo que hacemos en invierno», aclara.