La comisaría de Leganitos se encuentra en la calle Leganitos, como es lógico. La etimología de este nombre procede del árabe, y significa huerta, porque en esta calle había numerosas huertas. Ahora, tras la detención de los becarios de Nacho Cano, llevados como si fueran narcotraficantes a la comisaría de Leganitos, parece que en la antigua huerta hay mucho tomate.
En principio, tengo el prejuicio, o el defecto, de ponerme de parte de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Y, siendo excesivas las declaraciones del autor de "Malinche", creo que son una consecuencia de los excesos en la detención de los becarios. Tuve el honor de trabajar con el catedrático Rafael Calvo Ortega, cuando fue nombrado ministro de Trabajo, en uno de los gobiernos de Adolfo Suárez. Y nunca tuve conocimiento de que un inspector de trabajo acudiera acompañado de varios coches patrulla para llevarse a interrogar a sospechosos de contratación irregular. El inspector de Trabajo, si ve una irregularidad, levanta expediente administrativo y, por esas vías administrativas discurre la posible sanción o la anuencia.
Eso de interrogar a las presuntas víctimas en comisaría, sin saber en calidad de si detenidos o de víctimas, y la insistencia en que las becarias denunciaran abusos sexuales, no es de la Policía Nacional que yo conozco y defiendo. Y defiendo, también la presunción de inocencia. La de Nacho Cano y la del comisario de Leganitos, al parecer acusado de colaboración para eludir la participación de un presunto acosador en el apuñalamiento de la doctora Elisa Pinto.
Fue un escándalo, porque el informe del comisario de Leganitos venía a calificar a la víctima acosada como una especie de loca, que se lo había inventado todo. Hasta que aparecieron unas imágenes que desmontaban el informe. Pero yo creo en la presunción de inocencia del comisario de Leganitos. Pese a todo. Aunque sea amigo del ministro de Interior. En lo que no creo, desde luego, es que la actuación de los policías de Leganitos haya sido ni normal, ni habitual. Y me parece bien que los sindicatos policiales defiendan a sus compañeros, pero esos "hábiles interrogatorios", amenazadores, con claro anuncio de que podrían ser expulsados del país, no son de tomate sano de huerta.