Valladolid lleva muchos años trabajando por hacerse con un hueco en el olimpo nacional de ciudades gastronómicas y su evolución la coloca ya entre las más grandes y prestigiosas, especialmente en todo lo que se refiere al pincho y la tapa. Las vitrinas de muchos establecimientos hosteleros, no solo en el centro sino también en los barrios, nada tienen que envidiar a San Sebastián u otras capitales bien conocidas por su tapeo. Los grandes chefs y cocineros asentados en la capital y provincia han sido capaces de conseguir seis estrellas Michelin o ganar cinco de las 19 ediciones del concurso nacional de pinchos. Su buen hacer, unido a la calidad de los alimentos elaborados o producidos en la provincia convierten a Valladolid es un destino enogastronómico de primer nivel, no solo en España.
Este gusto y arte por la tapa y el pincho se ha extendido por la ciudad, convirtiendo el prestigio en algo popular, lo que se observa en la cada vez mayor participación en los concursos que se organizan por barrios e incluso en los pueblos. Sin embargo, es algo que no sucede con el concurso nacional y el campeonato mundial, que se celebran a partir del lunes en la capital. La asignatura pendiente de estos eventos es su escasa repercusión popular, algo que habría que solucionar en las próximas ediciones con un programa paralelo que aproveche la presencia en Valladolid de 61 chefs nacionales e internacionales de alta cocina y un jurado que reúnen más de una veintena de estrellas Michelin. Siendo consciente del prestigio que ambos campeonatos tienen en el sector de la restauración, en la calle apenas se tiene conocimiento de ellos. Veinte ediciones dan ya para que el Ayuntamiento y la Asociación de Hostelería revisen su organización y puedan sacar los pinchos, su elaboración y todo el conocimiento que esos días pasan por la Cúpula del Milenio, más allá del Festival de la Tapa, al resto de la ciudad, a los colegios, a los barrios, etc.
La gastronomía es una de las locomotoras del turismo vallisoletano y cuanta más visibilidad tenga dentro y fuera de la capital y provincia mucho mejor para atraer visitantes. El objetivo debe ser vincular de forma especial a Valladolid con la cocina en miniatura (tapas y pinchos), algo para lo que se puede y se debe utilizar el trampolín del concurso nacional y del campeonato mundial. Por supuesto, que ya se ha hecho una buena labor, que como dije antes, la capital vallisoletana ya se encuentra entre los mejores lugares para disfrutar de una comida, una cena o tapear acompañado de un buen vino de Rueda, Ribera o Cigales. Sin embargo, hay que seguir insistiendo e incrementando las actividades relacionadas con ello, pues aún siguen viniendo muchas personas de otras provincias de España a los que 'sorprende' la diversidad de pinchos que puede haber en las barras de los bares o la trabajada e imaginativa elaboración de algunas tapas con renombre ya fuera de nuestras fronteras provinciales. Teo Rodríguez (Trasto) ha vendido en el último año más de 50.000 pinchos del 'Pucela Roll', ganador nacional en 2023 y competirá ahora por el mundial. Todos recordarán otros míticos pinchos aún muy demandados como el Tigretostón (Zagales) o los Tres cerditos (Villa Paramesa), por citar solo dos que me vienen ahora a la memoria. Solo son unos pocos ejemplos del reconocimiento popular y el impulso que supone para los establecimientos.
El esfuerzo de los profesionales es admirable, la labor formativa de varios centros y de la Escuela Internacional de Cocina también es fundamental y, a todo esto, debe contribuir el Centro de la Cultura del Vino, que se ubicará en el Monasterio de las Madres Dominicas de Santa Catalina, que supondrá en los próximos años un aldabonazo definitivo para convertir a Valladolid en la capital gastronómica del norte de España, con permiso y mucho respeto al resto de las provincias de nuestro entorno, donde el buen comer está asegurado. A todo esto tiene que unirse unos concursos nacional y mundial con más proyección exterior, tanto a los vecinos de la ciudad y provincia como al resto de España.