Las voces de la esperanza frente al coronavirus

R.G.R. / A.G.M. / M.B.
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Francisco, Jorge, Jesús, Alfonso, Raúl, Rosalía, Liduvina... cada ve son más los pacientes Covid que han logrado ganar a la pandemia, que pueden hablar del coronavirus en pasado; aunque sin nostalgia

Alfonso Moneo, con su esposa, Belén, y sus hijos, posan desde su ventana. - Foto: Jonathan Tajes

Todos lo han pasado mal. Unos peor que otros, pero todos hablan de la Covid-19 como de un mal recuerdo. Los síntomas son tan cambiantes como se vienen describiendo, pero hasta en los casos más leves, esta pandemia les ha obligado a vivir aislados en una habitación durante hasta tres semanas. En el peor de los casos, como el de la enfermera del Clínico Liduvina Velasco, la cosa llegó a rondar su ingreso en la UCI. Pero lo importante para ella, como para tantos pacientes Covid, es que ya puede hablar de la pandemia en pasado.
Los once rostros que se asoman a esta edición de El Día de Valladolid relatan una experiencia única, con síntomas cambiantes, pero con un grito de esperanza para todos los que están confinados en sus casas entre toses, altas fiebres y cuerpos doloridos; también para todos los que lo están pasando mucho peor en una cama de hospital.
Nadie guarda nostalgia de esos días en los que miraron de frente al «dichoso virus», como se refiere a él Raúl Casado, ingeniero informático de 47 años y que no tiene dudas de que en su casa lo han tenido todos, aunque los niños apenas mostrasen síntomas; a su mujer, médico, se lo confirmó la prueba PCR y a él, la tos, el malestar, la pérdida de olfato y gusto... Pero dice que, por suerte, el paso de la Covid-19 no les causó grandes «complicaciones».
Liduvina lo pasó peor cuando se empezó a ahogar de pronto, aunque por suerte estaba ingresada en ‘su’ Hospital Clínico y hasta consiguió eludir la UCI. «Tuve un bajón que si me llega a pillar en casa o en un pueblo, no habría tenido tanta suerte», asegura.
el aislamiento. Javi casi sufrió más por oír a su hijo de quince meses llorar desde el otro lado de la puerta de la habitación en la que se tuvo que aislar, que por todos los síntomas que le fue dejando en su cuerpo el coronavirus; aunque no fueron muy suaves, precisamente: «Dolor intenso de cabeza (parecía que me estaban incrustado los ojos en el cráneo), mareos, náuseas, presión en el pecho (la sensación de tener a alguien sentado encima del pecho), fatiga, falta de aire al hacer algún esfuerzo, pérdida del olfato, sabor metálico en la boca, diarrea (durante diez días), dolor muscular (como si me hubieran dado una paliza), insomnio y la fiebre».
La fiebre, constante y elevada, quizá el único síntoma que todos estos ‘curados’ relatan al unísono, el indicativo de que la tos no era una tos normal; de algo no iba bien; de que quizá habían pillado aquel desconocido virus que llegó en los primeros días de marzo. Alfonso Moneo ironiza y dice que en esos días él se hizo «un tour» por varias plazas «VIP» de la pandemia, ya que hasta visitó dos veces Madrid y una Miranda de Ebro y no dudó en ir a un estadio como Anduva a rodearse de mirandeses. Humor, sonrisas... esperanza frente a la pandemia.

 

Jesús Bruña: «Llegué a tener 38,5 de fiebre pero me bajaba pronto»

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A Jesús Bruña, más conocido como Chuchín, se le juntó su propio positivo con el de su cuñado y con su hermana ingresada con neumonía, pero ella dando hasta tres veces negativo. En su caso, además, con el agravante de que tiene Síndrome de Down y que sus órganos son ya de una persona mayor de sus actuales 48 años. Dio positivo el fin de semana que se decretó el estado de alarma, pero no tuvo que ser hospitalizado y pudo irse a su casa en Laguna, junto a su cuñado, también positivo. «Llegué a tener 38,5 de fiebre pero enseguida me baja con paracetamol y toallitas húmedas en la frente», señala. Hasta tres veces tuvieron que llamar a Urgencias, por bruscas subidas de temperatura e incluso por una lipotimia, pero mejoraba pronto, lo que le ha permitido superar el coronavirus en su casa, con dolores y mucho malestar, pero al fin y al cabo en su domicilio. «A nosotros nos llamaban por teléfono, nada más, nadie venía a vernos. Y eso que en principio soy una persona de riesgo», habla a través de sus familiares. Hace dos lunes le repitieron la prueba y dio negativo, un alivio para él y su cuñado, que también dio negativo. «Hemos pasado la Covid-19 juntos, sin el timón de la casa, pero juntos», añade Bruña, ya recuperado y con ganas de volver a salir a calle.

 

Javier González: «Ha sido muy duro oír a mi hijo llorar al otro lado de la puerta»

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Javi es uno de tantos contagiados por Covid-19 que lo ha pasado en la soledad de una habitación de casa, en un régimen de aislamiento que, en su caso, se autoimpuso en cuanto empezó a sentir síntomas. Al otro lado de la puerta, su mujer y un niño de 15 meses: «Mi hijo, al ser tan pequeño, no entendía porqué no podía entrar en la habitación y los primeros días no hacía otra cosa que llorar e intentar venir a la habitación. Ha sido muy duro oír a mi hijo llorar al otro lado», confiesa.
Javier González Bastos tiene 39 años y es ingeniero industrial. Su experiencia coronavirus arranca durante el fin de semana del 14 y 15 de marzo. Del dolor de oídos pasó a  una leve cefalea que estalla el miércoles 18 en el trabajo, que no desaparece y a la que después se le une la fiebre y la falta de aire: «En ese momento decidí aislarme en la habitación y llamar al teléfono del coronavirus», recuerda. Pero como sus síntomas no eran aún los del manual, necesitó insistir y un par de intentonas hasta que los médicos le consideraron paciente Covid-19. La fiebre iba y venía, y su doctor ya le tuvo que recetar dos antibióticos y ya mejoró de unos síntomas que no desea ni al peor de sus enemigos: «Dolor intenso de cabeza (parecía que me estaban incrustado los ojos en el cráneo), mareos, náuseas, presión en el pecho (la sensación era como si alguien estuviera sentado encima del pecho), fatiga, falta de aire al hacer algún esfuerzo, pérdida del olfato, sabor metálico en la boca, diarrea (diez días), dolor muscular (como si me hubieran dado una paliza), insomnio y fiebre. En mi caso no he tenido tos, ni dificultad respiratoria, ni fiebre superior a 39 y eso me ha librado de acabar en el hospital», concluye. La prueba le ha dado ya negativa, pero su gran duda es saber si se ha inmunizado.

 

Francisco Pino: «Tuve conjuntivitis y cortaba la fiebre con paracetamol»

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En un primer momento, Francisco Pino no pensaba ni mucho menos en la posibilidad de que pudiera tener coronavirus. Todo empezó como una especie de conjuntivitis con los ojos un poco inflamados y con algo de fiebre. Se echó un colirio y no le dio más importancia. Aunque le parecía raro el hecho de tener fiebre. 
Su sorpresa llegó tan solo dos días más tarde cuando la conjuntivitis no desapareció, sino que fue a más y se veía obligado a bajar la fiebre con paracetamol cuando llegaba a 38 grados. Llamó otra vez al médico y enseguida entró en el programa de positivos por coronavirus, aunque no sabe si realmente ha pasado la enfermedad. El médico le recetó un colirio con corticoides. La fiebre se pasó más rápido, pero los ojos han estado mal «bastante tiempo» y han tardado más en sanar. No ha estado preocupado porque no se ha encontrado muy mal en ningún momento. No pudo hacer un confinamiento muy estricto en su vivienda, ya que tiene dos niños pequeños que han reclamado su atención de forma constante. «Hemos hecho lo que hemos podido, la verdad». 

 

David García: «Hice una cuarentena de 21 días, lo cogió mi hermano y me quedé atrapado en Madrid»

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David García pasó una cuarentena de 21 días junto con su mujer y su hijo en Madrid. Estaba de vacaciones en la capital de España, de donde es originaria su familia, y tuvo contacto directo con su hermano, que en esos días dio positivo por la Covid-19. «Él trabaja en Mercadona y al estar en contacto con tanta gente al final cayó enfermo. Encima le obligaron a romper su cuarentena para ir al centro de salud a hacerse la prueba». El contacto con su hermano fue estrecho por parte de toda la familia, también de su mujer y de su padre. 
No tuvo más remedio que llamar a su médico de Valladolid para decir lo que había sucedido. Inmediatamente, el facultativo inició el protocolo y le dijo que se quedará allí en casa aislado con su mujer. «He pasado una cuarentena de 21 días». No sabe si habrá pasado o no la enfermedad, ya que no se ha podido hacer la prueba, pero ha estado en contacto permanente con su médica de Valladolid. «Mi hermano pudo estar en su casa, mi padre en la suya y yo con mi mujer y mi hija he pasado la cuarentena en otra diferente». Asegura que al estar también con su mujer y con su hija, que habían estado expuestas al mismo contacto que él con su hermano, el confinamiento «se ha hecho más llevadero», ya que no ha tenido que permanecer solo ni un día. 
A día de hoy desconoce, a pesar de haber estado en el programa de supervisión de enfermos por Covid, si realmente pasó por la enfermedad o por el contrario ha sido solo un susto. «Hay mucha gente asintomática que lo podemos haber pasado o no, pero que no lo vamos a saber». El día 1 de abril puso rumbo a Valladolid y ya se ha reincorporado a su trabajo. 

 

Jorge Esteban: «Lo he pasado fatal, con una neumonía, los peores días de mi vida»

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Jorge Esteban habla desde su casa, ya recuperado, después de haber estado diez días ingresado en el Río Hortega. Y no duda en decir alto y claro que «he estado muy jodido. No lo he pasado nada bien y no se lo recomiendo a nadie».
Empezó a encontrarse mal a mediados de la semana del 9 al 15 de marzo, con un poco de fiebre, más parecido a una gripe que a otra cosa. Luego llegó el dolor de cabeza y el cansancio generalizado. «Ya cuando me vi con dolor en el pecho y con tos fuerte de bronquios me fui al Campo Grande», recuerda, añadiendo que su experiencia allí no fue nada agradable: «Estuve desde las seis de la tarde hasta las 7 de la mañana esperando una UVI móvil para trasladarme al Río Hortega, con paracetamol en vena. No se atrevía nadie a entrar. Estábamos tres personas allí como apestados, nos trataron fatal». Cuando por fin fue trasladado al Río Hortega, por fin le hicieron la prueba y dio positivo. Directamente a planta intubado, con oxígeno y una vena en cada brazo. Fueron días de muchos ingresos y aunque asegura que vio prevención, también había desorganización: «Eso sí, nos trataron muy bien». 
«Estuve ingresado 10 días en planta», apunta, aunque los peores fueron del segundo al quinto, «con mucha fiebre, lo peor de mi vida, con una neumonía en el pulmón izquierdo». Poco a poco, con ocho pastillas al día fueron remitiendo dolores y fiebre, y el 25 de marzo le dieron el alta. «He adelgazado 12 kilogramos; he visto casos jodidos y morir a gente», agrega. En casa ha estado otras dos semanas aislado: «Mi mujer se ha ido a otra habitación y me dejaba la comida en la puerta. Las niñas me saludaban a distancia». Ahora empieza a lidiar con la otra crisis, la económica.

 

Jesús Curiel: «Lo peor ha sido el pecho, congestionado todas las mañanas»

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Aunque no ha llegado a estas ingresado dio positivo el 15 de marzo. Hace un par de semanas ya lo había superado, con el negativo en las pruebas. «Hay que agradecer el estar sanos porque fueron dos semanas de pasarlo mal. También en el aspecto mental, con mi mujer ingresada, aunque sin llegar a dar positivo», señala echando la vista atrás.
Sus síntomas han sido más llevaderos y por eso se ha librado de acabar en el hospital, al que solo visitó para hacerse la prueba con su mujer. «Empecé a sentir algo la semana anterior, con gastroenteritis; y luego la del 13 algún malestar más, de presión en la cabeza, como algo de gripe normal, y cansancio muscular. Tenía también una pequeña congestión en el pecho, me atascaba, pero sin fiebre», dice sobre esos síntomas. Como su mujer también empezó a encontrarse mal se fueron al hospital, pruebas y ella, aunque negativo se quedó ingresada por neumonía; y él, aunque positivo se fue para casa.
«Siempre he notado una presión en la cabeza, pero sin ser fuerte, y malestar sin ganas de hacer nada, sin ganas de salir. Lo del pecho era la peor, congestionado todas las mañanas», recuerda añadiendo que ha tomado paracetamol más otro medicamento para el pecho, ya que es lo que pero ha llevado: «Por la noche me echaba gotas en las narices para poder respirar».
No tiene ni idea dónde se pudo contagiar, aunque asegura que en cualquier sitio la semana previa: «Ahora solo estamos con ganas de que eso se acabe». Además, ha visto cómo su familia se ha ido recuperando y eso ha sido un chute de energía.

 

Alfonso Moneo: «Me dijeron que no podía ir a Urgencias porque aún podía hablar y no llevaba cinco días con más de 38º»

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Alfonso Moneo bromea cuando se le pregunta por cuándo cree que se contagió: «La semana del 2 de marzo es cuando yo empiezo a toser. Esos días hice un ‘tour’ por las zonas VIP del virus, aunque no se sabía aún, claro. El 3 y el 5 estuve en Madrid y el 4, en Miranda; en Anduva, en concreto, en un estadio abarrotado de mirandeses para presenciar las semifinales de Copa del Rey». Fuera allí o no, el caso es que este vallisoletano-mirandés de 44 años, casado y con dos hijos, empezó con fiebre el 19 de marzo, «justo 14 días después del 5, uno de las dos fechas en Madrid».
Para entonces aquella tos ya había ido a más, igual que su temperatura, que pasó de los 37,6 del jueves 19 de marzo a los 39 grados que llegó a marcar su termómetro al quinto día con la Covid-19. «Ya la madrugada del jueves al viernes llamé al número del coronavirus y ahí me dejaron apuntado como posible infectado por la tos y la fiebre, y me dijeron que el seguimiento me lo harían desde el centro de salud. El viernes me llamó mi médico, lo mismo que el fin de semana pero desde Urgencias de Arturo Eyries y fue ese domingo cuando indiqué que había tenido los 39 de fiebre y ya automáticamente me cargaron antibiótico en la tarjeta sanitaria (junto a paracetamol y un inhalador)», relata Moneo, quien recuerda que también ese día «empezaba a notar cierta sensación de ahogo».
No había dudas de que el virus estaba haciendo de las suyas en su cuerpo. Para entonces, este técnico de comunicaciones de NTT (la Telefónica japonesa) ya se había aislado en una habitación, sin entrar en contacto con su mujer y sus dos hijos. Pasó por dos tratamientos, uno a base de Dolquine (un fármaco antipalúdico) y Azitromicina, que luego se cambió por otro antibiótico a los dos días.
A pesar de ello, los síntomas no mejoraban y el miércoles por la tarde llamó a Urgencias de Sacyl «ya que la sensación de ahogo era cada vez mayor». «La angustia e incertidumbre en mi cabeza también», confiesa Moneo, quien admite «que necesitaba descartar una posible neumonía»: «Recuerdo que justo en esas fechas se hizo bastante visible en Twitter la historia de Alfonso Reyes y creo que me asusté un poco». «En la llamada a Urgencias me explicaron, que según el protocolo que había en ese momento, yo no podía ir porque ‘aún podía hablar’ (literal) y no llevaba más de cinco días con fiebre por encima de 38». Así que decidí aguantar y esperar, pero por la noche no podía dormir y seguía todavía con la sensación de ahogo, así que llamé al Hospital Campo Grande para explicar mi caso y ver si podía ir; allí, me hicieron una placa descartaron neumonía y me mandaron a casa, hasta con cuatro mascarillas de regalo, que parece una broma, pero que nos han venido muy bien en casa porque  no las encontrábamos en ningún sitio», destaca Moneo, al que le han hecho las pruebas dos veces en la zona ‘Covid-Car’, ya que «la primera resultó ‘inválida’», recuerda.
Sus síntomas empezaron a diluirse el miércoles 25. Dejó de subir la fiebre y el jueves se esfumó por completo, mientras que la fatiga aún permaneció «dos o tres días más». El aislamiento domiciliario se extendió hasta el 4 de abril, pero aún no está «al 100%», sigue con tos esporádica y dolor muscular.

 

Raúl Casado: «Creemos que en casa hemos estado todos contagiados por el dichoso virus»

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Raúl Casado es uno de los centenares de pacientes Covid-19 que han pasado el virus sin pisar un hospital, uno de tantos casos leves de esos que se describían con optimismo al inicio de la crisis sanitaria. «El paso del dichoso virus casa ha sido sin complicaciones. Esperemos poder tener inmunidad al menos para unos meses», asegura este ingeniero informático de 47 años, casado y con dos hijos.
Debutó con los primeros síntomas justo cuando arrancaba la cuarentena social, el día 16 de marzo, pero con sintomatología «bastante leve»: «Malestar general, algún día pequeñas molestias musculares y tos seca. También una alteración del olfato y del gusto, pero solo con los alimentos que llevaban vinagre», explica Raúl, quien no necesitó llamar al teléfono Covid ni ir a un centro sanitario. Su esposa es médico y ella también lo ha pasado, en su caso, con el pertinente positivo en la prueba PCR, eso sí: «Realmente creemos que en casa hemos estado todos contagiados por el dichoso virus. Solo lo sabemos con certeza en el caso de mi mujer, ya que al ser médica sí la han hecho las pruebas. Todos hemos tenido síntomas leves principalmente los niños que casi no se han enterado. El niño pequeño y mi mujer también han perdido el olfato y el gusto unos días», detalla. 
Los síntomas han desaparecido hace tres semanas y no guarda un mal recuerdo del aislamiento, ya que han podido «seguir con sus rutinas familiares», pero «aislados completamente», para lo que han contado con el apoyo de un sobrino que les llevaba la compra y se la dejaba en la puerta de su casa. «La suerte es que, actualmente, con las videoconferencias hemos podido estar en contacto con familia y amigos», concluye.

 

Rosalía López: «Tuve 38 de fiebre y perdí el olfato. Me asusté y no veía ni la televisión»

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Su hija es médico en la provincia de Segovia y fue «de los primeros» casos que surgieron. «Me imagino que al estar tan cerca de Madrid y al viajar mucha gente pues lo cogería ella y luego me lo pasó a mí. Rosalía López ya está bien, ha sido casi un mes muy duro y aún no se atreve a salir a la calle. Todo empezó el día 17 de marzo por la noche, cuando comenzó a notarse rara. Dos días más tarde tenía 38 de temperatura corporal y llegó incluso a perder el olfato y tener diarreas. «El día 19 era mi aniversario de boda y lo pasé con mucha fiebre». Estuvo con fiebre durante tres días y luego desapareció y poco a poco comenzó la recuperación hasta el día de hoy, cuando ya han desaparecido todos los síntomas y se encuentra perfectamente, aunque por precaución prefiere no salir a la calle. Estuvo en contacto permanente con su médica del centro de salud y, por supuesto, también con su hija. «Nunca tuve la sensación de estar muy grave, pero sí que he pasado por varios de los síntomas». Vive sola y no tuvo que aislarse en su vivienda y se apañó «muy bien» sin salir de casa, ya que un sobrino de su yerno se encargó de hacerle la compra una vez a la semana para que no le faltara de nada. 
«Estuvimos mi hija, su marido y yo enfermos al mismo tiempo. Lo malo es que yo soy hipertensa y me asusté y hubo unos días que no tenía ganas ni de ver la televisión ni de nada por todo lo que estaba saliendo», comenta. A los siete días de comenzar a sentirse mejor y recuperarse, tuvo un día «de bajón» cuando se encontró peor, pero solo fueron unas horas y continuó con su mejoría. 
Ahora, no se atreve a salir a la calle por el momento, pero se encuentra mucho mejor y parece que el susto es cosa del pasado. Pero le queda el miedo a saber con exactitud qué ha sucedido y a encontrarse de nuevo con la realidad de la calle. 

 

Natalia Lorena Lareu: «Tenía dolores musculares, tos y algo de fiebre. Así estuve una semana»

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Estuvo durante una semana con tos, pero no le dio mucha importancia porque no tenía ningún tipo de dolor. Tomaba paracetamol en días alternos y continuó yendo a su puesto de trabajo con normalidad. «En la oficina la verdad es que pensaba que me iban a mirar mal». Es ingeniera civil y en la oficina dos compañeros también estaban en una situación similar. «Leía las noticias que decían que no se debía acudir a los hospitales». El día 13 de marzo se dio de baja un compañero aquejado por la enfermedad y tres días más tarde otro. «La verdad es que un estrés elevadísimo por la situación».
El día 20 fue el último que fue a trabajar. De repente le cambiaron los síntomas y comenzaron las nauseas y los dolores musculares y se acabó la tos. «La doctora me dio la baja con dolores musculares y nauseas, aunque sin tos ni dolor de garganta. Lo que sí tenía era un tremendo dolor de cabeza». Reconoce que en un primer momento estuvo muy preocupada porque tiene dos niñas y su marido tiene un trabajo que le obliga a viajar de manera muy frecuente y pasa mucho tiempo fuera de casa. 
«El día 23 me metí en casa con un nivel de estrés brutal leyendo noticias de una forma enfermiza sobre la curva de muertos y nuevos contagios, aunque al final dejé de hacer eso porque estaba segura de que me estaba empezando a hacer mal». «Pasé por todas medidas con la familia». Ahora, Natalia ya está perfectamente recuperada y se ha incorporado a su puesto de trabajo. «Ahora, me preocupa mucho la familia que tengo en Argentina». 

 

Liduvina Velasco: «Tuve un bajón que si en vez de estar ingresada me pilla en casa no habría tenido tanta suerte»

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57 años. Trabaja como auxiliar de enfermería en Nefrología en el Hospital Clínico de Valladolid. Fue en torno al 18 o 19 de marzo, ya no recuerda muy bien, cuando comenzó a tener un poco de fiebre y a encontrarse mal. Llamó al número de teléfono facilitado por las autoridades sanitarias y le indicaron que no fuera a trabajar y que permaneciera aislada en casa y tomara paracetamol en el caso de tener fiebre alta. A los cinco días su hija le dijo que no podía permanecer más tiempo así, que tenía una tos «muy mala» y dos días más tarde llamó de nuevo al médico para indicar su situación. «Tenía 38 de fiebre». Le hicieron la prueba y desafortunadamente dio positivo. Le comunicaron que tenía neumonía y que el pulmón derecho estaba infectado en las partes superior e inferior, mientras que el izquierdo, aunque un poco mejor, también se encontraba dañado. 
Le comunicaron que debía quedarse ingresada en el Clínico debido a la gravedad de su estado de salud. Recuerda que no tuvo miedo porque sabía que tanto los médicos como el resto de personal sanitario del centro hospitalario iban a hacer todo lo posible para que saliera adelante. Le hicieron muchas pruebas prácticamente a diario para tener todo controlado. Los primeros días fueron mejores, pero al sexto llegó su peor momento. Tuvo un bajón en el que sentía que le faltaban las fuerzas. «Es que no podía... Me bajó mucho la saturación y sentía que me quedaba sin fuerzas». 
Los médicos optaron entonces por cambiar la medicación. «Estoy convencida de que en este momento si en vez de estar ingresada en el hospital hubiera estado en casa no habría tenido la misma suerte». «Si ese momento te coge en casa o en un pueblo..., y tardas 20 minutos en llegar al hospital..., es el tiempo suficiente», se explica con voz entrecortada. Los médicos se vieron obligados a proporcionarla oxígeno debido a su estado, aunque nunca tuvo que salir de la planta en la que se encontraba para ir a la UCI. «Me dieron varios bolos de ese medicamento y luego también reforzaron con otro, me pusieron corticoides y poco a poco, fui mejorando». 
Finalmente, el 8 de abril recibió el alta médica después de llevar 16 días ingresada. Ahora, permanece aislada en su casa en una habitación. Su marido le proporciona la comida a través de la puerta y cuida de ella a la espera de que le puedan hacer la segunda prueba de PCR que dé un resultado negativo. Sabe perfectamente que lo peor ya ha pasado y no tiene ninguna prisa por volver a hacer una vida como el resto de personas. «Ya me da igual unos días más que menos. Lo importante es salir curada».
Echa la vista atrás y solo tiene palabras de agradecimiento para todas las personas que la atendieron en el hospital y reconoce que ha pasado por momentos duros. «Me podía comunicar con la familia por teléfono, y ellos hablaban con los médicos todos los días también. En ese sentido, he estado comunicada». Una de las compañeras de habitación no tuvo tanto suerte como ella y con casi 90 años perdió la vida como consecuencia de la Covid-19. «Ha sido difícil». Ahora, espera paciente a que todo finalice, a que la enfermedad pase y todo quede como un mal recuerdo.