Situaciones límite. Los bomberos de Valladolid que se han desplazado hasta la Comunidad Valenciana para ayudar a los miles de damnificados por la DANA han tenido que afrontar misiones muy complicadas con el único objetivo de salvar vidas y facilitar los tensos momentos tras el paso de la riada. Tensión, emociones enfrentadas, sufrimiento y mucho esfuerzo a cada hora en un trabajo sin descanso para mitigar el dolor de miles de familias que «lo han perdido todo».
Estancias de tres o más días casi sin dormir, sin tiempo para alimentarse de forma adecuada y observando imágenes y escenas de terror ante la posible aparición de víctimas mortales en cualquier momento. Bomberos de Diputación y Ayuntamiento de Valladolid marcharon hacia Aldaia, no sin cierto temor a lo que se iban a encontrar, pero con la firmeza de dar el máximo de sí mismos ante la catástrofe que estaban viviendo los vecinos del municipio valenciano.
El cabo de la Diputación Jesús Ordax y Óscar Vega, del Ayuntamiento acaban de regresar a Valladolid. Están cansados, tanto física como mentalmente. Rememoran, no sin emoción, los momentos más duros que han tenido que vivir como consecuencia de la catástrofe. Enfrentarse a un achique de agua de un garaje sin saber si el familiar que aún permanecía desaparecido y que residía en esa vivienda estaría en el interior del vehículo. Entrar en el parking del centro comercial de Bonaire sin conocer si habría diez, 20 o 50 muertos en el interior. Vivencias que no son fáciles de olvidar, pero que, desgraciadamente, son una parte de su trabajo.
Se muestran sorprendidos por la solidaridad mostrada por los vecinos. Personas que apenas tenían agua para beber y que la ofrecían de forma generosa para que los equipos de bomberos pudieran sofocar su sed tras horas y horas de trabajo. Eso sí, la desolación reinaba en las calles y barro y lodo, mortales protagonistas, lo acaparaban todo. «Íbamos de un punto a otro entre Aldaia y Chiva. La gente nos iba parando y nos iba pidiendo ayuda. Lo que podíamos hacer rápido lo hacíamos y lo que no, lo dejábamos para el Consorcio de Valencia y así nos pasamos el día», relata Ordax. «La sensación que tengo es que va a ir para muy largo y muchos negocios no van a salir adelante», comenta Vega.
Ambos recalcan que, aunque las imágenes reflejan a través de los medios de comunicación lo ocurrido, resulta imposible hacerse una idea real de lo que sucede hasta que uno no pisa el barro. «Íbamos caminando y, de repente, pisamos algo mecánico debajo del barro. ¡Era un coche. Y no se veía. Todo lo que había debajo era barro!».
Desinformación. Aunque no lo dicen de manera abierta, sí critican que los bulos lanzados sobre la situación catastrófica del parking de Bonaire supusieron momentos de una tensión especial. El hecho de entrar al interior después de todo un día achicando agua, esperando lo peor, supuso silencios, presiones, angustias e incertidumbre. Afortunadamente, ninguno de los equipos de bomberos desplazados a la zona encontró algún cuerpo sin vida.
Destacan la enorme colaboración y coordinación mostrada por los hombres de los equipos valencianos que, desde el primer momento, se pusieron a 'luchar' codo con codo para limpiar las calles y los garajes en el menor tiempo posible.
Ahora, ya en Valladolid tras unas jornadas de trabajo incansable y estrés máximo por las calles del barro y la desolación se sienten cansados, agotados por el esfuerzo realizado durante estos días. Pero, a su vez, orgullosos por haber aportado su granito de arena a unos vecinos desolados por las pérdidas y rotos por el dolor.
JESÚS ORDAX, Cabo de la Diputación de Valladolid
«El barranco del Poyo tendrá 100 metros de ancho y se desbordó por completo»
Diez horas achicando agua, esperando lo peor. «Teníamos mucho respecto», recuerda Ordax. El parking de Bonaire suponía un tremendo desafío para los equipos de rescate. No sabían cuántos cuerpos iban a encontrar sin vida en el interior.
Llegaron los primeros. «Casi salimos antes de tiempo». Viajaron hasta Aldaia sin dormir, durante la noche. Nada más llevar se pusieron manos a la obra. «Estuvimos en el barranco del Poyo en Chiva». Lo revisaron. «Tendrá cien metros de ancho y se había desbordado por completo», recuerda. «Íbamos andando por el barro y pisamos algo metálico. Era el techo de un coche. Imagínate el barro que había debajo de nosotros».
Al menos, pudieron dormir en una cama y lavarse cada día gracias a la labor de un compañero de los bomberos de Valladolid Álvaro Mota. «Todavía queda mucho por hacer. Esa gente que lo ha perdido todo y tiene que pasar aún mucho tiempo para que puedan recuperarse. Lo mejor ha sido el buen rollo que hemos tenido».
ÓSCAR VEGA, Ayuntamiento de Valladolid
«Un terremoto se localiza en una zona concreta, aquí hablamos de kilómetros»
Experto en catástrofes, llama la atención que el bombero del Ayuntamiento relate la fuerte desesperación que se ha encontrado durante sus días en Valencia. Barro, lodo y tristeza. Eso se ha vivido durante las intensas jornadas de trabajo en varias localidades.
Achiques de agua en los garajes de las casas, apertura de persianas en los locales y arrastre de coches hasta una zona más alejada donde no estorbaran y, posteriormente, pudieran entrar camiones para la recogida de enseres. Labores de coordinación para el barrido de calles. Fueron muchas las funciones en pocos días.
Una vez que la situación en Aldaia fue mejorando, este bombero se trasladó a Catarroja. «Estaba bastante peor». Continuaron revisando vehículos enterrados por el barro. Afortunadamente, no encontraron ninguna víctima mortal.
Los bomberos de Valladolid sumaron así su grano de arena. «Gracias a Fernando y Ester, tíos de mi compañero Álvaro, quienes posibilitaron que fuéramos a Aldaia. Fernando estuvo trabajando con nosotros todo el tiempo».