Condenado a 8,5 años por abusar de una hija con discapacidad

D. V.
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Los abusos empezaron cuando la víctima tenía quince años y se prolongaron durante cinco años más

Sede de la Audiencia de Valladolid. - Foto: Europa Press

La Audiencia de Valladolid ha impuesto una condena de ocho años y medio de cárcel para un agresor sexual reincidente por un delito continuado de abusos sexuales sobre su hija, con una discapacidad psíquica, que empezaron cuando ella tenía quince años y se prolongaron durante cinco años más, aprovechando él los periodos en los que estuvo en libertad durante la tramitación de distintos procedimientos penales por delitos sexuales.

La sentencia de la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia de Valladolid incluye, además de la citada pena privativa de libertad, incluye la prohibición de aproximarse a la víctima a una distancia inferior a 500 metros y de comunicar con ella durante dieciocho años y medio, libertad vigilada durante una década y, en concepto de responsabilidad civil, el pago de una indemnización de 10.000 euros por daños morales, según la información del Gabinete de Prensa del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León recogida por Europa Press.

Los hechos se circunscriben al periodo entre los años 2015 y 2020, en el que el agresor sexual, de 58 años, estuvo en libertad durante la tramitación de distintos procedimientos penales contra él, todos por la misma causa, ya que cuenta en su haber con hasta tres sentencias condenatorias por hechos de idéntica naturaleza, de ellas dos que suman hasta veinticuatro años de cárcel, ya firmes, y una tercera por agresión sexual a menor de 12 años aún no firme.

En esta situación, su hija, con una discapacidad del 65 por ciento, quedó bajo la tutela de Futudis. Aunque ella conocía que su padre había sido condenado en varias ocasiones por la comisión de delitos contra la libertad sexual, se encontraba convencida de su inocencia simplemente porque él así se lo manifiesta, lo que revela la manipulación que él ejercía sobre ella y la situación de especial vulnerabilidad de la víctima, que quería mantener el vínculo y el contacto con su figura paterna a pesar de todo.

En el periodo investigado el acusado buscó siempre a su hija para tener relaciones sexuales completas con ella vía vaginal. En ese tiempo, la insistía además a través de llamadas y videollamadas para que ella participara en aquellas en que él, con su tren inferior desnudo, se masturbaba, insistiendo en que eran las normas.

En otras ocasiones, el condenado se desplazaba hasta Valladolid en autobús, quedaba con ella por teléfono para verse y la convencía para mantener relaciones sexuales bajo la promesa de vivir en un futuro juntos, algo que ella anhelaba, o la compra de regalos o prendas de ropa que a ella la satisfacían o invitándola a cenar.

Para ello se alojaban en alguna pensión u hospedería de la ciudad durante un corto espacio de tiempo. De modo que tras los hechos, él regresaba a la vivienda de su padre en autobús y ella volvía al piso tutelado en el que se alojaba.

Una vez en prisión, desde mayo de 2020, el condenado le enviaba cartas a través de las cuales sostenía la situación de manipulación a la que la sometía hablándole de cosas triviales, par, a la vez pedirle que guardara silencio acerca de lo que pasaba entre ellos.

Le insistía en que aquello que hacía con él no lo hiciera con nadie y le anunciaba que cuando saliera de la cárcel sus relaciones iban a continuar, bajo la promesa incierta de sacarla del piso en el que ella vivía e irse a vivir juntos para tratarla como una reina.

También negaba a su hija la comisión de los delitos de naturaleza sexual que se le imputaban en los que la víctima era incluso un familiar menor de edad e insistía para que ella subiera al centro penitenciario para celebrar un vis a vis.

Como consecuencia de estos hechos, la víctima sufre un trastorno depresivo mayor, tratándose de una persona especialmente vulnerable altamente influenciable que buscaba la aprobación, cariño y afecto, sobre todo de sus familiares.