Es probable que el término soledad no deseada le sugiera a la mayor parte de la población la imagen de un anciano solo en su casa. Y hasta cierto punto es normal, al tratarse del grupo población más afectado por esta situación. Especialmente en una comunidad tan envejecida como Castilla y León. Pero lo cierto es que este problema no es exclusivo de la tercera edad. Ni mucho menos. En plena era de la hiperconectividad, buena parte de la juventud también reconoce padecer este mal. Concretamente, una de cada cuatro personas de entre 16 y 29 años, tal y como recoge el primer estudio del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada centrado en esta parte de la población. En Valladolid son casi 18.000 personas.
Ahora bien, ¿qué es la soledad no deseada? A diferencia de lo que piensa mucha gente, no es sinónimo de aislamiento social, que es la falta de contactos y puede medirse objetivamente. La soledad no deseada en una percepción que tiene que ver con unas relaciones sociales que el interesado considera deficientes, ya sean por cantidad o por calidad. Y eso genera una insatisfacción que puede llegar a durar años. De hecho, cuando esa situación dura más de dos ya se considera crónica, y a ese punto llega casi el 60% de la juventud que sufre soledad no deseada.
El Ayuntamiento no es ajeno a esta situación. Aunque el Plan Contigo 2024-2028 que presentó el pasado mes de mayo está centrado de forma exclusiva en los mayores de 65 años, este año también se ha puesto en marcha un servicio de asesoría psicológica en los dos espacios jóvenes de la ciudad: el norte y el sur. Y es precisamente allí donde se ha detectado que «hay muchas consultas relacionadas con el aislamiento social», tal y como reconoce la jefa del Servicio de Igualdad, Juventud e Infancia del Ayuntamiento, Raquel Carracedo. «No es, para nada, un problema residual, es algo que se intensificó después del covid», añade.
La psicóloga que trabaja en estos espacios de forma alterna ofrece un servicio de asesoría que puede hacerse con consultas individuales o con grupos de autoayuda formados por personas con problemáticas semejantes. «También es una forma de favorecer las redes de apoyo social y el establecimiento de amistades, porque hay gente que tiene dificultades para ello», explica Carracedo.
El informe presentado por el Observatorio concluye que existe una variabilidad muy alta entre los perfiles de jóvenes que sufren soledad no deseada, pero hay algunos en los que la prevalencia es más alta que en los demás. Por ejemplo, las mujeres la sufren más que los hombres (un 31,1% y un 20,2%, respectivamente), así como las personas que están en desempleo o en riesgo o situación de pobreza. Otros colectivos donde el porcentaje es más alto que la media es entre los que han sufrido acoso escolar o laboral, los que tienen mala salud física o mental, discapacidad, origen extranjero o pertenecen al colectivo LGTBI.
Perfiles y sus efectos
Eso sí, aunque algunos perfiles sufren mayores niveles de soledad, esto no significa que las características de su perfil sean las causas de esta situación. Al menos, no siempre. Sí que es así, por ejemplo, con los extranjeros, debido al rechazo que sufren por una parte de la sociedad, y con las personas con pocos recursos económicos, ya que pueden acceder a un menor número de actividades sociales. En cambio, el sexo o la discapacidad, que tienen una elevada prevalencia de soledad, no generan un efecto sobre la misma.
Carracedo incide en que, en esencia, no hay mucha diferencia entre la soledad no deseada que sufren las personas mayores y la juventud. «En definitiva, se trata de personas que no tienen un entorno social adecuado, algo que es imprescindible para tener calidad de vida, y en eso no influye la edad, puede que unos tengan dificultades para ir a echar la partida y otros, para ir a la discoteca, el problema es no tener con quién hacerlo», explica.
Ni siquiera la era de la 'hiperconectividad' digital ayuda. Al contrario. Puede tener efectos adversos. «Las redes sociales no pueden ser un referente, porque es un lugar en el que se conecta con mucha gente, pero donde las personas no se muestran como son, de modo que no sabes con quién hablas ni si puedes confiar», añade. Es decir, es un perfil de relación que está muy alejado del trato humano que precisa una persona que sufre soledad no deseada y al que, en cierto modo, se ha acostumbrado la juventud, especialmente después de la pandemia, según Carracedo.
La responsable del área de Juventud también incide en que otro colectivo que arrastra este problema es el de los estudiantes extranjeros que llegan a Valladolid. «La idea que tiene la gente de los Erasmus es que vienen a pasarlo muy bien y están siempre de fiesta, pero lo cierto es que son personas que se sienten muy solas, porque son culturas y costumbres diferentes, y a veces no saben cómo encajar», asegura.
El estudio del Observatorio también sirve para desmontar algunas «hipótesis» respecto a la soledad no deseada. Por ejemplo, que no está tan asociada a los pueblos pequeños o las grandes urbes. Al contrario, la juventud de los municipios de tamaño medio, considerando como tales los que están entre 50.000 y 500.000 habitantes, es la que más la sufre. Tampoco tiene mucho que ver la situación habitacional. La prevalencia en jóvenes que viven en piso compartido o en su propia vivienda es, de hecho, mayor que entre jóvenes que viven con sus padres. Por último, el estudio asegura que la gran mayoría de jóvenes que sufren soledad cuentan con personas que les pueden ayudar en caso de tener problemas de extrema necesidad.
El acoso escolar o laboral y la digitalización, factores fundamentales
Los datos del primer estudio sobre soledad no deseada que se centra en la juventud revelan la importancia que tiene el acoso escolar o laboral. El porcentaje de personas que lo han padecido alguna vez es casi el doble entre jóvenes que sufren soledad no deseada (un 58,1% ha sufrido acoso) que entre jóvenes que no la sufren (un 32,1% ha sufrido acoso). «Las experiencias de acoso tienen también un impacto muy relevante sobre el nivel de confianza hacia las personas», dice el estudio, que añade que «las personas que no se sienten solas tienen una confianza en los demás mucho más elevada que las que se sienten solas». Este déficit de habilidades sociales puede tener su origen en estas experiencias traumáticas o en el sentimiento de discriminación. «Las habilidades sociales y las actitudes hacia las relaciones sociales juegan un papel clave», añade el Observatorio. Por otro lado, el informe también hace referencia al impacto que está teniendo el proceso de digitalización en las relaciones sociales, especialmente en la juventud. «La mayoría considera que tener demasiadas relaciones online con otras personas es un factor que influye considerablemente en la soledad no deseada, así como estar demasiadas veces pendiente de las redes sociales», dice el estudio, aunque también se detectó que no hay muchas diferencias en el uso de estas herramientas entre los que sienten soledad no deseada y los que no.