En busca de la sucesión tranquila

Agencias
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Alfonso Rueda se estrena como cabeza de cartel con el doble reto de refrendar en las urnas la baronía que le legó el líder del PP y poder ganarse volar solo en su carrera política

El ahora responsable de la Xunta fue vicepresidente primero desde 2012, con Feijóo al frente del Gobierno. - Foto: Europa Press

El marchamo de presidente a dedo, aún avalado con la mayoría absoluta que los populares tienen en el Pazo do Hórreo, acompaña a Alfonso Rueda desde que hace año y medio heredó la Presidencia del Gobierno gallego y del PPdeG de manos de Alberto Núñez Feijóo. Pero parafraseando el lema con el que su antecesor entró en Monte Pío en 2009: «Llegó el momento» y el 18 de febrero, Domingo de Piñata, Rueda (Pontevedra, 1968) se enfrenta a su primer test electoral como candidato.

Será cabeza de cartel con un reto político y personal: sumar una mayoría absoluta más en Galicia a las cuatro consecutivas logradas por su antecesor, la primera que él podrá reivindicar como propia. Si lo logra, nadie en la formación conservadora duda de que ganará en autonomía y volará solo de forma definitiva. Aunque ya ha dado pasos para tratar de marcar el estilo Rueda, puesto que, como reconocen sus colaboradores, es muy diferente del líder del PP nacional.

Si como icono de precampaña Feijóo apostaba por un banco azul para hablar «de tú a tú» con la ciudadanía, Rueda viaja con un bus en el que invita a cañas (sin alcohol). Su perfil político es distinto -se le atribuye «más franqueza» y ser «más claro y directo», incluso «más fácil de entender» que el de Os Peares- y ha articulado su propio equipo de trabajo, con Paula Prado como secretaria general del PPdeG, tras 16 años a la sombra de Feijóo.

Por el momento, en clave de política interna, ha logrado mantener la paz en las filas populares e incluso se puede anotar uno de los hitos de 2023 en la política autonómica: El paso a un lado negociado de Manuel Baltar que ha supuesto echar el cierre de una etapa histórica en la política orensana, aunque el hasta hace pocos meses líder provincial continúa como senador como designación autonómica.

Pero dentro y fuera del partido se da por hecho que su futuro político está unido a lograr o no mantener el Ejecutivo gallego en manos del PPdeG. Desde su equipo se destaca que experiencia no le falta para acometer sus propios logros y que su índice de conocimiento ha mejorado de forma significativa en año y medio. PSdeG y BNG lo admiten de manera ímplicita, mientras buscan su desgaste acusándole de «utilizar» para promocionarse los medios públicos.

Refuerzo

«Con humor, trabajo y normalidad», Rueda se enfrenta, además, a sus primeras elecciones con otro reto: dar aire al liderazgo de un Feijóo tocado por no haber conseguido echar de La Moncloa al socialista Pedro Sánchez. En cualquier caso, Galicia le dio en las generales de los mejores resultados de España y en Génova se confía en que mantener el Gobierno autonómico es factible.

Fuera de cualquier duda está en la cúpula del Partido Popular que una victoria el 18-F reforzaría a Feijóo, pero también que permitiría ganar autonomía al propio Rueda y a su equipo, proporcionándole «desde la lealtad» una voz más fuerte. 

En realidad, para ninguno de los dos es una novedad ir de la mano. De hecho, lo hacen desde la sucesión de Manuel Fraga.

Así, la trayectoria del mandatario pontevedrés, «orgulloso» padre de dos hijas y licenciado en Derecho por la Universidade de Santiago de Compostela (USC), se ligó a la del ahora líder del PP en el año 2006, cuando después de una especie de casting entre dirigentes populares, el de Os Peares lo fichó para el segundo puesto más relevante del organigrama popular: el de secretario general. 

 Pero el vínculo de Rueda con la política no empezó con Núñez Feijóo, ni siquiera con el PPdeG ni las Nuevas Generaciones de Pontevedra. Es sobrino nieto del galleguista Ramón De Valenzuela, y su padre, José Antonio Rueda Crespo, fue concejal en Silleda, vicepresidente de la Diputación pontevedresa y senador como miembro de Alianza Popular.

Fue su progenitor quien le aconsejó que no se metiera en política con nulo éxito, aunque sí logró que primero se sacase una oposición para garantizarse «una alternativa» de vida. También le recomendó actuar con precaución y fiarse de gente seleccionada. Dicen que le hizo caso. Tiene fama de desconfiado y de ser duro de roer.

Pero al margen de su forma de ser, este político de buen trato e ingenioso con unas cañas y un pincho de tortilla delante, corredor, ciclista y motero en sus horas libres, fue durante 10 años secretario general del PP gallego.

De hecho, le tocó convertirse en el poli malo entre 2006 y 2009, cuando a Feijóo se le reservaban todas las propuestas en positivo y él se encargaba de dar palos a la oposición. Sus rivales le ven como uno de los principales muñidores de una dura campaña que desembocó en la mayoría absoluta de 2009 que reabrió a los populares las puertas de San Caetano.

Ahora, su papel ha cambiado y otros son los responsables de los tejemanejes internos. Es el presidente de Galicia y apela a una campaña «en positivo».