Nació en Sofía (Bulgaria) hace 42 años. Nadia Toteva Petkova viajó hasta Valladolid a los 19 para cursar sus estudios en la Facultad de Económicas de la Universidad de Valladolid. No fue fácil. Recuerda que estuvo días llorando en casa de sus padres antes de emprender el viaje. Fue una aventura. Solo pretendía permanecer un año en Valladolid, «conocer mundo» y regresar a su ciudad natal. Ya en Bulgaria había estudiado el primer año de carrera y pidió las convalidaciones académicas.
Se licenció cuatro años más tarde. Corría el año 2002 y en su clase no había extranjeros. «Pasó mucho tiempo hasta que comenzaron a hablarme mis compañeros», recuerda. Y eso que conocía el idioma. «Sentí cierto rechazo». Se puso a trabajar como intérprete y traductora para el Cuerpo Nacional de Policía y los juzgados. No ha trabajado nunca en entidades financieras pese a ser licenciada en Económicas. Cuando terminó, encontró un puesto como administrativa para una agencia de viajes y con la crisis económica de 2008 tuvo la oportunidad de marcharse a la embajada española en Croacia. «Estuve casi un año y medio en Zagreb». Volvió a Valladolid por amor. Se casó con un vallisoletano tras terminar sus estudios.
La pareja no fue bien. Pero ella decidió quedarse en la ciudad por su hijo. Ahora, tiene diez años. Estudia en el Colegio San José y hace una vida como cualquier otro menor de su edad. «Se siente más español que cualquiera. Soy su madre y lo intento, pero ni siquiera sabe búlgaro». Comenzó a trabajar como profesora en varias instituciones, entre ellas la Universidad de Valladolid, donde está a punto de defender sus tesis doctoral. «Ya estamos en fase de corrección del texto». Lo compatibiliza con sus clases de Economía y Contabilidad en la Facultad de Industriales.
Los fines de semana disfruta acompañando a su pequeño de campo en campo de fútbol y tiene su grupo de amigos de origen búlgaro que ha conocido en Valladolid, con los que se reúne para charlar y disfrutar de la gastronomía mediterránea. Lo que más disfruta sin duda es el jamón y, a pesar de tratarse de un plato típicamente de Valladolid, no le gusta el lechazo.
Su labor de enseñanzas en la UVa y en otras instituciones no le deja mucho tiempo para el ocio, pero tiene claro que lo que más le gusta de Valladolid es la gente. «Sí es cierto que tenéis esa fama de fríos, pero con el tiempo he aprendido a conoceros y a saber cómo hablaros y lo que más me gusta son las personas». ¿Y sobre su lugar favorito de la ciudad? Aquí no duda, la fachada histórica de la Facultad de Derecho. Su lugar de trabajo y, a su vez, de ocio. ¡A disfrutarlo!