El día que no esté Pedro Sánchez, no sé qué van a hacer el PP y Vox, a quién van a atribuir todos los males que afligen a España, incluido el de que en el País Vasco no se les vote o se les vote muy poco. Cuca Gamarra lo tiene muy claro: el responsable de que los vascos, en el libre ejercicio del derecho al voto, hayan otorgado unos buenos resultados a Bildu, es Sánchez. Nadie como Cuca es capaz de reconocer en éste poderes casi sobrenaturales.
El caso es que, fantasías de Cuca aparte, los electores vascos han votado lo que les ha dado la gana, que en eso consiste la democracia, y que, a mi entender, lo han hecho de una manera bastante equilibrada. Ese empate a 27 escaños entre el PNV y Bildu parece ratificarlo, pero también los 12 escaños del PSOE-EE que son, a la postre, los que terminan de equilibrar los resultados, bien que no al gusto de Bildu, de Vox o del PP precisamente. De otra parte, aunque contertulios, hablistas y politólogos coinciden en que dichos resultados señalan un "cambio de ciclo", lo cierto es que revelan un poco lo contrario, la continuidad, que tal cosa es la que se desprende de la mayoría absoluta conseguida por esa pareja PNV-PSOE bien avenida y que lleva junta la pila de años.
Pero esa continuidad se explicita también, paradójicamente, en esa suerte de rectificación del voto que ha dado a Bildu la mayor cantidad de ellos de su historia, aunque tampoco nada del otro mundo: al menos cinco de los seis escaños que tenía el desaparecido Podemos pueden haber ido a parar al partido de Otegi y de Pello Otxandiano, de modo que si éste sacó 21 hace cuatro años, y ahora 27, se podría hacer uno una idea de dónde han salido. El otro que falta, acaso de ese alto número de jóvenes que votaba por primera vez.
En todo caso, con cambio de ciclo o con continuidad tamizada, no se puede sino celebrar que la paz, y con ella el juego limpio, la libertad y la democracia, se hayan consolidado absolutamente donde hace apenas 20 años reinaba la intimidación, el miedo y la violencia. Con eso, todos hemos ganado.