«Yo hoy os puedo atender hasta las doce, porque tengo cita en Olmedo». María Benita Aguado, 'Maribeni' para todos sus vecinos de Fuente Olmedo, avisa antes de empezar la entrevista de que su tiempo es limitado porque en un rato vendrá su hermano a buscarla en el coche para llevarla al centro de salud de Olmedo. Tiene cita allí y, como siempre que tiene que recorrer esos casi nueve kilómetros, depende de una tercera persona para que el médico la vea. Ella, con sus 80 años, no conduce.
Aunque Fuente Olmedo dispone de un consultorio, cada vez que sus escasos vecinos tienen que hacerse una prueba, tienen que recorrer esa distancia, ya que las instalaciones de su pueblo no están equipadas para ello. Y hay otras veces que, directamente, prefieren ir al pueblo de al lado, porque, según dicen, el servicio de cita a demanda para que el médico se acerque allí «no funciona como debería».
De entrada, las personas mayores que viven allí, que son mayoría, tienen muchas dificultades para 'entenderse' con la «maquinita» que les habla cuando llaman para pedir cita. «Llamar por teléfono es una odisea, me dicen que marque no sé qué tecla, pero si estoy marcando, no estoy escuchando», dice 'Maribeni', que no se lleva nada bien con las nuevas tecnologías, como mucha gente de su generación: «Algunas veces tengo el teléfono en el bolso y se dispara solo y alguien empieza a hablarme, yo no sé si toco algún botón o qué pasa». Pero los problemas no acaban ahí. Después de un rato, cuando consiguen que una persona se ponga al teléfono, los vecinos se quejan de que hay que convencer a los administrativos para que envíen al médico. Le pasó, por ejemplo, a la pareja de Antonio García, juez de paz del pueblo y vecino desde hace 22 años. «Tuvo que estar más de una hora al teléfono, porque primero preguntaban si no podía ir yo al centro de salud, pero yo no podía conducir porque tenía vértigos, después preguntaban si no había nadie que me pudiera llevar y después, si no podía llamar a un taxi, a lo que respondí que aquí no hay taxis y que si lo iban a pagar ellos», explica. Este vecino tiene la sensación de que hay una directriz para disuadir a los pacientes de pedir citas en sus pueblos: «El sistema de demanda está bien, pero... que sea de verdad».
Los vecinos suelen colaborar para trasladar en coche al centro de salud a los que no conducen. - Foto: Jonathan TajesLo corrobora Maruja Herrero, otra vecina «de fines de semana y de verano» que opina que «la demanda funciona fatal» porque «vienen cuando quieren y parece que tienes que engañarlos para que lo hagan, porque siempre te dicen que vayas a Olmedo, que cojas un taxi...». Ella es más joven que 'Maribeni', pero empatiza mucho con los problemas que tiene la gente mayor con las «maquinitas» para pedir cita. «Les vuelve locos... te piden que marques el uno, el dos, te ponen musiquita, se corta, se vuelve a cortar y, cuando quieren llegar al final, los mayores ya están aburridos, hartos y con la tensión por las nubes», dice. «Y cuando se corta, sale otro señor al que tienes que contar el mismo rollo», puntualiza 'Maribeni'.
Una familia
Fuente Olmedo es uno de esos pueblos de la Valladolid más rural donde los vecinos forman una pequeña familia. Hay 36 personas empadronadas, pero solo viven allí regularmente 13. No hay bar ni comercio y la principal forma de ocio es ir a casa de un vecino a tomar un café o juntarse todos en un amplio salón de edificio del Ayuntamiento, donde también está ubicado el consultorio. Una relación social alejada de artificios. Mucho más humana que en las grandes ciudades. Casi revolucionaria en los tiempos que corren. Esa cercanía es la garantía de que todos pueden contar con todos cuando lo necesitan. También en lo sanitario. Si el hermano de 'Maribeni', que vive en Olmedo y también tiene una mujer que está «muy averiada», no puede ir a recogerla en el coche para llevarla al médico, sabe que puede contar con sus vecinos. Lo mismo para cualquier urgencia.
Consultorio de Fuente Olmedo. - Foto: Jonathan TajesLa propia alcaldesa de Fuente Olmedo, María Belén Sobrino, también prefiere llevar a su madre al centro de salud de Olmedo en lugar de utilizar la cita a demanda. Lo ha hecho «unas 20 veces desde el pasado mes de agosto». Aparte de ahorrarse la 'pelea' con el teléfono, ella tiene otro motivo de peso: no tener que ir al consultorio a limpiarlo y caldearlo antes de que vaya el médico. Porque ella es la encargada de hacerlo.
La última vez que tuvo problemas con el teléfono fue para anular una consulta. «Al final no pude hacerlo y así se lo dije después al médico». Según ella, lo «lógico» sería tener un teléfono de atención directa con el centro de salud de Olmedo. «A la máquina no hay quien la entienda, ni las personas de 80 años ni yo», dice ella, que a sus 60 años es de las vecinas más jóvenes del pueblo.
Los vecinos de Fuente Olmedo consideran que no reciben una asistencia sanitaria lo suficientemente buena. Vivir en el entorno rural los penaliza, y creen que eso no debería ser así. Sobre esto hablan Antonio y la alcaldesa. El primero recuerda que antes de la pandemia venía un médico todas las semanas. «Y un practicante, aunque en días diferentes», apunta 'Maribeni'. Ahora no es así. «No sé si será por los recortes», dice Antonio. María Belén también dice que antes el médico solía ir a las casas de los vecinos cuando lo necesitaban, otra cosa que «ha dejado de hacer». Pese a todo, la alcaldesa entiende que los recursos son limitados y reconoce que ella, como ciudadana, también prefiere que un médico esté atendiendo en un centro de salud que esperando media hora en un consultorio de un pueblo, sin hacer nada, esperando que venga alguien. Eso sí, reclama que el servicio a demanda funcione como debe funcionar.
Depender del coche y del teléfono es especialmente delicado en un pueblo en el que las telecomunicaciones son bastante mejorables. Sin fibra óptica instalada, los problemas de cobertura telefónica son habituales. Y un lastre para el desarrollo del propio municipio. Antonio dice que si tuvieran una buena conexión, «unas 20 o 25 personas vendrían aquí a teletrabajar». Él conoce varios casos. Pero eso sigue siendo, de momento, una ilusión. Una de tantas promesas que se estiran como un chicle durante años y años, sin que los pueblos las vean hechas realidad.